El deporte sanjuanino sufrió ayer la pérdida de uno de sus símbolos. Jesús Morales, el Ñandú, un hombre humilde que abrazó con pasión el atletismo desde su juventud y que compitió con los mejores de la Argentina dando la ventaja de entrenar después de largas jornadas en los exigentes trabajos agrícolas y alimentándose -a veces- sólo con cebollas y api (maíz blanco cocinado con leche o agua).

Su subcampeonato mundial de Master en 1983 hizo que todos los sanjuaninos lo sintiéramos de alguna manera nuestro. Con la simpatía y humildad como bandera, encabezó siempre cualquier cruzada solidaria. Atento y generoso estuvo siempre abierto a cualquier inquietud para mejorar al deporte provincial. Su bonhomía y sencillez se extrañarán siempre. Quien ya no está entre nosotros fue un hombre bueno. Más palabras huelgan.

Por Fabio Garbi