El camino. Para Mariela Gallardo hay un antes y un después de esta experiencia en la que la solidaridad mutua fue inspiradora para su vida, cambio que aplica en el Penal de Chimbas.


El pasado de Mariela Gallardo (48) no fue fácil. La pérdida de su mamá a los 16 años la marcó para siempre. Al tiempo, su papá se volvió a casar y ese volver a empezar, ese rearmar todo el rompecabezas de su historia familiar, para ella sería un desafío durísimo. La pérdida se tradujo en la vida de Mariela en una baja autoestima, con la que tuvo que lidiar y frente a la cual ahora sí, por fin, siente que pudo transformarse a partir de su voluntariado con mujeres del Penal de Chimbas.


Actualmente, Mariela da catequesis para la Primera Comunión a un grupo de mujeres internas en la unidad carcelaria, "las chicas" como les dice con afecto, que la ayudaron a sanar y a quienes ella hoy busca fortalecer a través de la fe y la oración.


"Las preparo para la Comunión pero va más allá, es un camino hacia el perdón, sobre todo el perdón hacia sí mismas después de las faltas que cometieron y que las hizo estar acá, para que eso las ayude a valorarse como mujeres. Es en esa tarea de encuentro con el Señor que yo me siento útil", cuenta la docente y catequista. "Es un ida y vuelta, con ellas aprendí a ver la vida desde otra perspectiva, a hacerme menos problema por ciertas cosas y sentir que puedo ayudar", suma. 


Su nexo con esta actividad en el Penal llegó a partir de ingresar al grupo religioso "Camino de Emaus", liderado por el sacerdote Eduardo Gutiérrez Bonduel. Mariela está casada hace más de 20 años, tiene tres hijos y una de ellos, su hija mayor, padece microcefalia. Cuando la chica tenía cinco años estuvo internada en terapia en la ciudad de Córdoba. Tras ese momento que luego significó una vida de entrega y paciencia sin igual, junto a su esposo conocieron al padre Eduardo. "Nos invitó a una misa y luego surgió lo del centro Genesaret, para mí fue lo mejor que me pasó porque empecé a mirarme a mí misma", recuerda Mariela.


El lugar al que hace mención es un centro cristiano dedicado el acompañamiento, contención y educación integral de personas privadas de la libertad y el proceso de reinserción social. Allí Mariela empezó colaborando en un taller de manualidades, en el que ahora además participa su hija del medio, María Valentina. Y este año comenzó a hacerse cargo del grupo de catequesis. "Preparo mis encuentros con este objetivo e iniciamos con una lectura bíblica en la que las chicas casi siempre encuentran identificación con su propia vida, allí nos nutrimos mutuamente y en lo personal acompañar a estas mujeres sirvió de inspiración a mi vida", revela Mariela. Los encuentros de catequesis son todos los lunes en la mañana, un tiempo que esta mujer respeta haciendo espacio entre su vida familiar y sus obligaciones como maestra de escuela.