Alika Kinan fue la primera mujer en llevar a juicio a sus captores, quienes durante 16 años la habían explotado sexualmente en un prostíbulo en Tierra del Fuego (ver aparte). La mujer, que marcó un antes y un después en la lucha contra la trata de personas en el país y que actualmente es investigadora de la Universidad Nacional de San Martín, participó ayer de una jornada de concientización sobre este delito que realizó en San Juan la Oficina de la Mujer de la Corte de Justicia. En este contexto y exponiendo su punto de vista sobre la trata de personas, habló con este diario.

-¿Cómo cambió tu vida luego de que te rescataron?

-Al principio me costó mucho reconocerme como víctima y no entendía por qué me decían que lo era, cuando en la vida, después de 16 años de explotación sexual, ese delito estaba totalmente naturalizado para mí. Fue complejo entender y analizar cada una de las violencias por las que había atravesado, reconocerlas, hacerlas propias y a partir de ese momento comencé a estudiar y analizar el delito de trata y la prostitución junto con cada una de sus consecuencias. Después de mi rescate, en 2012, cuando salí de Tierra del Fuego, por seguridad y protección me convocan a trabajar en la Universidad Nacional de San Martín. Así nació un programa que se dedica a la formación, investigación y capacitación sobre el delito de trata.

-¿Qué falta para avanzar contra la trata?

-Más allá de la gran capacitación y capacidad que tienen los jueces, a veces carecen de empatía para con las víctimas. A las víctimas de trata, cuando van a declarar, no hay que revictimizarlas o emitir juicio de valor contra ellas. Sobre todo, teniendo en cuenta que muchas están, por ejemplo, alejadas de sus hijos, y que eso no es una iniciativa individual o que ellas decidieron hacerlo. Eso, por más que ellas lo planteen así. Hay que entender que es el propio contexto lo que las empujó y que ellas como un mecanismo de defensa y de cuidado a sus propios hijos muchas veces los abandonan o los dejan a cargo de un familiar o amigo. A mí me pasó y sé que emitir un juicio de valor puede ser devastador. También falta fortalecer a las víctimas y ayudarlas a construir un proyecto de vida, algo que las dignifique. Es fácil decir estoy acá porque quiero, cuando en realidad nos enfrentamos a los mecanismos de autodefensa, porque si no, no hay cuerpo que soporte ser violada día tras día muchísimas veces. Y, como si eso fuera poco, necesitamos que efectivamente y por sobre todo que criminalicen a quienes pagan por sexo. Si no se criminaliza y se desalienta la demanda de los varones a los cuerpos de las mujeres, realmente no se está combatiendo el delito.

-¿Considerás que los jueces están dispuestos a ser empáticos?

-Yo no creo en jueces sino en seres humanos. Por eso siempre apelo a la mirada empática de todos los operadores judiciales y los funcionarios públicos que tengan contacto con las víctimas. Es importante que continúen formándose no sólo en perspectiva de género, sino en una perspectiva de derechos humanos para con las víctimas de trata. La trata es un delito muy complejo que tiene una raíz económica básicamente. Siempre hay intereses creados y personas poderosas involucradas en este delito y eso dificulta que tanto la mirada del Poder Judicial y del Ejecutivo sea empática y respetuosa de los derechos humanos.

"Más allá de la capacitación que tienen los jueces, a veces carecen de empatía para con las víctimas". 

-¿Qué opinás de que San Juan trabaje en el tema trata de personas desde la Justicia?

-San Juan tiene una mirada muy compleja sobre la trata porque es una provincia conservadora, al igual que Tucumán y Córdoba. Tienen una mirada bastante similar al respecto de estos delitos. Son delitos que hablan de la hipocresía de la sociedad, con lo cual es importante que estas actividades salgan directamente desde la Oficina de la Mujer y desde el Poder Judicial, y que no se hable del trabajo que realizan, sino que haya una mirada crítica de todo lo que se necesita para avanzar. Es importante que nuestros jueces reflexionen sobre los faltantes e incluso los propios fiscales. El fiscal de San Juan, Francisco Maldonado, y uno de Córdoba que tuvieron grandes causas en el país, se encuentran en soledad. En soledad para poder avanzar contras las redes criminales, y en soledad con la víctima y pensando qué harán con esas chicas, porque no hay refugios, no hay partidas presupuestarias que brinden asistencia y contención a las víctimas.

