Claudio Camenforte, garra a toda hora


Julieta (de 13 años) y Carolina (de 11) ven con tanto orgullo que Claudio Camenforte levante -casi como si fuese una pluma- los 250 kilos en la barra de pesas en su entrenamiento como que a diario traslade hasta 30 ó 40 medias reses cada vez que hay que descargarlas en un negocio. La potencia es parte del hobbie del papá, mientras que el reparto de carne, es su trabajo formal. Para las chicas, él es el más fuerte del Universo, no sólo por el peso que levanta sino por cómo las apoya en cada cosa que quieren hacer.


"Mi papá siempre está'', dicen las chicas al unísono y reconocen que en cambio, ellas no lo acompañan en las competencias en las que se presenta, ni de la Asociación de Sanjuanina de Levantamiento ni tampoco a las de picadas en Zonda, otro de los grandes gustos que se da el varón de la familia. Pero sí les interesa saber cómo le fue, si tuvo algún inconveniente y fundamentalmente si logró los objetivos. En este sentido, Claudio les ha dado en poco tiempo, dos trofeos, uno en el 2017 que salió en el 2¦ puesto en un Nacional de la categoría hasta 93 kilos y un primer premio, al año siguiente. Ahora, aunque ya no puede entrenar todos los días de la semana por cuestiones laborales y lo hace tan sólo cuando puede, quiere seguir cosechando nuevos logros. 


De hecho, Claudio tiene como materia pendiente y ahí sí le daría todos los gustos a sus hijas, superar el torneo local que busca al "Sanjuanino más fuerte'' y consiste en empujar, levantar y hasta arrastrar materiales o elementos muy pesados, como maletas de hasta 200 kilos, una para cada mano. Ese récord hasta ahora no fue suyo.


"Por supuesto que mis hijas van a hacer lo que ellas quieran para su vida, por ejemplo Caro es gimnasta y Julieta se dedica a tocar guitarra y a estudiar inglés, pero al mismo tiempo yo las incentivo a hacer deporte porque me parece algo muy sano y ejemplar para ellas. El deporte implica compromiso y más si uno lo practica en un gimnasio rodeado de buena gente, como es mi caso ya que considero que este gimnasio es como una familia. Uno viene acá y comparte la vida misma. Los logros, los esfuerzos, y también algunos fracasos. Me gustaría que las chicas hagan deporte, no importa cuál", dice este súper deportista de 41 años que supo hacer atletismo y natación. 


Elías Prado, premio al esfuerzo diario


La primera vez que Nicole y Saritah entraron al gimnasio -con la excusa de participar en esta nota de DIARIO DE CUYO- quedaron atónitas por todos los aparatos que tenían a disposición. Sin dudarlo y con toda la inocencia, le dijeron al papá que era la mejor plaza del mundo. La más divertida. Y que querían volver siempre.


Obvio que Elías, consciente de que son chiquitas -tienen 4 y 6 años respectivamente- les respondió que sí, que volverían, pero cuando tengan por lo menos 14-15 años, la edad recomendada para hacer este tipo de ejercicio. "Tienen todo el tiempo del mundo para hacer deportes y llevar una vida saludable. Pero especialmente para ser buenas personas y ser felices'', dice convencido de los valores que quiere transmitir a sus pequeñas. Entre otros, el compromiso y la voluntad.


Sin lugar a dudas, Elías es prueba fehaciente de ello. Este hombre de 33 años es vendedor en una casa de electrodomésticos que tiene una sucursal en Villa Krause y reconoce que levantar pesas le significa mantenerse bien, físicamente hablando, "como si otra vez tuviera 20 años''. Claro que eso lo logra con entrenamiento diario y a conciencia. Algo que le significa mucho esfuerzo porque desde que sale de trabajar y hasta que pedalea hasta Santa Lucía, le queda poco más de dos horas para comer -confiesa que lo hace rapidísimo para ganar tiempo-, ir a entrenar duro y ducharse a las apuradas para, bicicleteada mediante, volver a trabajar. "Esa es mi rutina diaria, y no la dejo de hacer por nada en el mundo, salvo, obviamente por mis hijitas. Ellas y el gimnasio son mi cable a tierra'', dice. 


Elías comenzó haciendo crossfit pero buscaba una alternativa menos "agresiva'', así fue como llegó al gimnasio a la vuelta de su casa para ponerse en movimiento. a partir de ese momento nunca más dejó de hacer potencia. Feliz estaba el primer día que pude levantar 100 kilos, claro que al primer mes ya podía con 130, al segundo con 175 y al tercero con 190 kilos, logros que le permitieron participar en diferentes competencias con muy buenos resultados. "Es un trabajo progresivo que me ha dado muchas satisfacciones'', cuenta, mientras levanta, como si nada, a las dos pequeñas a la vez, mientras hace ejercicio.


Martín Chirino, el ídolo de la familia 


"Mi papá es el Increíble Hulk", dice Martincito que, con sus 5 años, no puede dejar de mirar con admiración a su papá, un experto levantador de pesas, mientras lo imita con una pequeña mancuerna.


Martín Chirino es fisicoculturista, comenzó su camino en el deporte a los 19 años, y si bien dejó de competir hace 5, no ha parado de entrenar. Su fiel acompañante de los fines de semana es precisamente Martincito, quien llega al gimnasio con ropa deportiva y bien predispuesto para hacer los ejercicios que marque su papá. 


El pequeño afirma que "él es más fuerte", al menos es lo que dicen sus compañeros del jardín de infantes del Colegio San Bernardo. 


