Los días “Martes 13” y las supersticiones y creencias que conllevan como "no te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes" son una de las principales temáticas disparadas en las conversaciones y en los mensajes volcados en las redes sociales.

Según una encuesta realizada en 2005, por el Instituto de Demoscopia de Allenbach, creer en los buenos o malos presagios resulta más común en la actualidad, que hace un cuarto de siglo.

El origen del número 13 como número de la mala suerte tiene varias explicaciones; la más conocida es la referencia bíblica donde se cuenta que Judas, el apóstol que traicionó a Jesús, fue el invitado 13 de la Última Cena. Otros relatos, que remiten a la antigua Roma, sostienen que las brujas se reunían en grupos de 12. El 13 se creía que era el diablo.

A su vez, la precisión del martes para signar el día de la mala suerte, y no cualquier otro día o el viernes, como en otros pueblos, se relaciona según distintas creencias, con la caída de la ciudad de Constantinopla en mano de los turcos, que fue un martes de 1453, fecha dramática para los cristianos que quedó asociado al dios de la guerra, que es Marte. Otra leyenda dice además que un martes 13 se produjo la confusión de lenguas en la Torre de Babel.

En este contexto, no son pocas las personas que creen en las supersticiones, e inclusive que éstas expanden su poder maléfico en los “martes 13”.

La psicóloga española Zoraida Rodríguez Vílchez escribió un trabajo en donde categorizó los mitos arriba mencionados y además describió las 6 bases psicológicas que se encierran detrás de cada superstición.

• Necesidad de predictibilidad: las personas necesitamos vivir en un mundo predecible, en el que hay un orden y unas reglas que explican por qué pasan las cosas. Cuando yo creo la regla “si el cielo está nublado, tengo que agarrar un paraguas porque es probable que llueva”, evito mojarme. Nos ayudan a vivir mejor. El problema es que vamos creando asociaciones que carecen de consistencia científica (“si rompo un espejo, tendré 7 años de mala suerte”). Se llama “correlación ilusoria” y explica porqué el jugador de póker se toca dos veces la nariz para tener una buena mano.

• Necesidad de control: si controlamos la situación (aunque sea porque llevo una pata de conejo en el bolsillo o el “amuleto” que fuere), las personas creen que sortearán mejor el día.

• Necesidad de seguridad: en las situaciones estresantes buscamos aferrarnos a algo que nos de tranquilidad. Llevar los botines de la suerte en este partido tan importante, se puede creer por ejemplo en algunos casos.

• Eludir responsabilidad: si algo nos sale mal y lo podemos adjudicar a la mala suerte, no quedamos expuestos al fracaso propio o la acusación de los demás.

• El sesgo confirmatorio: una vez que hemos creado la regla supersticiosa, nuestra mente se dirige a buscar aquella información que confirme mi regla y a rechazar aquella que la incumple. Por eso me pongo la camiseta de mi equipo para que gane, y el día que, aún llevándola, éste pierde, busco otra explicación: “Es que el árbitro nos robó el partido” o “los astros se alinearon en nuestra contra”. ¿Y quién puede hacerle frente a los astros?

• La profecía autocumplida: ante una situación que creo que da mala suerte, me condiciono y yo mismo me genero una serie de desgracias. Así se explica cómo los deportistas cuando juegan en un estadio o cancha a la que tildaron de “mufa” o “yeta”, nunca consiguen ganar.