Existen en la geografía lugareña cuestas o subidas que son o fueron emblemáticas, las cuales se relacionan principalmente con el popular deporte del ciclismo. En ellas los competidores ponen a prueba no sólo su fuerza física, sino también su astucia. Una de ella fue “La Cuesta del Tambolar”, situada en el antiguo camino a Calingasta. Era una subida sumamente empinada, y extensa donde los corredores se jugaban por el todo, siendo una proeza treparla. Otra subida es “EL Colorado” o “Alto de Colorado”, larguísima subida ubicada en el departamento de Iglesia. Constituye un hito para los participantes, tiene la particularidad que al transitarla la vista o geografía no delata su pendiente. Igualmente tenemos “La Cuesta del Viento” en Rodeo o la “Cuesta de Huaco”, a la entrada de la tierra de Buenaventura Luna. No obstante existe otra cuesta, topónimo que deriva de un relato, y que popularmente ha sido sacralizada, es “La Cuesta de las Vacas” a la entrada de Vallecito-paraje Difunta Correa-, en Caucete. Esta además de ser un desafío para los competidores, suele caminarse por los promesantes, que realizan un denodado esfuerzo. Indudablemente está pendiente o topónimo se vincula con el culto a Deolinda Correa. Existen publicaciones, junto a la tradición oral que su nombre nace casi al iniciarse la veneración. Fue un arriero llamado Flavio Zeballos, nacido en Córdoba en 1857, su principal protagonista. Baquiano por antonomasia, en una ocasión llevando su tropa de ganado junto a otros arrieros, desde un lugar llamado “El Algarrobal”, situado entre Bermejo y Vallecito, se desató una terrible tempestad, dispersándose el valioso ganado. Don Flavio, conocedor ya de la “animita” de la Difunta Correa, le solicitó en voz alta y junto a sus troperos que el ganado no se extraviara. “La Difunta Correa había trabajado como una arriera divina, los había guiado a todos hasta un pequeño y estrecho valle entre las lomas y franqueado su camino por una elevada cuesta, la “Cuesta de las Vacas”, y en este lugar los encontraron a todos, no se había perdido ni uno solo”. Don Flavio emocionado dio gracias a la “difuntita”. Este es considerado el primer milagro de ella, para otros investigadores es el hecho de haber encontrado el hijo de Deolinda con vida. El agradecido arriero hizo una promesa y al regresar de Chile, destino del ganado, construyó una capilla de adobes para cumplir su promesa. Esta es la historia de la “Cuesta de la Vacas”. Los restos de don Flavio se encuentran sepultados en la localidad de Astica, Valle Fértil. Es interesante, además de lo expuesto, incluir este sitio en la faceta turística.

 

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia

(*) Bibliografía: Robles Oscar Alberto. “Don Flavio Zeballos (Don Claudio). El arriero del milagro” S/D.