-¿Qué le falta a la sociedad sanjuanina para aportar a la lucha contra la trata?

-Falta muchísimo, pero no sólo a San Juan sino a toda Latinoamérica. Nos hace falta hablar más abiertamente de estos temas. Yo tengo 44 años y vengo de una generación en la que las mujeres no hablábamos de cuándo menstruábamos y el sexo era tabú. A mí me abusaron con 14 años y nunca lo comenté en mi casa. Llegué, me bañé, lloré, me sentí rota y avergonzada, porque el sexo era eso: vergüenza. Tenemos que mejorar la Educación Sexual Integral. Quiero que se pueda hablar libremente de las elecciones, del abuso sexual en la infancia, que se discuta mínimamente sobre el consumo de pornografía y prostitución. Hay que enseñar que se debe poder elegir libremente y elegir desde el libre consentimiento. Y, cuando hablamos de consentimiento, no podemos pensar que ella quiso, hay que ver si tuvo posibilidad de elegir o si conocía algo más. Hay que preguntarse ¿alguien le dio opciones a esa mujer?

-¿Cómo está San Juan en relación a la trata de personas?

-San Juan tuvo un papel muy importante porque tuvo un megaoperativo en el que se rescataron muchas mujeres, en varios prostíbulos. Pero hoy, a 8 años de ese caso, los sanjuaninos tendrían que preguntarse si se generaron políticas públicas para las víctimas de trata y si se desalentó el consumo de prostitución. Tienen que evaluar qué mirada tenía la sociedad antes de ese megaoperativo y qué mirada tiene hoy, para saber cómo está la provincia. Deben preguntarse si San Juan pudo mejorar como sociedad o sigue siendo pacata.

-La mujer, ¿qué rol cumple en el contexto de la trata?

-Las mujeres estamos cargadas de roles y responsabilidades. Lo que tenemos que cuestionar es a los varones y qué hacen para tener una mirada crítica respecto a las prácticas violentas que vienen sosteniendo a lo largo del tiempo. Hoy es hora de cuestionarlos a ellos y preguntarles qué están haciendo para mejorar el mundo. Nosotras venimos hace años tratando de mejorar y de hacernos un lugar para mejorar el mundo. Hoy no hay que cuestionar lo que nosotras hacemos o dejamos de hacer, sino qué hacen y dejan de hacer ellos. Pongamos la mirada en el hombre y hablo de correr el ojo y no pensar si la mujer se prostituye o no, si quiere o no quiere. Debemos poner el ojo en el varón que paga por sexo y saber por qué paga por sexo.

"Deben preguntarse si San Juan pudo mejorar como sociedad o sigue siendo pacata".

  • Soledad y necesidades, lo que la llevó a ser víctima

Alika nació en Córdoba y allí pasó gran parte de su niñez. Su mamá, quien viajó a buscar trabajo a Buenos Aires, la dejó con una abuela; y según lo que ella comentó en numerosas entrevistas hubo épocas en las que no tenían ni para comer. En ese contexto de soledad y necesidades le ofrecieron trabajo en Tierra del Fuego, supuestamente en un boliche. Así fue que comenzó a trabajar en un prostíbulo. Si bien ella no fue secuestrada, como siempre se piensa de las víctimas de trata, comentó que su realidad la llevó a "naturalizar" esas prácticas. De hecho, comentó que cuando fue rescatada pensó en un primer momento que ella estaba por ser detenida, pues no se consideraba víctima.

"Yo venía de muchas ausencias familiares y afectivas y con un amor propio bastante destrozado, entonces ellos entraron en mi vida cubriendo esas ausencias y ocupando lugares muy importantes en mi adolescencia. Yo confiaba mucho en ambos, en Pedro y Claudia -los proxenetas-, los veía como mi padre y mi madre", dijo en una entrevista y comentó que le costó entender que esa gente no la había ayudado, si no que la había metido en un negocio ilegal.

En 2016, en un fallo histórico, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego condenó a sus captores a siete años de prisión por el delito de trata agravado por la pluralidad de víctimas y reconoció la responsabilidad civil de la Municipalidad de Ushuaia, que debió indemnizarla. Esta fue la primera vez que se reconoció en la Justicia la connivencia estatal con la prostitución y se trató del primer caso en que una víctima de trata se constituyó como querellante contra sus proxenetas.