La puna apretaba más de un pecho de los degustadores argentinos y chilenos en un día que parecía de película: La naturaleza estuvo del lado de los desafiantes que llegaron justo al límite entre Argentina y Chile el martes a las 11 de la mañana para lo que sería la Cata de vinos más alta del mundo.

Sol radiante a 4.780 metros de altura, un impecable juego de living blanco que sólo es comparable con la nieve que se veía en la montaña, una carpa impecable y mesas vestidas en medio de la majestuosidad de Los Andes. No hubo falta de oxígeno que valga (salvo en algunas excepciones que debieron recibir asistencia médica, que dicho sea de paso, fue impecable por parte de Salud Pública de la provincia y los médicos de Gendarmería Nacional), para degustar diez vinos argentinos y chilenos.

Algunos dirán, y con justa razón, "es cosa de locos", y quizá sea así, pero el desafío se cumplió con creces, aunque hay cosas que mejorar como pasa cada vez que se generan actividades.

Y si es de locos, en este caso es el de los más locos, ya que entre algunas degustaciones de altura se destaca la última que se realizó en enero en Mendoza a 4.300 m.s.n.m, sólo con productos de esa provincia. Con esto se entiende que será la más alta, siempre que no haya otro grupo de arriesgados que se anime a más, previa compra de varios tubos de oxígeno.

Varias combis trasladaron cerca de 120 personas, que pasaron la noche previa en Pismanta, Las Flores y Rodeo para ir aclimatando el cuerpo. Llegados a la cima más alta del camino por Agua Negra (en este punto hay que decir que pasadas algunas horas a esa altura cuando se desciende hasta la Quebrada de San Lorenzo donde se construirá el túnel la diferencia se nota, y mucho), y en un ambiente creado con mucho esfuerzo para poder realizar la cata, comenzó la degustación.

Si bien en principio se anunció que sería a ciegas, esto se cumplió a medias, ya que los vinos argentinos tenían tapadas sus etiquetas y los chilenos no. Salvada la aclaración, y para tener en cuenta en las próximas ediciones, el grupo de enólogos locales integrado por Jorge Gómez, Pedro Pellegrina, Carlos Ojeda y Marcelo Onofri, se encargaron de hablar de un Torrontés Riojano; un Viognier; un Chardonnay, un Bonarda, un Malbec, y por supuesto, un Syrah sanjuaninos. Mientras que el sommelier español radicado en Chile, Pascual Ibañez y el periodista chileno especializado en vinos, Rodrigo Ortega, hablaron sobre un Pedro Jiménez, un Viognier y dos Syrah de las tierras del Limarí y Elqui (ver descripción en recuadro).

La fiesta había comenzado, los chilenos no escatimaban elogios para los vinos de San Juan, pese a que los blancos no tenían la temperatura apropiada, el Torrontés y el Viognier impactaron por sus aromas y sabores. Estos blancos, como sucede en otras catas, se llevaron todos los elogios.

Los tintos locales, comenzando por el Bonarda, siguiendo por el Malbec y terminando con el Syrah, no dejaron dudas de su calidad y de la experiencia ganada en estos últimos años en la producción de alta gama.

La degustación fue lenta, por un lado -al ritmo que obligaba la altura-, pero por otro hubo un intento de apurarla para evitar que el mal de altura fuera mayor, lo que obligó sólo a catar diez vinos y no doce como estaba previsto.

De todos modos, la noche anterior, tanto los periodistas nacionales especializados como el público en general tuvieron la oportunidad de probar los vinos de las 17 bodegas locales participantes y de las cuatro chilenas (ver recuadro aparte).

Pasas, nueces, quesos y galletas acompañaron la degustación en la que participaron miembros del Consejo de Enólogos, varios funcionarios locales, periodistas, miembros de diferentes cámaras empresarias y los trabajadores del Ministerio de la Producción y del Ministerio de Turismo que tuvieron a su cargo toda la organización (N.d.R: nobleza obliga destacar que fue impecable, más aún si se tiene en cuenta la logística que implicaba llevar desde las personas hasta cada uno de los elementos necesarios para la cata).

Al finalizar el encuentro, se repartieron ponchos sanjuaninos, sombreros y delantales por parte de San Juan y copones por parte de los chilenos. Todo un cruce de afectos y saludos, que no dejaban dudas del éxito de esta jornada sólo apta para audaces.

Para el broche final, el ministro Raúl Benítez y el gobernador de Elqui, Pablo Argandoña Medina (de sólo 31 años), se dieron el gusto de brindar justo donde los límites establecidos por el hombre, indican que ahí termina Argentina y comienza Chile, o viceversa.