Su padre no puede dejar de verlo con fascinación y ternura, porque Martincito ya ha manifestado que quiere seguir sus pasos. A pesar de ello tiene bien claro que la preparación formal debe comenzar en un joven a los 12 años, y de manera muy lenta y paulatina. A pesar de ello, su único objetivo es que su hijo se dedique a un deporte, si es que en algún momento le deja de picar el bichito del fisicoculturismo. 


Pero la pasión por la actividad no queda entre ellos, ya que hace poco menos de un año Martín comenzó a entrenar a su esposa, María Núñez (36), quien pronto va a comenzar a competir. 


Martín es carnicero en Trinidad, por lo que sólo puede dedicarle un par de horas al entrenamiento por día, que complementa con alimentos balanceados y suplementos vitamínicos. Su objetivo a corto plazo es volver a las competencias, tal como lo hizo desde los 21 años. 


"Me gusta que sea una pasión familiar", expresa Martín con la mirada cargada de orgullo mientras admira a su único hijo que camina por el gimnasio como si fuera su casa. ¡Cómo no!, si cada sábado acompaña al "súper papá" a entrenar para ser grande y fuerte como él. 


Mauricio Montero, por siempre deportista


Sus hijos están orgullosos de tener un papá que fue fiscoculturista y que si bien en los últimos tiempos estuvo más dedicado al mountain bike, pronto retomará las competencias en esta disciplina. Claro que nada de esto inspiró ni a Matías (18), ni a Luciana (13), a elegir un deporte. Matías optó por estudiar para Contador Público Nacional, título que su papá obtuvo hace años, pero aún no ha despertado en él el "bichito" del deporte. "Yo no podría hacer lo que hace mi papá, exige tiempo y muchísimo esfuerzo", cuenta Matías con mucho orgullo. 


Ambos hermanos coinciden en que para sus compañeros de escuela siempre fue llamativo que su papá "tuviera tantos músculos", casi que era el papá soñado por muchos, mientras que para ellos, lógicamente, era "normal". En su momento llegó a ser Campeón cuyano y Subcampeón argentino de Fisicoculturismo, pero los estudios, el trabajo, la familia, demandaban tiempo, y si bien dejó las competencias no dejó la pasión.


"Siempre traté de entrenar todos los días ya sea en los aparatos que tengo en casa o haciendo bicicleta. Ahora retomé el gym porque quiero competir en la categoría Master", indica Mauricio que además de contador es instructor de gimnasio, personal trainer y actual presidente de la Asociación Sanjuanina de Levantamiento (Asal).


Luciana está muy orgullosa de su papá aunque no está en sus planes dedicarse algún deporte. "Me gustaría verlo competir porque cuando yo nací ya no lo hacía", indica Lu, quien confiesa que ella salió a su mamá (prefiere no practicar deportes).


Mauricio empezó con la actividad física cuando cursaba la escuela secundaria. "Primero hice ciclismo de ruta y luego empecé el gimnasio. Ahí me di cuenta que me gustaba la idea de competir en fisicoculturismo y así lo hice. Me fue muy bien, gané torneos y me cuidaba mucho, pero una vez que empecé la facultad no tenía tiempo. Comencé a entrenar de noche para poder seguir, pero luego llegó el trabajo y la familia. Continué con mountain bike, pero siempre traté de mantenerme activo. El deporte es un hábito que uno crea y no se puede dejar", relata. 


A pesar de las diferencias de gustos entre él y sus hijos, indudablemente que queda lo mejor: Compartir en la familia todo el tiempo posible.


Ariel Arias, pura pasió


Zoe (13) e Ignacio (7) son hijos de Ariel, un papá que desde siempre practicó deportes como natación, karate, entre otros, hasta que descubrió la gran pasión: levantamiento de pesas. En otras palabras, sus hijos nunca lo vieron ni con kilos de más ni con músculos de menos. Al contrario con sus 44 años sigue conservando su musculatura en un cuerpo muy magro, y continúa siendo el " súperman", de sus pequeños.


Será por eso, y porque nadie puede resistirse a la herencia genética, que Ignacio ya quiere ser como su papá. "A veces lo acompaño al gimnasio, no mucho porque voy a la escuela cuando el entrena. A mi me gustaría ser como él", dice Ignacio con mucha dulzura.


Zoe por el momento hace natación y quiere empezar el gym para fortalecer los músculos, un paso obligado para cualquier disciplina deportiva. 


Ariel es conocido en el ambiente porque compite desde 2003 en "powerlifting", y a la fecha sigue entrenando entre una hora y media a dos por día para estar en forma para cada competencia. Esto le ha valido ser el ganador del Campeonato Sudamericano de su categoría en 2017 y ganar un récord de levantamiento en banco con 145 kilos.


El powerlifting o levantamiento de potencia es una disciplina de fuerza en la que básicamente cada deportista levanta el mayor peso posible en tres movimientos básicos diferentes (press de banca, sentadilla y peso muerto).


Lógicamente que a la par debe trabajar (en una rectificadora de motores), llevar a sus hijos a la escuela y colaborar en la casa, como cualquier papá.


Los chicos también aprenden día a día que mantenerse en el tiempo en este deporte demanda cuidado en la comidas, alejarse de las gaseosas y el pan cada vez que se acerca una competencia, entrenar con 40 grados o con 4 grados bajo cero. 


Una pasión que comparte en familia, tanto que cuando debe competir en otras provincias o países y no puede estar acompañado por ellos, lleva una toallita rosada que luce con más orgullo que sus músculos. 

Por Paulina Rotman, Myriam Pérez y Celeste Roco Navea
Fotos: Maxi Huyema