Por Ing. Agr. Maximiliano Battistella


En los últimos días representantes de juntas de riego han reclamado la necesidad de modificar el cronograma de cortas definido por el Consejo de Hidráulica. Los representantes de algunas juntas argumentan que, si no riegan viñedos, ante las olas de calor que atraviesa la provincia, se comprometerá la producción del año que viene.


Antes de meternos de lleno en el efecto de las restricciones de riego en la vitivinicultura en particular, aunque afecta a toda la agricultura, es importante aclarar el escenario hídrico actual de la provincia. Hemos forzado a tal punto el sistema hídrico que hoy no hay agua disponible para riego porque los diques están por debajo de los niveles de seguridad. No recuperar los niveles de seguridad de los embalses no sólo pone en riesgo la valiosísima infraestructura que nos permitió sortear la sequía hasta ahora, y permitirá mitigar las futuras, sino que también se pone en riesgo la provisión de agua potable para el Gran San Juan y alrededores. La situación es extremadamente grave.


Llegados a este punto, lamentablemente, sólo podemos pensar en medidas paliativas dentro de la rigidez del sistema de gestión hídrica actual, y esperar, con resultados siempre subóptimos, reducir el impacto de la crisis.


"Adelanto, para el sector vitivinícola, que mi recomendación técnica ante la disyuntiva de no tener agua suficiente para cumplimentar los requerimientos de todo el ciclo vegetativo, que es preferible restringir el riego en el período poscosecha y embalsar agua para disponer de la misma en la brotación de la primavera que viene. De lo contrario, corremos un doble riesgo: provocar un rebrote tardío que afectará aún más las reservas de la planta; y no disponer del agua suficiente para la brotación y floración/cuaje del próximo ciclo productivo, afectando seriamente la producción.


Primero es importante aclarar qué entendemos por estrés hídrico, ya que muchas veces se confunde con el término restricción hídrica, que es una técnica de manejo del cultivo, a través del riego deficitario controlado, que permite una mejora cualitativa en la fruta y un ahorro de agua. En cambio, a los fines prácticos, llamaremos estrés hídrico al síndrome desencadenado por la falta de agua en el suelo y/o la excesiva demanda de agua del ambiente, que impacta negativamente en la capacidad del 'sistema fotosintético' de la vid de producir metabolitos primarios indispensables para el crecimiento y desarrollo del cultivo".


"Por otro lado, para comprender el efecto del estrés hídrico en la productividad del viñedo es importante aclarar que el sistema de reproducción -producción de fruta- de la vid es bianual. Esto quiere decir que los racimos que se están cosechando en este momento, se preformaron -indujeron- en la primavera del ciclo anterior. Más precisamente, el número de racimos que cosechamos en la temporada 2022/23 se determinó, en las yemas de la planta, en la primavera 2021/22. Pero el número de bayas -granos- por racimo se definió desde la brotación de las yemas al cuaje de esta primavera; y el tamaño y peso de los granos desde el cuaje hasta la cosecha. Esto es importante comprenderlo para entender cuáles pueden ser los efectos de un estrés hídrico, o de otra índole, en la productividad del viñedo".


EFECTO

En líneas generales, es posible afirmar que una situación de estrés hídrico tendrá un efecto en el viñedo. La intensidad, el tiempo de duración y el momento fenológico -momento del ciclo anual del cultivo- en que se produce el estrés, tendrá un efecto diferente en la productividad.


"El momento más sensible para el cultivo es desde brotación a cuaje. Un estrés en ese período puede tener un efecto negativo, no sólo en el número y tamaño de bayas de ese ciclo, sino también afectar el número y calidad de los primordios de racimos, que se están induciendo en las yemas de los brotes. Por lo tanto, puede afectar el número de racimos por brote del siguiente ciclo".


"Durante el crecimiento y maduración de las bayas, un estrés hídrico afectará el tamaño y calidad de las mismas, con mayor o menor efecto, dependiendo de la etapa de crecimiento en que se produzca, la intensidad y duración del estrés, y el destino de la producción".


