Las vacaciones ideales, serían durante ¿una semana? ¿Un mes? ¿Medio año? ¿El año sabático?


Si bien cada uno puede responder a esta inquietud con la cantidad de días que sienta que le resuelven su cansancio, sus ganas de conocer el mundo viajando, sus posibilidades económicas para armar la valija y elegir destinos, etc, etc, etc, la ciencia ya encontró una respuesta.


De hecho, investigadores de la Universidad de Tampare, en Finlandia, dilucidaron que el tiempo ideal para tomar un respiro de la rutina y disponerse a dormir sin interrupciones, pasear sin mayores contrariedades y animarse a hacer jornadas diferentes es de 8 días. Sí, sólo 8 días. Porque al llegar a la octava jornada de mar y playa, o naturaleza, sol y montaña, ciudad y sus alrededores, con o sin shopping, con pileta a full y paseos en bicicleta por la plaza, en crucero o haciendo dedo como mochilero, o la forma en que en definitiva cada uno elija para descansar, el cuerpo empieza a experimentar al cabo de una semana un decrecimiento de los beneficios que había logrado los días previos y que estaban ligados al bienestar y a mejoras en la salud.


La investigación en cuestión se basó, según se detalla en un informe del diario Infobae, en un experimento en el que formaron parte 54 participantes. Todos ellos se encontraban laboralmente activos y la media de edad se situó en 42,5 años.


El objetivo del estudio estaba centrado en vacaciones consideradas largas -que pueden ir desde los 15 hasta los 34 días con una media de 23-. Los investigadores se concentraron en encontrar la cantidad perfecta de días que deben durar las vacaciones para que la persona no vuelva con la sensación de cansancio o el sentimiento de que nunca se desconectó de sus obligaciones. Para obtener el resultado buscado por esa hipótesis, un equipo de científicos investigó los procesos psicológicos asociados a una estancia vacacional larga, alejados del trabajo, para ver cómo se desarrollaban tanto la salud como el bienestar de las personas durante y después de las vacaciones.

Según detallan en el informe, cada voluntario sometido al experimento tuvo que informar cuestiones vinculadas a la salud antes de empezar el proyecto, en tres o cuatro oportunidades durante las vacaciones y al menos 5 veces al regresar. Por ejemplo, tuvieron que responder acerca del estado de salud, los niveles de cansancio y fatiga, la satisfacción, el humor, la tensión y los niveles de energía.


Así fue como se llegó a la conclusión que la salud y el bienestar de los participantes, con un marcado cambio de ánimo y humor, fueron creciendo durante las vacaciones, desde el segundo día hasta llegar a la octava jornada, cuando empezaba a decrecer la sensación de plenitud. Puntualmente se determinó que a partir en ese momento la persona que vacaciona ya se olvidó de sus responsabilidades laborales y no hay indicios de estrés. Pero pasada una semana, cuando se alcanza el pico máximo de bienestar, es cuando vuelven a aparecer algunas de estas sensaciones ya conocidas durante el año. Incluso por más que aumenten las actividades recreativas y distractorias a la par de los días, la situación no cambia.


"Las pruebas reunidas hasta ahora indican que el efecto saludable de las vacaciones es idéntico si duran ocho días que si duran quince", aclara el equipo de trabajo de Tampare dirigido por la investigadora Jessica de Bloom, cuyos estudios indican que es más lógico acortar las vacaciones y optar por varios períodos cortos a lo largo del año.


Además, se consignó en el estudio en cuestión que apenas una semana después de la vuelta al trabajo tanto la salud como el bienestar vuelven al punto de partida.


"Existen evidencias empíricas de que las vacaciones favorecen la salud y de que, tras un tiempo prolongado sin darnos un respiro, somos más vulnerables a las enfermedades cardiovasculares y aumenta el riesgo de muerte prematura", aseguran.


Los autores del estudio recomiendan, en caso de no poder irse durante 8 días, un turismo de escapadas más frecuentes antes que realizar unas vacaciones de una duración muy prolongada, y de esa manera lograr desconectarse, reducir el estrés y encarar las obligaciones de buena forma, varias veces en el año. Algo que es cada vez más frecuente.


Hay otro estudio similar, esta vez llevado adelante por investigadores de las universidades de California y Harvard, en Estados Unidos, que demostraron que basta con seis días alejados de la rutina para que se modifiquen ciertos genes clave relacionados con la respuesta al estrés, la actividad del sistema inmune, la longevidad y la curación de heridas. Lo llaman efecto vacaciones y se traduce en que, durante un mes, el cuerpo está mejor preparado para enfrentar lesiones y ataques de virus. Incluso se reducen los niveles de ciertas proteínas relacionadas con la demencia y la depresión. De hecho, la simple idea de viajar y los preparativos, con todas sus expectativas a cuesta, generan en el organismo, la liberación de dopamina, un neurotransmisor también conocido como hormona de la felicidad.

Todo estudiado


Además de los tiempos de vacaciones, hay otras cuestiones analizadas a la hora de optimizar las vacaciones.


Se cree que entre elegir un destino relajado y otro que implique mantenerse activo, es preferible optar por el segundo. Especialmente se recomiendan esas vacaciones que impliquen el contacto social y el entretenimiento, dos ingredientes que fomentan el bienestar durante y después. Aparentemente si en lugar de descansar cerca de casa se opta por salir del país, eso será más beneficioso porque se estudió que los viajes a destinos alejados regeneran la flexibilidad cognitiva, un componente clave de la creatividad y la capacidad de innovación, especialmente a la hora de volver a trabajar.


Además, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Edimburgo, las vacaciones en destinos dónde hay mucho sol generan el aumento de los niveles de vitamina D, una molécula que reduce la presión arterial, disminuye las cardiopatías y aumenta las posibilidades de sobrevivir en caso de padecer cáncer. Mientras que cada vez hay más pruebas que vinculan un tiempo en las montañas con pérdida de peso y tener el corazón más sano.


Una táctica infalible, inclusive en vacaciones, es dejar lo mejor para el final: la llamada regla del peak end. Según el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, no falla porque se basa en el funcionamiento básico de la memoria según el cuál el cerebro humano no suma el disfrute de los distintos momentos y hace la media, sino que está configurado de manera que lo que ocurre al final de un período se recuerda mejor. Por lo que siempre será buena idea visitar la ciudad más deseada, la playa más preciada o la actividad más linda cuando el viaje se acerque a su fin.


Inclusive los recuerdos y las añoranzas no contribuyen al bajón post vacacional, pero pueden ser de ayuda para mitigarlo combatirlo. La clave, una vez más, está en el cerebro. Cuando entra en acción la memoria autobiográfica para evocar recuerdos positivos, se activan circuitos neuronales en la corteza y en el núcleo estriado del cerebro que coinciden con los que se encienden con las recompensas económicas, según un estudio de la Universidad de Rutgers. Así, mirar las fotos del viaje, por ejemplo, puede ser de gran ayuda para mejorar el estado de ánimo.