El vínculo de madre e hijo supone una conexión única e indestructible, un afecto imposible de cuantificar y una entrega sin límites. Sin embargo, hay de personas que superan esos parámetros, tan humanos, tan necesarios porque las circunstancias así lo han requerido. Las vidas de Estrella y Gabriela, y de Alejandrina y Martina son un claro ejemplo de un amor sin igual.