Foto: Federico Levato

Tenía apenas 8 años y dormía en una fosa de la estación de servicio de avenida Rawson y 9 de Julio, salía a pedir, deambulaba por la ciudad, en definitiva su vida de niño transcurría en un contexto nada promisorio, ni hablar de un futuro digno. Contra todo pronóstico, Ramón Sánchez superó los obstáculos más duros que le impuso el destino -o como quiera que se llame ese camino de la vida por el que se transita, a veces obligado, a veces más programado-.


Su mamá ocupada con nueve hermanos, una situación económica muy complicada, no lo mandó a la escuela. Vivió en la calle hasta los 14. Pese a ese panorama - y con 48 años-, se consagró empresario panadero, y en estos tres últimos meses comenzó a leer y escribir con la ayuda del ingeniero Hugo Carmona, quien pertenece a la Fundación El Camino que tiene como objetivo brindar servicios a la comunidad.


Ya escribe su nombre, lee en imprenta mayúscula y deletrea los carteles que hasta hace pocos días eran una mancha negra en su mente. Otro obstáculo casi superado.

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Es emocionante hablar con Ramón. Mirar sus ojos llenos de luz que transmiten un optimismo -algo innato y algo adquirido por voluntad propia-. Una persona que narra su vida con el orgullo de no sólo haber superado lo insuperable sino también de darse el lujo de ayudar a quienes más lo necesitan. No dudó en enviar cientos de kilos de pan dulce a los inundados de Tucumán o los afectados por el terremoto en Haití, por citar dos ejemplos que cruzaron la frontera sanjuanina.


Actualmente Ramón es dueño de la panificadora "El Gauchito Gil" ubicada en Calle 5 y Nacusi, además de dos bocas de expendio en el Mercado Concentrador de Frutas y Hortalizas de Rawson.

"¿Cómo lo logró?"

Apenas dejó su casa debido a los maltratos de uno de sus hermanos que lo golpeaba cuando lo mandaban a pedir y no llevaba lo esperado, empezó a dormir en la fosa o en la gomería "El Pirincho"que esta frente a esa estación de servicio. "Dormía en una rueda grande de tractor", recuerda.


A la par comenzó a ofrecer su trabajo por pan o comida. Así llegó a la panadería "Las Flores", que estaba ubicada en avenida Rawson y Mariano Moreno. Su propietario le encomendó limpiar y engrasar tarros de leche Nido, que por ese entonces eran usados para hornear el pan dulce. Llegó a ser el encargado general de panadería Krisky, de la misma sociedad de la anterior que luego se disolvió. Por ese entonces ya era maestro panadero, facturero y galletero.


Conocía tanto el negocio que un día decidió empezar solo. No fue nada sencillo. Primero quiso irse a España, pero luego decidió que ante su dificultad de no saber leer y escribir, prefería quedarse y trabajar de lunes a lunes en su propia tierra. El 14 de octubre cumplirá 12 años de trabajo independiente.


Corría el año 2006 cuando comenzó haciendo 30 semitas en el horno de su mamá, el segundo día fueron 70, luego pan casero, hasta que en poco tiempo un amasijo fue afectado por una fuerte lluvia y perdió la escasa inversión.


Decepcionado le pidió a Dios que no lo dejara solo. "Muy pronto mi concuñado, Daniel Herrera, me mandó una cadena del Gauchito Gil y me contó que era muy milagroso porque yo no lo conocía ni en foto. Venía con una vela roja y una oración para leer y pedir un favor. Como no sabía lo hizo mi esposa y yo repetía. Ahí le dije que lo único que le podía prometer es que sí lograba tener mi propia panadería llevaría su nombre al igual que todos mis productos. Desde entonces el Gauchito me ayuda a cumplir con todo lo que me propongo", relata.


