Se habla tanto del discurso del odio que hasta pareciera ser contagioso, o al menos hay una percepción de que ha calado hondo en algunos sectores de la sociedad argentina (y sanjuanina, por supuesto). Siempre pensando que las reacciones de las personas en la vida cotidiana, en el tránsito vehicular, en los comentarios de las notas que aparecen en los medios de comunicación, y sobre todo en las redes sociales, pueden estar vinculadas a este sentimiento humano tan negativo. De momento, la misma sociedad los ha catalogado como "haters", que estrictamente traducido del inglés sería "enemigos, enemigas", y por qué no, de manera vulgar: "odiadores". Claro que a prima facie hay que preguntarse ¿Qué es el odio?, ¿Se puede llamar así a las conductas de muchos individuos en estos tiempos?, ¿a qué obedece? Son algunos de los cuestionamientos de cualquier ciudadano preocupado y ocupado por esto que no parece ser una sensación aislada. 


Actualmente es usual escuchar hablar de "discurso del odio", de uno y otro lado de los frentes políticos, y de las masas que concuerdan con uno u otro lado. Incluso se percibe ese malestar en las calles y en el quehacer diario. Dos profesionales de renombre y estudiosos de temas psico-sociales responden a estos interrogantes. Se trata de Daniel Castro (DC), licenciado en Psicología y Mirta Vera (MV), licenciada en Psicología, master en Políticas Sociales de la UNSJ, y Psicología Social de Universidad UAT, Chile.


-¿Qué es el odio? ¿Qué genera en cada persona y en la sociedad?


DC: Hablar del odio, es hablar de un sentimiento profundo e intenso, que puede ser duradero, de rechazo hacia una persona, objeto o situación, a la que se desea producir un daño o que algo malo le ocurra. El odio es un sentimiento asociado a emociones como la hostilidad, el rechazo, la envidia e indirectamente también el miedo. Y puede generar mucha violencia. Sin dudas, uno de los sentimientos más primitivos de los humanos. Al contrario de lo que se supone odio, no es lo opuesto al amor. En tal sentido, lo opuesto a esto sería la indiferencia.


MV: Es un sentimiento humano que consiste en desear el mal a una persona, grupo de personas, o seres. Se caracteriza por ser permanente y está asociado a otros conceptos que lo potencian como la ira, la envidia y el resentimiento. Según como se vaya vinculando a estas acciones entre sí, va a determinar la calidad del odio que la persona pueda sentir. La ira, por ejemplo, consiste en la intención de causar un estado de malestar en otro por algún desprecio manifestado por la impresión de haber sufrido una injusticia. En general es impulsiva, transitoria, causa malestar y dolor en otro. Lo que se demuestra en esta interacción con cualquiera de esas acciones es lo peligroso que puede ser el odio. Hay una retroalimentación constante, por eso su permanencia. Los odios definen a los individuos y a los grupos en los que se incluyen porque reflejan las marcas de pertenencia social, de un establecimiento jerárquico de valores, de que es mejor o peor por medio de intereses, gustos y hábitos. Hay un filósofo francés que dice "Dime lo que odias y cabría pensar cual es el mejor rostro de tu identidad". Es decir que aunque se quiera tomar distancia de ese sentimiento es difícil ya que los odios terminan por definirnos.


-¿Cómo se ha generado ese sentimiento a nivel social?

DC: El odio ha existido desde que el ser humano existe, pero los diversos frenos sociales, la ley, la justicia, las instituciones, han ido actuando de frenos represivos, contra ese y otros sentimientos que atentaban contra el grupo, la convivencia y el desarrollo social. A lo largo de la historia, estos frenos han sido cuestionados por lo que van cediendo o perdiendo su fuerza y la manifestación del odio ha ido cobrando más fuerza. Las instituciones, la democracia, la justicia, la fe, son conceptos que han caído en un revisionismo, a la luz de una idea de consciencia individual que pugna por imponerse, que muchas veces alimenta las diferencias y también el miedo a estas diferencias y/o diversidades. Dando lugar a las xenofobias, homofobias, teofobias, entre otras. Convirtiéndose el miedo también en un gran combustible para el crecimiento del odio. Rechazar a todo aquel que sienta, piense, se perciba o crea en algo diferente a mí. El "Pre-Juicio" sobre el otro. 


MV: A veces las personas no identifican el odio hacia alguien en específico pero si a determinados conceptos, pero seguimos sosteniendo la misma lógica porque utilizamos una negatividad en forma de odio para definir una posición respecto a alguien o a alguna situación. Por ejemplo si odiamos la crueldad nosotros mismos somos crueles cuanto más la rechazamos, es decir que ese ejercicio de negatividad nos vincula con lo que criticamos. Ese es el potencial destructivo del odio. Porque éste se dirige a la propia existencia de alguien y a la necesidad de que desaparezca. Respecto a la vida social, el odio puede ser manipulado, y de hecho ha tenido en la historia de la humanidad un gran poder movilizador. En los últimos tiempos estas manifestaciones de odio en la esfera pública han tenido una gran exacerbación. Si analizamos su reproducción en el ámbito público es pertinente usar el concepto de discursos de odio, y en ese marco valorar la tendencia a reproducir una discursividad violenta.


