Es habitual que al terminar la escuela los padres se planteen qué hacer con los hijos. Y es así que el tiempo de vacaciones se vuelve un gran desafío para los adultos que en muchos casos intentan llenar los espacios de tiempo de los niños para mantenerlos ocupados.

La psicopedagoga Gabriela Buigues comenta "Me gustaría desafiarlos de otro modo, me gustaría desafiar a otros papás que como yo podemos ganarle al temor del aburrimiento, para abrirle la puerta a un momento de encuentro, imaginación y creatividad\'

Según el diccionario el término vacaciones significa: suspensión temporaria de la tarea para el descanso de las personas que trabajan en una institución, empresa, etcétera. Y aunque parezca una tarea difícil es posible encuadrar este tiempo posterior a la finalización del ciclo lectivo como un espacio de cambios de tareas.

Entonces por qué continuar con rutinas donde se siguen llevando a los niños de un lugar a otro con horarios fijos todos los días, provocando la sensación permanente de no parar ni un momento.

"Es tiempo de ocio, pero de un ocio creativo. Es momento de una situación de estrés positivo que permite tanto al adulto como al niño dar lugar a la creatividad que también pone en juego funciones cognitivas.

El adulto tiene el hermoso desafío de planificar un juego, una salida, un juguete que con sus propias manos puede construir. Así estamos resolviendo una situación problemática, estamos utilizando un método científico donde usamos materiales, ensayamos soluciones, nos equivocamos y volvemos a intentar. ¿No es esto también utilizar las funciones cognitivas que necesitamos para la vida?, explica la licenciada.

"Haciendo esto también se pone en práctica lo que se aprendió de alguna abuela que un día nos prestó una aguja de tejer al crochet y un poco de lana para jugar a que tejíamos o una vecina que trajo sus muñecas para coserle ropita y los varones eran los ingenieros que con cajas de zapatos construyeron palacios para nuestras princesas. O también varios pares de medias que desaparecieron de un cajón para convertirse en la pelota del centro de calle donde se jugaba algún superclásico". narra Gabriela

Estos juegos a su vez son una forma de transmitir la propia cultura cargada de emociones y de palabras que normalmente no se le dicen a los niños. Entonces las vacaciones se vuelven un espacio de oportunidades donde se conocen raíces de bisabuelos que permanecen, de abuelos que trascienden y de padres que se reencuentran en un sinfín de miradas y risas con sus hijos en tiempos diferentes.

Tal como explica la psicopedagoga este tiempo de descanso no debería ser una carga para el adulto, sino un tiempo de una oportunidad de enriquecer al otro con las experiencias vividas, teniendo presente que toda persona "es fuente de mi enriquecimiento" y por lo tanto transitar así un camino para el desarrollo integral de los hijos.

Hay que intentar mirar las vacaciones como una posibilidad de crecer con el otro, que se siente capaz de aprender jugando, y vivirlas como la oportunidad que tienen los adultos de crear un ambiente renovador, donde hay convicciones, alternativas y acciones que traccionan hacia un hacer enriquecedor.

De este modo se estará reconociendo a los niños como sujetos activos, espontáneos y creadores, capaces de aprender para no dejarse superar por el aburrimiento, y además se estará ayudando a convertirlos en personas que confían en sus propias habilidades, que reconocen sus limitaciones pero no dejan de seguir intentando para conseguir lo que se habían propuesto como metas.

Serán personas que después de una pérdida, se entristecerán por lo sucedido, pero no se detendrán ante una frustración. En síntesis, serán niños más saludables y felices.

Es posible en estos momentos generar interacciones que implican desafíos más complejos e impulsan el desarrollo integral. Así se establecen vínculos con otros niños de otras edades, otras culturas familiares y otras habilidades. De todo este bagaje de diversidades surge el enriquecimiento personal que podrá ser un tesoro para cuidar toda la vida.

Con esto se crean ambientes heterogéneos, que no tienen la finalidad de llenar espacios vacíos, porque las tareas escolares terminaron, sino ambientes desafiantes de habilidades cognitivas y emocionales que permiten al niño estar en contacto con sus pares aprendiendo a ser mejores personas.

"Aquí tiene lugar el saludo amable, la discusión que respeta lo diferente pero que busca el equilibrio del encuentro, el acuerdo comprometido con convicciones, las alianzas que promueven las solidaridad, el conocimiento de sí y del convivir, la transformación de situaciones conflictivas, la toma de conciencia de las potencialidades, de las carencias pero también de los recursos personales. Es posible desde esta mirada ponerse en el lugar del otro para compartir, enriquecer y respetar", cuenta Buigues.

"En síntesis, estaremos desarrollando en nuestros hijos una herramienta muy importante para la vida: la inteligencia emocional, o en otras palabras la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones", finaliza la psicopedagoga.