Fotos: Marcos Carrizo 

Es 9 de abril y es el cumpleaños número uno de la flamante escuelita, pero Nicanor no está del todo contento. Intenta disimularlo pero le cuesta y los ojos lo delatan. Dice que le hubiese gustado celebrar el aniversario con el aula llena de chicos. "Pensábamos que íbamos a festejar el cumpleaños con una tortita, con los chicos, con unas empanaditas... pero no pudimos hacer nada", se lamenta su abuela Ramona, y el chico baja la cabeza.

La pandemia del coronavirus fue un cachetazo a la ilusión de un festejo con todas las luces, pero igual la fecha no pasa desapercibida. Apenas se levantó, Nico, como todos lo conocen, fue hasta la pizarra y con una tiza anaranjada escribió "Feliz 1° Año de Inauguración - Escuela Patria Unidad". Toda la semana se estuvo acordando de la fecha, a la que considera como una de las más importantes de su vida.

La Escuela Patria Unidad fue fundada por el propio Nicanor Quinteros en el fondo de su humilde casa del Barrio Las Piedritas II de Pocito. Nico ahora tiene 14 pero desde los 9 años que ayuda a sus vecinitos. Todo empezó como un juego en un ranchito que sus tíos habían levantado con nylon y cañas para guardar las motos y las bicicletas. Esas eran las aulas donde les daba clases de apoyo, divididas con cortinas. 

Con el tiempo, lo que arrancó como diversión fue tomando seriedad e incluso eso se vio reflejado en los resultados, pues los padres de los alumnitos notaron que sus hijos mejoraron el rendimiento escolar cuando comenzaron a ir a la escuelita de Nicanor.

En 2018 la historia se hizo pública y conmovió a gran parte del país y también del mundo. Una obra social se interesó en ayudar y le cumplió al chico uno de sus sueños: construyeron en el mismo fondo un gran aula y se la equiparon con todo lo necesario para que todos estén más cómodos y seguros. 

Esa obra fue inaugurada el 9 de abril de 2019, hace ya un año. En ese momento seguramente nadie se imaginaba lo que iba a pasar en el mundo meses después. El coronavirus paralizó actividades de todo tipo en casi todos los países de la tierra. Pero hay algo con lo que no pudo: con la pasión de Nicanor. 

Dedicación. Nicanor mientras le enseña a su primo Leo.

Nico tiene puesta una camiseta de Argentina con el 10 de Messi en la espalda, un pantalón corto y gomones celestes. Son casi las 11, en el noticiero están informando que la pandemia ya se cobró la vida de más de 95.000 personas y él está enseñándole a multiplicar a su primo Leo. "Me cuesta matemática, las cuentas", reconoce el niño de 11 años. Ramona lo interrumpe de golpe: "Anda mal en la escuela, viene acá para que el Nico le enseñe. El año pasado lo hizo pasar de grado y a unos cuántos otros también".

Leo no vive con ellos, su casa queda a la vuelta, pero es parte de la familia y la noche anterior se quedó a dormir para que por la mañana su primo lo ayude con las tareas. "Acá no estamos recibiendo a nadie, yo le dije que corte con las clases. Solamente recibe a los primos porque no puede estar sin enseñar", explica la abuela. Nicanor lo entiende, pero se lo nota ansioso: "Ya quiero que pase todo esto para poder volver a recibir a los chicos", dice mientras muestra las instalaciones de la nueva construcción. 

Servicio. Nico imprime las tareas de los vecinos, a quienes no puede recibir en la escuela por el coronavirus.

Nico luego se vuelve a meter en lo de Leo pero apenas unos minutos después otra primita lo interrumpe para decirle que lo buscan. Es Alexander, un vecino que viene para que le imprima unas guías que le mandó su profesora de Tecnología. También trae unas tareas de Inglés de su hermano Edgardo.

Nicanor le pide que le reenvíe los documentos a su WhatsApp, conecta su celular a la computadora y cumple con el servicio. Imprime con una máquina que le donaron y que tiene a la entrada del aula. A todos les cobra $5 que va juntando en una alcancía. "A eso lo voy guardando, entonces cuando falte algo para la escuelita lo compro", dice.

"No está recibiendo a nadie, yo le dije que corte por todo lo que está pasando. Los chicos del barrio vienen para que les imprima las cosas y nada más... entran, salen y se van", vuelve a aclarar Ramona.

Nicanor va a la Escuela 12 de Agosto, donde cursa 3º de la secundaria. A él también le mandan tareas para que haga durante el aislamiento obligatorio, pero dice que no le cuesta nada cumplir con los trabajos. Lo que sí le cuesta es digerir cuando se hacen las 14 y no está al frente del aula. Hasta antes de la cuarentena, todos los días de 14 a 18 daba clases a una treintena de chicos, pero la pandemia se lo impide.

"Me pone triste lo que está pasando, pero bueno, me conformo con ayudar a mis primos", sostiene sobre el final de la charla. Su abuela insiste con las ganas de una celebración: "Si dios quiere y esto se levanta vamos a hacer el festejo como corresponde".

A Nicanor parece que no hay peste que lo frene, nada que le quite su pasión por enseñar, nada que le impida estar al servicio de los demás.