Pasado el receso del almuerzo del mediodía, a sólo unos kilómetros de la meta, las oladas de viento Zonda cada vez eran más fuertes. Sumadas a los intensos rayos de sol, hicieron del tramo final una verdadera prueba de voluntad. Con fuertes brisas revueltas, la marcha fue cada vez más pesada. Se volaban las gorras, las banderas y se arremolinaban los pelos de la cabeza. Pero los alrededor de 2.000 jóvenes no cedieron al clima y, luego de peregrinar unos 25 kilómetros, todos llegaron a destino: el Complejo Turístico y Religioso Ceferino Namuncurá, en San Martín.
La concentración de esta tradicional Peregrinación de Jóvenes comenzó pasadas las 8 de la mañana de ayer en la Catedral. Los grupos de la Pastoral de la Juventud (los organizadores), de alumnos de colegios religiosos, de la Acción Católica Argentina, de Boyscouts, entre otros, empezaron a marchar una hora más tarde. Y a ellos se les fueron sumando, a medida que la columna avanzaba hacia el departamento del Este, otros grupos de chicos de diferentes capillas, parroquias y barrios.
Zapatillas, gorras, mochilas y botellas con agua fueron los únicos elementos que necesitaron para pasar la jornada. Lo demás fue sólo cuestión de fuerza de voluntad y fe. Los chicos caminaron durante unas 8 horas. Y, a menos de la mitad del camino, la llegada del viento les complicó la marcha. En algunos tramos la tierra que se levantó por el Zonda les impedía ver bien, en otros las ráfagas en contra les entorpecían y hacían más lenta la marcha.
Sin embargo, el ánimo de los jóvenes y sus coordinadores nunca bajó. Y eso fue especialmente evidente en el último trayecto, ya que, luego de tanto sacrificio y a unos pocos metros de la llegada al Complejo, algunas monjas seguían alentando al grupo con la voz firme en sus megáfonos, las guitarras de algunos chicos se seguían escuchando y los cánticos no paraban de sonar por todos lados.
Antes de las 16 ya estaban llegando a Ceferino los primeros grupos. Algunos se animaron a hacer un esfuerzo más y subir al mirador para ver la imagen del Santo. Aunque la mayoría se limitó a sentarse a la sombra y descansar.

