En 1887 comenzó a ser imparable el avance eléctrico en Buenos Aires, cuando el ingeniero Rufino Varela realizó la primera instalación estable de iluminación. Se firmó un primer contrato con la Municipalidad para la colocación de 28 focos eléctricos en el Parque 3 de Febrero. Con el correr de los años varias firmas que se dedicaban a la fabricación de velas y lámparas a kerosene cerraron sus puertas. El puesto de vendedor ambulante de insumos para iluminación a candela desapareció. También desaparecieron los faroleros y los señores que cantaban la hora a los gritos por las calles en la oscuridad. No es que no existan más esos puestos. En EPSE hay alrededor de 4 ingenieros (en turnos rotativos) chequeando que las luces de la ciudad se enciendan en tiempo y en forma (además de una patrulla con grúa para cambiar las piezas disfuncionales). Los vendedores ambulantes de velas y kerosene no existe más, pero la boleta de la luz sigue llegando a casa y alguien o algo las imprime. Los puestos de trabajo no desaparecieron; se tecnificaron; se hicieron más escasos tal vez; se sofisticaron, pero no desaparecieron. Por 100 puestos de trabajo que se perdieron con algún tipo de desarrollo humano, aparecieron miles de otros. Fábricas de cables, transformadores, plásticos, llaves de encendido, talleres de reparación de electrodomésticos, puesto de venta de electrodomésticos, bobinadoras, minería del cobre, petróleo, focos, medidores, etc. No hay que temer a la libertad. Pero es que los focos catapultaron a los teatros con sus marquesinas, haciendo de la noche una explosión de espectáculos, color y alegría. Los focos hicieron posible al cine, los boliches y el rock and roll; es poco papel para contar tantas historias. Las inteligencias artificiales (AI) no han venido a quitarle el trabajo a nadie… están aquí para hacer desaparecer trabajos tediosos y esclavizantes (que como se desarrolla más arriba, no desaparecerán del todo). Pero esto llevará una temporada, no será de repente. Habrá también historias tristes y desgarradoras, pero el grueso de la población activa, que realiza las tareas que puede reemplazar las AI estarán a salvo.

Hay que entender una cosa que es fundamental… las AI deben ser entrenadas. Alguien les tiene que enseñar a diagnosticar un resfriado, a buscar “el dato”, en el mar de datos, de la jurisprudencia… “ALGUIEN” debe quedarse a supervisar que las respuestas sean correctas. ¡¡¡Esto no va a ser fácil!!! Alguien podría por diversión entrenar una AI para mentir o engañar y quién sabe para cuántas cosas más… algunos otros, deberán entrenar a otras AI para contrarrestar a la primera… esto puede llegar a ser más divertido que aterrador. Estas máquinas podrán ayudar a administrar los recursos de una región de la forma más eficiente y competente, su distribución más razonable y con el menor esfuerzo posible. ¿Puede Ud. imaginar la cantidad de horas que quedarán libres haciendo esto más o menos bien; sin la pesada carga del error humano? La AI ha venido por los cargos de gerente y/o de directores ejecutivos ya que las tareas complejas en las líneas de producción están tomadas desde los 90 (del siglo pasado). Hace años que en la Bolsa de Wall Street operan máquinas “Trading algorítmicos” y  “deep learning”. Ya se ha reemplazado al obrero, al vendedor y es la hora de hacerse cargo del gerente, del transporte y de los profesionales.

La singularidad es el momento histórico, en el que una maquina diseñe y fabrique otra, mejor y más eficiente sin la intervención ni comprensión humana. Se espera que esto suceda entre las décadas de 2050 a 2070. Este hecho puede parecer aterrador. Pues se entrega la potestad de la evolución a un organismo, del que no somos parte. Nos aterra darle la libertad a “algo más” que nosotros mismos no poseemos. Al final todo desemboca en la misma trampa de “la libertad”.