Es un dilema que se presenta hace años por el surgimiento de lo que se denomina "nuevos autoritarismos", el autoritarismo social donde se reproduce un debilitamiento de ciertos valores y consensos democráticos en algunos grupos de la sociedad civil. Por discurso de odio se entiende cualquier tipo de discurso en la esfera pública que promueve, incita o legitima la violencia física hacia grupos étnicos, sociales, de género, o cualquier otro. Esto ha producido en el mundo efectos desdemocratizadores porque el neoliberalismo no busca consenso en la legitimidad si no en los discursos de odio. Por eso se potencian. Impone la individualidad como principio y el otro se vivencia como una amenaza para sus propios intereses


- El odio parece estar instalado en todos los ámbitos de la vida.


DC: En todo ámbito de vínculo humano, puede haber manifestación del odio. En el fútbol, cuando estoy más feliz o pendiente de que pierda el equipo contrario que cuando gana el propio. Odio en el tránsito, cuando insulto o tiro el auto encima a aquellos que cruzan tardíamente el semáforo caminando. Odio con los parientes que no se comprometen del mismo modo con el cuidado de los progenitores, o con diversos grupos sociales, que profesan diferencias de género, religión, política o modo de pensar. Así como enseñamos a amar, también enseñamos sentimientos que fomentan el odio. 


-¿Las redes sociales influyen en esta escalada de odio?


DC: Creo que hay una influencia de las redes y medios de comunicación, porque de algún modo pueden reforzar los discursos de odio. Los medios de comunicación, cada vez menos independientes, ya van dejando de informar objetivamente, para "opinar" y hacer un "relato" sobre lo que sucede. La realidad aparece "opinada", o conceptualizada bajo una percepción, que está dirigida a un tipo de público específico. Por otro lado, el público, elige esa señal, porque refuerza su idea sobre la realidad y la percepción del mundo. Otro tanto ocurre con las redes sociales, que muchas veces son utilizadas para agredir, insultar, burlarse y hacer catarsis, sobre los hechos y aprovechando el espacio para "diferenciarse" negativamente de aquellos que son rechazados. Todo esto es un caldo de cultivo que da un espacio singular a la aparición del odio. Un espacio donde el odio podría ser legitimado. Además sabemos que las redes trabajan bajo encuadre de algoritmo, por lo que, quienes buscan determinados grupo de información, se les ofrecen portales que tienen que ver con sus búsquedas, es decir, toda la realidad confluye en un mismo discurso. 


MV: Respecto de las nuevas tecnologías en la difusión de estos discursos de odio que vamos incorporando en nuestra identidad y que se refleja en lo cotidiano en las actitudes hostiles hacia el otro porque aparece como una amenaza a mis intereses, es relevante pensar en cuanta influencia tienen porque son un espacio público. Tienen una condición esencial en la vida democrática porque ahí se forma en un plano de igualdad, la voluntad popular, donde todos tenemos derecho a plantear nuestras opiniones y ponerlas a consideración de otros. Las redes sociales reconstruyen y reelaboran constantemente esa esfera pública, profundizan el protagonismo de los sujetos en relación a considerarlos productores de discurso, como efecto se produce la adhesión a visiones autoritarias que se expresan libremente en las redes sin parámetros en los cuales los sujetos puedan tomar una posición crítica. El resultado de la intersección entre los discursos de odio y los aparatos mediáticos es promover la eficacia simbólica de estos discursos de odio que se reproducen sin la posibilidad de ser revisados críticamente por las personas.


- ¿Los discursos políticos han promovido este sentimiento hacia los sectores sociales?


DC: Yo creo que es un proceso circular, es decir, los políticos no son entes aislados, sino, la una manifestación social del vínculo entre las personas. De manera que si ellos fomentan el odio, usando las diferencias para sostener y justificar una ideología política, o para retener un grupo electoral, es porque esto es también sostenido socialmente. Quiero decir, si los votantes de determinados grupos políticos, no sostuvieran los discursos de odio de los políticos con los que se sienten representados, estos se disolverían. 


Los políticos pueden usar y promover el lenguaje del odio, porque hay alguien que se comunica socialmente con este lenguaje. Por otra parte, si alguien promueve una frase de odio - muchas veces las personas o los medios las repiten, sin siquiera cuestionárselo, sin poner freno a ella-, yo creo en esa frase, sin dudar siquiera de lo expresado, más porque refuerza mi idea de la realidad que porque me la presente objetivamente, estoy sosteniendo el discurso. 


Las personas creemos aquello que necesitamos, para sostener lo que nos mantienen seguros. Y esta creencia incuestionada de la realidad que pensamos, sentimos y vemos, podría llevarnos al fanatismo, que es otra de las fuentes inagotables del odio. 


