Un mito muy difundido a lo largo de la historia es que José de San Martín cruzó las altas cumbres en un estado de salud lamentable. A tal punto, dicen algunos, que tuvo que ser transportado en camilla. Sin embargo, cuando se busca más información sobre el tema, se descubre que hay gran falta de precisiones. Nunca se supo qué enfermedad lo afectó, ni en cuál de las numerosas veces que cruzó Los Andes padeció el misterioso mal. Y quienes sostienen la creencia no aportan documentos que convaliden esa afirmación.

El primero en difundir la enfermedad de San Martín fue el político y abogado chileno Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), quien tuvo periodos de admiración y de rechazo hacia la figura del prócer. A su vez, a principios de la década del "40 del pasado siglo XX, el argentino C. Galván Moreno publica el libro "San Martín, el Libertador", en el que retoma la tesis de la salud gravemente afectada. Ubica los hechos en el segundo cruce, es decir, cuando luego de haber vencido en Chacabuco, el Libertador se dirige a Buenos Aires para dialogar con las autoridades. El 12 de marzo de 1817, acompañado sólo por su ayudante, sus arrieros y un baqueano se puso en marcha. Eligió el camino de Uspallata, el más directo para llegar a Mendoza y desde allí a la capital del Plata. Al respecto Galván Moreno escribe: "Su estado físico era deplorable. Viajaba fuertemente afectado por sus dolencias, venciendo al sufrimiento con la voluntad". Cinco días más tarde, se encuentra en Uspallata y escribe a Bernardo O'Higgins una cariñosa misiva, trazada, según Vicuña Mackenna, "con la mano temblorosa de un octogenario. Quizá su enfermedad, quizá el cansancio, el frío o la fatiga daban esas convulsiones a su pulso, haciendo que los renglones se den letra con letra". Ésta, puede llegar a ser la única prueba presentada.

Lo extraño es que, si estaba tan enfermo no se lo contara a O'Higgins en la carta que le escribe desde Uspallata. Tampoco expresa nada al respecto en una misiva que, el mismo día y desde el mismo lugar, redacta para las autoridades del Cabildo de Santiago. Sumado a esa, la grave enfermedad no le impidió desplazarse inmediatamente a Mendoza, donde fue recibido por la población. Agrega Galván Moreno que "él sólo pernoctó una noche en su querida Mendoza. Al día siguiente continuaba su marcha hacia Buenos Aires". Allí llegó en tiempo récord para la época y luego de cumplir con sus obligaciones regresó inmediatamente a Chile. El 11 de mayo de 1817 entraba a Santiago, habían transcurrido menos de dos meses desde su partida. Las pruebas documentales de su enfermedad son inexistentes; es más, la velocidad con la que hizo este viaje de casi 4.000 kilómetros hace pensar que estaba en un excelente estado de salud.