"Hacia el final del ciclo, entre cosecha y caída de hojas, un estrés severo puede afectar las reservas de la planta, necesarias para la brotación del año siguiente. Sin embargo, es muy importante aclarar que una planta equilibrada comienza a acumular reservas desde el inicio de la maduración. Un estrés que afecte la capacidad fotosintética de la vid, o incluso que provoque la caída prematura de hojas, tendrá un efecto en la acumulación de reservas, pero mucho peor será el efecto sobre las mismas en caso de que se produzca un rebrote tardío del cultivo. Situación común en granizadas tardías o riegos excesivos en otoños cálidos. Los brotes inicialmente crecen a expensas de reservas y una hoja de vid necesita, aproximadamente, entre 20 y 30 días para que su fotosíntesis neta sea positiva -produzca más de lo que consume-. Por lo tanto, los brotes crecidos durante la poscosecha habrán consumido, de las ya deficientes reservas, antes de morir con la primera helada del año. Por lo que se desaconseja estimular la brotación al final del ciclo".


En síntesis, considerando la sensibilidad al estrés hídrico de los viñedos en cada etapa del crecimiento anual, y ante la inevitabilidad de que se produzca un estrés por falta de agua para riego, el período con menos impacto en la productividad será desde cosecha a caída de hojas. "En aquellos cultivos donde se ha producido este estrés, es importante evitar un rebrote tardío de las plantas, porque de lo contrario afectaremos aún más la disponibilidad de reservas del viñedo".


"Por lo tanto, ante la disyuntiva de la vitivinicultura sanjuanina de tener que restringir el riego en algún momento del ciclo, mi sugerencia técnica es: restringir al final del ciclo y acumular el agua que se pueda para evitar, dentro de lo posible, restricciones en la próxima primavera donde el impacto en la productividad puede ser mucho más grave".


EN NÚMEROS

2008  fue el año en que Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO comenzó a alertar sobre el advenimiento de una megasequía en San Juan.

> Pudo haberse evitado

El ingeniero Maximiliano Batistella continúa:

¿Podríamos haber evitado esta situación? La teoría y el conocimiento técnico - científico disponible indican que podríamos haber ralentizado la llegada a este momento. Y tal vez llegar un poco más holgados a la reversión del ciclo de sequía sin tanto sacrificio ambiental, productivo, económico y social.


¿De qué manera?

Desde hace tiempo las instituciones académicas y técnico - científicas de la provincia advierten que la gestión tradicional del recurso genera una alta ineficiencia global. De cada 100 litros que se desembalsan de los diques para riego, menos de 30 litros son utilizados por los cultivos. Esto se debe a la rigidez del sistema que no considera la demanda real de los cultivos implantados, sino que distribuye el agua de forma igualitaria. Esto se suma a problemas de infraestructura de conducción de agua fuera de la finca y baja incorporación de tecnología de riego dentro de las fincas.


Los sistemas modernos de gestión de recurso hídrico hacen énfasis en la demanda, considerando la oferta, para distribuir el agua de riego de acuerdo a las necesidades reales de los cultivos. Esto a su vez tiene la ventaja de reducir las inversiones dentro de la finca para presurizar el riego, por ejemplo.


En los últimos 100 años se han modificado condiciones estructurales en nuestro ambiente hídrico: hay una tendencia decreciente en los derrames del río San Juan, una retracción constante de los glaciares, se redujo la superficie cultivada en los oasis con derecho de riego, se reducen los niveles del acuífero, hay nuevas demandas sociales, económicas y ambientales con respecto al recurso hídrico. 


Es lógico que nuestra cultura hídrica esté en crisis, es lo único que no ha cambiado en los últimos 100 años. Es importante seguir poniendo información sobre la mesa y facilitar debates intelectualmente honestos para lograr los consensos necesarios que permitan avanzar a un sistema de gestión de recurso hídrico sostenible. 


Pero debemos apurarnos antes de que sea demasiado tarde.