Don Ramón extrayendo yemas con tijera como a él le gusta para injertar.

En agricultura se utiliza el injerto para propagar una planta sobre otra con el fin de complementar los factores productivos de ambas.


Injertar es un proceso lento que requiere paciencia y práctica. Las plantas de vid que se encuentran establecidas en el viñedo son candidatas a recibir un injerto cuando no son económicamente rentables o cuando no son apropiadas para determinado sitio. Las plantas de vid que serán injertadas deben estar sanas y vigorosas, sin enfermedades o insectos y relativamente jóvenes. Las estacas, yemas o púas deben colectarse cuando la planta está en letargo para la mayor parte de los injertos. Sin embargo, tejido en crecimiento activo puede ser usado en algunos casos. Hoy hay varios tipos de injertos que se pueden utilizar en viticultura.


El cambium (tejido de células) de los vegetales está formado por células embrionarias responsables del crecimiento secundario de tallos y raíces. 


Al poner en contacto el cambium de dos plantas se produce una proliferación de células embrionarias (callo) y poco después se regenera la conexión vascular. Comienza a fluir la savia. Ha prendido el injerto.


La nueva planta se genera a partir de una yema, que deberá estar incluida en la porción injertada, cuando las condiciones son propicias para su desarrollo, formándose nuevos brotes que conservarán todas las características genéticas de la planta de procedencia (reproducción vegetativa).

Denis Vargas, nieto de Ramón, sigue la profesión de su abuelo.



El hombre lo hace posible


La edad no le impide a Ramón Emilio Andrade seguir trabajando en lo que le gusta. A sus 78 años hoy sigue realizando el oficio que heredó de su padre Blas, un agricultor mendocino que hace casi un siglo vino a San Juan como encargado de construir los viñedos de La Germania (luego El Globo) en la localidad de Pozo de Los Algarrobos, Caucete. La misma finca donde nació en las festividad de San Ramón, el 31 de agosto de 1940.


"Aprendí a injertar rosas desde niño. Mi padre me enseñó a realizar 'parches' y las flores de los rosales tenían 'pétalos dobles'. Él trabajaba mucho con el injerto de hendidura diametral colocando púas en la base de la cepa al cual tapaba con totora vegetal para que se soldara el pie con el injerto. Era muy observador y me dio todos los consejos para no fallar con la técnica. Ya con el tiempo y observando las nuevas técnicas, aprendí el injerto en T leñoso, que fuera creado por el investigador del INTA Rama Caída, Mendoza, el ingeniero Ángel Gargiulo. Fue así que allá por el año 1971 me animé e hice este injerto en la finca La Docena, de Caucete, por aquel entonces propiedad de don Antonio Pulenta, un patrón a quien recuerdo mucho con cariño por su don de gente", explicó entusiasmado Ramón Andrade. 


Desde aquella primera experiencia importante en 1971 Andrade, todos los años, repite un ciclo que para él ya es un clásico en su vida. Desde octubre hasta fines de noviembre es contratado por productores y empresas para que les cambie las variedades que por alguna razón ya no rinden en lo productivo y en lo económico. "Yo planifico la tarea. Todo el material que voy a usar como yemas, la forma de la estaca, su hidratación, si tiene buenos entrenudos, si no hay rastros de alguna enfermedad o plaga, etc., es chequeado. Si no cumple con los requisitos le digo al cliente directamente que no gaste plata, que los injertos no van a prender bien. Prefiero siempre decir la verdad por más que yo no haga la 'changa'. Una vez un productor quiso injertar sobre Sultanina una uva de maduración tardía. Le dije que no le hacía el trabajo ya que eso no iba a resultar. Y así fue que el hombre cambió por otra variedad y le fue bien. En eso hay que tener buen ojo: fijarse qué tipo y qué vigor tiene la planta, no es injertar por injertar nomás", explicó muy entretenido Andrade.

Andrade aplicando su especialidad: el injerto en T leñoso.



Con un equipo de entre 8 a 10 personas a quienes personalmente entrenó, el injertador caucetero se mueve entre parrales y viñas en estos meses de primavera. "Les enseñé a todos el injerto en T leñoso. Un injerto con más del 90% de prendimiento si las cosas se hacen bien. Un injertador dependiendo de la finca injerta entre 250 a 300 cepas. En plantas nuevas colocamos dos yemas o 'T' y en las viejas o de más tronco a mí me me gusta colocar tres 'T' para mejorar prendimiento. Lo de mi padre a mí yo también se lo trasladé a mi hijo que también injerta con buena mano. Hoy me acompaña mi nieto Denis, hijo de mi hija Graciela. Como ve, este oficio se va pasando de generación en generación. ¿Qué cuantos injertos hice? -piensa- nunca llevé la cuenta. Pero de algo estoy seguro: nunca nadie me reclamó por mi trabajo", explicó con orgullo Ramón Andrade.


Esta pequeña nota es dedicada a todos los injertadores de nuestra tierra, una tierra rica en historias de hombres de viñas poco reconocidos y que vale la pena rescatar.