MV: El capitalismo constituye tanto una política económica, como una ideología y una forma de vida desde una lógica que extiende la competencia y el mercado a todas las relaciones sociales y a la vida personal. Por ese dice que se destruyen los lazos sociales del sujeto desde una racionalidad que sostiene que el motor de la acción humana es el interés económico cuando en realidad muchas personas nos movilizamos por los afectos, por la construcción del otro como alguien cercano en el cual me sostengo emocionalmente y constituye un apoyo. Así es que en ese constante discurso que busca la satisfacción inmediata, una posición individualista donde el otro es una amenaza es donde se potencian estos discursos de odio en aquellos sujetos permeables porque no tienen parámetros claros con los cuales comparar y tener una posición crítica sobre esto que se les impone.


- ¿Se puede revertir? ¿De qué manera?

DC: Es posible trabajar para revertir este discurso, fundamentalmente sacando los caldos de cultivos para que éste se genere. Algunos de ellos son: el miedo al que opina diferente. Aprender y enseñar sobre el respeto a lo diverso, a lo diferente. Al que piensa, siente y cree diferente. No tratar de convencerlo. Mi idea es propia, no la mejor. Los demás tienen derecho a pensar y definir la realidad de forma diferente a la mía. Que yo no esté de acuerdo, o no me guste, no significa que no pueda convivir y respetar. Tratar de buscar información y aprender sobre lo que es diferente. Las personas pueden percibir su identidad distinta de su expresión biológica. Eso no está mal, no es malo, es una percepción individual, que debe ser respetada, como se respetan las creencias, las diferentes religiones, la fe, la militancia política, entre otras. Escuchar más que imponer. No estar de acuerdo no está mal. Pero no es necesario siempre llegar a un acuerdo. Muchas veces tendemos a completar las frases o a dar respuestas al otro, de acuerdo a nuestra percepción del mundo. Un ejemplo muy básico de eso, es cuando alguien nos dice que se siente mal o triste, en lugar de escucharlo, le damos la respuesta de: "No debés estar mal, porque tenés todo para ser feliz, familia, amigos, gente que te quiere, etcétera." Eso es tratar de imponer algo, una idea propia, por sobre un sentimiento ajeno. No respetamos el sentimiento del otro. Con el discurso del odio, muchas veces hacemos lo mismo. "Aquellos no saben nada", "Esos viven mal", "Esos no saben nada", "Lo que plantean es enfermo". Sin escuchar. No se trata de caer en un relativismo de la realidad, sino más bien, entender que todos podemos tener un modo de ver el mundo, y no podemos condenar a quién la ve diferente. Respeto sobre todo.


MV: Respecto a como puede revertirse, es importante dar centralidad a la educación de derechos humanos para que las identidades y alteridades tengan una relación armoniosa más allá del odio en cada uno de nosotros. El otro puede ser diferente, puedo estar de acuerdo o no, pero lo que no puedo poner en juego es la dignidad que tenemos. Creo que ese es el eje de la convivencia democrática y de la posibilidad de construir una sociedad donde haya lugar para todos.


- Ese sentimiento, esas acciones ¿afectan a las generaciones de niños y jóvenes? ¿Cómo?


DC: Sin duda que afecta a nuestros niños y jóvenes. No olvidemos que ellos aprenden más por imitación, que por lo que les decimos con palabras. Si ellos nos ven, condenando, agrediendo, insultando, deseando el mal a alguien que piensa diferente, naturalizan la posibilidad del surgimiento del odio. Si yo me estaciono en el lugar prohibido, para esperar a mi hijo que sale del colegio y lo justifico diciendo que "es un ratito y ya me voy", estoy haciendo natural el cometer una falta y ser impune delante del niño. 


Del mismo modo, si yo me burlo, insulto, o humillo a alguien porque no hace lo que "se debe" según mi percepción, naturalizo el discurso del odio. Enseño que está bien despreciar al que es diferente. Si somos capaces de aceptar respetuosamente que en su singularidad, el otro, puede pensar y sentir diferente la realidad y a sí mismo, enseño a los niños y adolescentes que la realidad no puede ser definida unilateralmente por mí, dando espacio y le quito espacio al desarrollo del despotismo y el fanatismo que son bases del odio. 


Se puede tener una concepción de identidad, pensamiento, fe o política diferente a otra persona, y eso no imposibilita que pueda convivir sin necesidad de violencia o castigo. 


 MV:   Hay que tener en cuenta que ellos ya se han socializado en este mundo virtual y en el acceso a las redes, entonces son receptivos constantemente a todo tipo de discurso que vienen desde las redes. Teniendo en cuenta que ellos tienen una construcción subjetiva es importante que el acceso a éstas sea mediada por quienes son sus cuidadores familiares o institucionales. Que sea un acceso en el que se sostenga constantemente la posición crítica como ese margen de protección y seguridad para filtrar lo que recibe y lo puede leer con parámetros que tienen que ver con valores sociales, familiares que me permiten poner en tela de juicio aquello que recibo.


Hay que insistir constantemente en los primeros momentos de socialización en la lectura de la vida social, y la interacción en clave de derechos humanos donde siempre debemos ser respetuosos de la dignidad humana y entender que en una democracia profunda, la igualdad se construye en base a las diferencias, la aceptación, la tolerancia como un requisito sine qua non de la vida social.

Myriam Pérez
Ilustraciones: Startpage