Antes de salir de su casa, y como acostumbra a hacer a diario, se encomendó a Dios para tener un buen día de trabajo. Y lo tuvo, aunque a nivel de reconocimiento social y no a lo que a ganancias se refiere. Se trata de Gabriel Esquivel, un albardonero de "cuarenta y tantos años" y remisero que se destacó por su honradez y solidaridad. Pese a que pide fiado en un almacén de su barrio para poder alimentar a su familia, devolvió los $10.000 y una tablet que se olvidó una pasajera en su remís. Su historia salió a la luz luego de que la propia mujer la diera a conocer a través de las redes sociales donde cosechó cientos de "Me gusta" y elogios.

El miércoles pasado, Esquivel pasó a buscar a una pasajera por su domicilio para trasladarla, junto a su hijo con discapacidad, a la Escuela de Educación Especial de Albardón. Tras completar el viaje, continuó recorriendo las calles del departamento en busca de pasaje y con la esperanza de ganar al menos unos $2.000 durante toda la jornada, ganancia que suele obtener tras un "buen día" de trabajo. No se percató de qué había en el asiento trasero hasta que bajó un rato del auto para estirar las piernas. Fue en ese momento que descubrió que la pasajera había dejado un bolso con $10.000 pesos y una tablet. Ni siquiera dudó en qué hacer. De inmediato subió al remís y fue hasta la casa de la mujer para devolverle sus pertenencias. "Es la primera vez que llevaba a esta mujer, pero me acordaba perfectamente dónde vivía así que fui a llevarle las cosas. Se puso a llorar cuando se las entregué y hasta quiso darme plata como recompensa. No la acepté, primero porque todos la estamos pasando muy mal por la crisis, y segundo porque mis padres siempre me inculcaron que jamás hay que quedarse con lo ajeno", sostuvo el remisero.

La pasajera prefirió mantener su anonimato y sólo dijo que Dios lo puso a Gabriel en su camino.

A los 11 años, Esquivel comenzó a trabajar en la cosecha y en cualquier otra changa para ayudar a la economía familiar. Y fue por esta razón que tuvo que abandonar la escuela secundaria cuando cursaba 2do año. Luego se casó y formó su propia familia, sin que su situación económica y laboral mejorara. Por suerte, y gracias a sus ahorros, pudo comprar un auto e iniciarse en el oficio de remisero, que aún mantiene, a pesar de que los frutos de este trabajo sólo le alcanzan para sobrevivir. "El remisero trabaja día a día y si no hay pasaje no hay comida, es así de duro. Por eso a veces tengo que pedir fiado para darle de comer a mi familia, pero eso no me da vergüenza. Más vergüenza es robar o quedarse con lo que es de otro. Yo siempre trabajé y lo voy a seguir haciendo en lo que sea, pero sueño con algún día encontrar un trabajo estable con sueldo fijo. Todos los días golpeo la puerta en varias empresas para ver si me contratan como chofer profesional o para cualquier tarea, pero hasta ahora no tuve esa bendición. Y cada vez es más difícil porque ya tengo cuarenta y tanto años", dijo Esquivel.

El hombre dijo que es de muy bajo perfil, y que en los años que lleva de remisero ya devolvió muchas cosas que olvidaron los pasajeros, desde zapatillas de bebés hasta medicamentos, aunque nunca algo tan valioso como el último caso. Pero que nunca se vanaglorió por esto ni lo hizo trascender públicamente. Y que es por esto que le sorprendió cuando la gente lo empezó a felicitar en la calle por haber devuelto el dinero, tras conocer el caso por las redes sociales. "Nunca esperé esta reacción de la

gente, principalmente porque no sabía que estaba enterada. Pero me gusta porque sé que mis hijos se van a sentir orgullosos de mí", sostuvo Esquivel.