La organización reduce los costos de producción, permite la innovación y potencia las capacidades locales.

Las CUMA (Cooperativas de Utilización de Maquinaria Agrícola), en Francia, es un caso de inclusión de actores que de otra forma quedarían afuera.


Comienzan su historia en la post guerra, en 1947, con el objetivo de mecanizar el campo francés. Hoy, están distribuidas en todo el país, la mitad de los agricultores tiene algún tipo de vinculación con estas organizaciones y entre sí articulan para conformar una densa red que permite resolver problemáticas específicas y motorizar políticas públicas para el sector.


Producto de una gira técnica en el exterior, como parte de los aportes de INTA al proceso de innovación vitivinícola, hacemos foco en cómo una estructura organizativa permite que escalas productivas pequeñas accedan a la mecanización de sus actividades.


Algunos testimonios


Raymondes presidente de la federación departamental de CUMA de Montpelier, vive cerca de su finca, hijo y nieto de viticultores, en 2003 comenzó con 8 hectáreas que heredó y ha podido incorporar 20 más. Al bajar de su tractor viñatero nos dice que +el sistema de funcionamiento de la CUMA es simple, es el sistema de una cooperativa, debemos ser como mínimo cuatro para crear la estructura. La superficie de cada uno no es importante, el único interés es llegar a una cantidad de hectáreas que nos permita amortizar el material. Todo puede tenerse en CUMA, desde las tijeras hasta la cosechadora, el principio va a ser el mismo. Tener el material en CUMA nos permite diluir los costos, además nuestras máquinas son más modernas, el trabajo se hace mejor y uno está más cómodo".


No todo es color de rosas, la viticultura francesa atravesó un fuerte periodo de crisis que coincidió con la instalación de Raymond. Para él, como para muchos otros productores, la CUMA fue una herramienta clave para poder continuar en la actividad.


A 500 kilómetros al oeste, encontramos a Jean Michel con su finca de 15 hectáreas. Él no tiene tractor, no tiene arados, ni pulverizadora. No los necesita. Junto con 5 viticultores más han conformado una CUMA que provee todas las máquinas y herramientas necesarias. Cuenta que "la originalidad de nuestro sistema es que cuando uno toma un material, hace las actividades de todos. Los tratamientos, el trabajo del suelo, la pre-poda, todo, esto nos permite ahorrar mucho tiempo, no tenemos que instalar y desinstalar cada implemento. Al final del año sumamos cuanto gastamos, que inversiones debemos hacer y dividimos por la superficie de cada uno, no nos complicamos más. Venimos trabajando así hace 25 años y funciona".


Jean Michel no viene del medio vitícola, no heredó viñedos, pero siempre le gustó la actividad, por lo que comenzó trabajando como empleado de una bodega cooperativa y luego se instaló. Sin la CUMA no hubiese podido volverme viticultor, destaca.


No muy lejos, en Bordeaux, Silvie comenta que, junto a su marido, se instalaron y en 1985 crearon una CUMA. "Uno de nuestros problemas era la mano de obra, difícil de conseguir y cara. Hoy somos 6 socios con 90 hectáreas en total. Nosotros tenemos 12, él más grande 24, el resto entre 5 y 10 hectáreas.


Todos los entrevistados dieron cuenta que el trabajar en colectivo requiere esfuerzos, relativizar las problemáticas particulares y mirar las del conjunto. Llegando a esos equilibrios, los beneficios materiales o simplemente la posibilidad de continuar o no en la actividad, configuran la elección, tanto en estructuras pequeñas como para productores medianos y grandes. Como es el caso de Jean-Marie y su hermano que llevan 50 hectáreas en Francia donde el 51% de los viñedos tienen una superficie menor que 10 hectáreas. Ellos son miembros de una CUMA vitícola de 5 socios que reúne 180 hectáreas, cuentan con dos cosechadoras, cuatro carros para transporte de la vendimia, pulverizadoras y pre-podadoras. Jean Marie es el presidente y se ocupa de la gestión, de llevar los registros y de organizar los calendarios de trabajo con los socios. Otro miembro de la CUMA, es quien realiza el mantenimiento de las maquinarias y todas las tareas mecánicas.


El estatuto de las CUMA se centra en la utilización en común de los medios de producción y reduce considerablemente los costos de mecanización, que representan casi un tercio de los costos. Cada actividad que realiza la CUMA es independiente, no estando obligados los adherentes a participar en todas las actividades que realiza la organización. Una CUMA, por ejemplo, puede poseer herramientas de poda mecánica, trabajo de suelos y cosecha, pero un adherente solo participa en la compra y utilización de los servicios de cosecha mecánica.


La facturación de los trabajos tiene dos componentes, el fijo, relacionado a la cuota del asociado, que la componen el pago de cuota del crédito para adquisición, seguros, mantenimiento, amortización, etc. Los componentes variables, en función de la cantidad de unidades de trabajo realizado en el año (horas, hectáreas, etc). Cada actividad posee un costo unitario el cual será afectado en función del uso teniendo como base la facturación anual de los adherentes.


Las inversiones en maquinarias, de realizarse en CUMA, reciben una reducción del 20% por parte del Estado. Asimismo, las tasas de interés de los créditos bancarios (que representan en promedio el 60% de la fuente de inversiones de las CUMA) sensiblemente más bajas que en Argentina.


Podemos declamar, con bombos y pancartas ¡subsidios a la inversión tecnológica!, ¡tasa cero para la adquisición de maquinarias! Sin embargo, de manera individual, para las escalas productivas de nuestra región, estas medidas se materializarían en un artefacto de amplia difusión: el salvavidas de plomo. La capacidad ociosa y las dificultades de amortización en un periodo razonable, hace de esta solución puntual, un problema más para este potencial "beneficiario". Sin embargo, nada impide re-pensar esquemas de uso conjunto del carro o la pulverizadora de fincas vecinas o cosechadas el mismo cuadrillero.


Nuestra realidad, nuestra idiosincrasia y nuestro contexto condiciona que repensemos como organizarnos, no siguiendo recetas foráneas, sino adecuando ciertos principios a nuestro contexto. El ejemplo francés es una alternativa.