A los pocos meses le prestaron un lugar con un horno alquilado y sus ventas comenzaron a aumentar. Buscó repartidores y diversificó los productos."Todo mejoró, al poco tiempo tuve una panadería con techo de caña, pero para mi era un chalet. Recuerdo que la primera semana me fue tan bien que le dije a mi esposa: hoy comeremos milanesas porque hasta ese momento no comíamos bien. Ese mismo día cuando íbamos a comprar la carne, pase por al lado de una camioneta Toyota y le dije que algún día tendría una así y también lo logré", agrega.


Es evidente que con los números nunca tuvo problema ya que solito aprendió a manejar dinero, sumar, restar, dividir y todo lo que tuviera vinculación con los cálculos. Del mismo nunca tuvo empacho en recordar y agradecer infinitamente a quienes lo ayudaron para llegar a ser quien es. Uno es el caso de Noemí Vargas, la señora que trabajaba en la panadería y descubrió que dormía en la calle. "Ella habló y preguntó si yo podía dormir en una pieza desocupada que había y me dejaron. Después comencé a comer con ella y era como mi familia. Es la misma persona que cuida mis niñas desde hace 14 años cuando se quedó sin trabajo", dice Ramón quien tiene tres hijos (dos varones y una mujer), de un primer matrimonio y tres nenas con su actual esposa, Sonia Riveros.

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El secreto de Ramón es tener una voluntad inquebrantable, trabajar muy duro y sobre todo ser optimista. "Es fundamental ser positivo y constante. Por eso ahora estoy aprendiendo a leer. Claro que también entiendo que para salir adelante el Gauchito Gil debió protegerme con su manto. Digo esto porque muchos de los chicos de la época en que dormía en la calle ahora están presos, sin embargo yo siempre quise trabajar. Además debo agradecer a mucha gente que me ayudó como don Rodolfo Ortíz, un señor que me dejó dormir en su casa después que doña Isabel, su señora, descubrió que yo había cruzado la pared porque hacia mucho frío y me dormí con su perra y los cachorritos para que me dieran calor. Ellos me dieron un lugar y me aconsejaron mucho".


También recuerda a Héctor Ramos, su expatrón quien se sentaba a enseñarle cómo tratar a la gente. "Me aconsejaba cómo ser respetuoso y tratar a un cliente sino no hubiera podido hacerlo. Así yo pude convertirme en el encargado de ventas de su empresa", cuenta.

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Una historia de superación que no se detiene porque está decidido a seguir creciendo como empresario, y sobre todo, como persona.


El camino del conocimiento


Ramón Sánchez el año pasado ya había tenido la iniciativa de aprender a leer y escribir. Así llegó a la Parroquia de Villa Rojas con grandes expectativas. El problema surgió con la carga horaria ya que debía ir todos los días de 14 a 17, algo que no podía cumplir por su trabajo.


"Ahí da clase la señorita Patricia pero no pude cumplir. Como tarde me levanto a las 5 de la mañana". indica Ramón.
Por esas cosas de la vida a fines del año pasado tomó contacto con Adrián Alonso de la Fundación el Camino, a raíz de que alguien había realizado un pedido de pan dulce que nunca fue a retirar y decidió donarlo a una entidad. Casi a la par conoció a su actual maestro, Hugo Carmona, quien es voluntario de la Fundación.


"Ramón me contó que no sabía leer ni escribir. Así es que me ofrecí para enseñarle en su casa en los horarios que él pudiera dos veces a la semana. En tres meses aprendió muchísimo, es una persona fuera de lo común no sólo por su inteligencia sino por su bondad", relata Carmona.


El método de aprendizaje surgió sobre la marcha. Jugando con la letras, primero con las vocales, luego las consonantes y así empezó a unir cada palabra. "Me explica muy bien, ya aprendí bastante. Me costó mucho unir la t con la r, pero ya lo superé. Ahora me levanto y veo Facebook, el DIARIO DE CUYO y le pido a Dios que me abra la mente para aprender bien. Mi objetivo es terminar la escuela primaria y luego estudiar Administración de Empresas y hacer un curso de computación. Agradezco a Dios todo lo que pasé porque muchas veces pienso que si no hubiera sido así, no sería lo que soy".

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