"The King\'s Speech", en su versión original, es una exitosa película británica de drama histórico escrita por David Seidler y dirigida por Tom Hooper, en la que Colin Firth (Oscar al mejor actor) interpreta al rey Jorge VI, padre de la actual reina Isabel II de Inglaterra, que originalmente figuraba en segundo lugar en la línea sucesoria al trono con el título de duque de York. Sin embargo, fue ungido rey inesperadamente el 11 de diciembre de 1936 por la abdicación de su hermano mayor, el célebre Eduardo VIII, luego duque de Windsor (interpretado por el actor Guy Pearce). Esta renuncia, rodeada del escándalo general en vísperas de aquella Navidad del \'36, se producía después de una crisis constitucional provocada por la decisión de Eduardo VIII de proponerle matrimonio a la dama norteamericana Wallis Simpson, dos veces divorciada "y con sus dos ex maridos vivos", como se decía en la época, a lo que se oponía el mismísimo primer ministro del Reino Unido, Stanley Baldwin, y su gobierno, incluso el futuro primer ministro Winston Churchill, ya que se sostenía que el pueblo nunca la aceptaría como reina. Eran momentos muy difíciles en Europa, con un nazismo en constante crecimiento y la amenaza para los ingleses de tener que enfrentarlo en una guerra, lo que exigía del rey mucho coraje, esperanza y fuerte liderazgo sobre sus súbditos y la nación. El argumento principal de la película pasa por un problema serio para cualquier mortal y mucho más para un rey que debe dirigirse periódicamente a su pueblo por radio (aún no había nacido la televisión): los trastornos de comunicación y psicológicos caracterizados por interrupciones involuntarias del habla. En esa búsqueda desesperada por encontrar una solución a su tartamudez, aparece un personaje muy particular, Lionel Logue, interpretado en la película por Geoffrey Rush, terapeuta del habla que trata de ayudarlo para superar el problema. Pero más allá de "El discurso del rey", toda esta situación en la que se unen la crisis familiar e institucional por el discutido enamoramiento de su tío Eduardo VIII, su renuncia y los problemas de salud de su padre, influyeron notablemente en la entonces pequeña Isabel que sólo tenía una hermana, Margarita (fallecida en 2002). Ocurre que hasta la toma de posesión como rey de su padre, su familia había vivido con tranquilidad y sin mayores exposiciones públicas. Su madre, Isabel Bows-Lyon, que murió en 2002 a los 102 años como reina madre (llamada así al quedar viuda y ascender Isabel), confesó en la intimidad que no había nacido para reinar y siempre se reveló contra su sino que la terminó convirtiendo en reina consorte. Por eso sentía un terrible odio hacia Wally Simpson, ya que la consideraba culpable de haber tenido que abandonar esa existencia tranquila y feliz junto a su marido y sus hijas.

Curiosamente todos aquellos episodios narrados en la película también incidieron en su hija mayor hasta la actualidad. La hoy reina Isabel II llegó al trono sin vocación de reinar. En privado y ya adolescente princesa (tenía 10 años cuando su padre se convierte en monarca), llegó a renegar varias veces de su tío, el fallecido Eduardo VIII, porque su renuncia le privó "de la paz familiar" que anhelaba para el resto de su vida. Así, esta Isabel, fría poco conversadora, que nunca tuvo especiales atractivos físicos ni estéticos y que por la calle podría pasar desapercibida con sus clásicos trajes en tonos grises, es reina por deber dinástico pero nunca lo deseó. Hasta la corona, que se ciñe en los actos oficiales y cenas de gala en palacio, no parece pertenecer a esa cabeza real que nunca disfrutó de su reinado. Casada con Felipe, duque de Edimburgo, en 1947, se resignó a ser monarca desde el 6 de febrero de 1952 tras la muerte de su padre. Con sólo 25 años, iniciaba un camino difícil que se complicaría a medida que sus cuatro hijos comenzaron a crecer. Hoy, a sus 85 años, tanto Carlos (primero en la sucesión dinástica), como Ana, Andrés o Eduardo, le siguen provocando, cada tanto, dolores de cabeza, especialmente por sus matrimonios. Entre sus 8 nietos, los de mayor ascendencia en la línea de sucesión son los hijos de Carlos y la fallecida Diana, Guillermo, que contraerá matrimonio el 29 de abril con Kate Middleton, y Enrique, quienes parecen sus más seguros herederos, por encima del padre de éstos, el príncipe Carlos. Sus hijos y sus nietos, unos más otros menos, le han recordado alguna vez a su tío, el ya fallecido duque de Windsor, por sus relaciones sentimentales y porque han roto en varias ocasiones no sólo el viejo e imperdurable protocolo sino también celosas tradiciones de la monarquía más emblemática de la Tierra, de la que es su máximo símbolo aunque le pese.