En un extenso recorrido sonoro por diferentes géneros – y siempre de manera autodidacta- durante años, Luis Salinas gira por ciudades y países con sus distintas guitarras y propuestas frescas y renovadas. En esa mixtura de experiencias vividas, emociones y ritmos vuelve al Auditorio Juan Victoria con un show acústico de latin jazz y funk, pero que también algunos otros condimentos con los que suele deleitar a sus seguidores. Esta vez estará con su hijo Juan y otros músicos que lo acompañan en el escenario, donde portará una guitarra rítmica para hacer fluir los sonidos latinoamericanos con el jazz y el blues. En charla con DIARIO DE CUYO, Salinas se mostró entusiasmado por su nueva visita a San Juan. “Siempre es un lugar lleno de música y cultura donde lo nuestro se siente muy cerca”, contó el músico previo a la actuación de esta noche.

– ¿Cómo entró el latin jazz en su vida y qué color propio le pudo aportar al ritmo?
– Mi padre era chaqueño, de Sáenz Peña. Siendo chico tocaba en una especie de mini-orquesta con bombo, armónica y guitarra en la radio. Con los años armó sus grupos, uno de ellos se llamaba Los Limbos, que hacía paso doble, tango, cumbia colombiana. Tenía un ídolo, Oscar Alemán. Todo eso me lo transmitió y la verdad es que soy una consecuencia de esa herencia, quedó marcada en mi forma de componer y tocar. Por eso, cuando hago jazz, me sale algo medio tanguero y folklórico a la vez. Cuando conocí a BB King le dije: “Maestro, no vengo del blues”, pero él me respondió: “Me gusta lo que tocás, porque sé que vos sos sincero, lo que tocás sale de adentro tuyo”. Ese recuerdo me quedó muy fuerte y nunca lo olvidaré. Y tengo otra lección que me dejó otro guitarrista de Estados Unidos, que poseía una fluidez increíble para tocar. Me remarcó que cuando toque, sea yo. “Ser uno mismo es más simple y sincero, es mejor que ser otro”. Ahí está englobado todo. Todo lo que hago tiene que ver con lo que viví, con lo que soy, con lo que escuché y trato de ser siempre honesto. No importa qué guitarra use, ahí está toda mi esencia.

– ¿Y qué remueve en usted tocar latin jazz?
– La música es difícil de explicar con palabras, lo único que puedo decir es que sale del interior del ser. Mi padre me decía: “El valor del verdadero artista es el que puede sacar lo que tiene adentro”. La cosa va por ahí, no hay ningún misterio. Por más que sea complejo, tiene que ser sentido, desde el corazón. Y si es una zamba de dos tonos solamente, pero con sentimiento, me vuelvo loco también; como aquellas zambas de Jaime Torres o como los temas que me emocionan de Oscar Alemán. Creo que pasa por lo que uno vive y son situaciones. Antes no sabía tocar nada de salsa, ni de bolero, pero me puse a estudiar, me costaba un montón y como soy turco cabeza dura, tenía que sacar las notas sí o sí. Me decían “el latin jazz no es para argentinos” y sin embargo lo logré. Algunos tenían fe en mí y otros no tanto, pero tuve suerte de conocer a buenos maestros. El latin jazz lo llevo adentro para siempre. Es una música que lo tiene todo: ritmo, armonía, melodía, improvisación. Es especial y completa.

– En esta vocación de ejercer el arte a base de prueba y error, ¿cómo pudo asimilar tanto conocimiento?
– Creo mucho en Dios por muchas cosas. Él me puso en el camino adecuado. Nací en Monte Grande, un lugar donde tuve la mejor información de cosas de Santana, de Alemán y hasta de Atahualpa Yupanqui. Traté de ir a la esencia escuchándolos a todos. También haber conocido a BB King, a Benson, a Rubén Rada, a Tomatito y a mucha otra gente. Aprendí de los mejores y siempre los evoco con respeto. La música es para aprenderla toda la vida. Es lo más puro que hay y es lo que me define, lo que me sale.

– ¿Qué piensa cuando sus colegas lo tratan como un maestro?
– Me cuesta hablar de mí y también de los míos. Estoy parado en las cosas que hago y que amo. A mi hijo le digo siempre “Juan vos tener que sentir tus notas, escuchar a tus compañeros y disfrutar, no hay nada más que demostrar”. Si se logra eso, está todo. La inspiración no depende de uno, a veces Dios te visita y te la da, pero no siempre pasa y hay que trabajar duro para preparase cuando no viene. Lo decía Charly Parker, “Ahora es el momento”. Es interesante la adrenalina en el cuerpo y no se sabe lo que va a pasar. La música es energía espiritual, detrás de cada nota y cada palabra, hay un sentimiento y no es mera información.

– ¿Qué admira más del culto a las guitarras que hay en Cuyo?
– Este es un país de guitarristas. En cada casa de familia hay una guitarra y en especial San Juan, Mendoza y San Luis. Recuerdo mis juntadas con el Trío Mercedino, ¡qué amistad tan maravillosa que tuve! Conocí a Ernesto Villavicencio y me pareció todo un prócer. Son muchos los que hay de esta cultura para seguir aprendiendo. Disfruto de todo ese amor por la guitarra. En Cuyo hacen introducciones e improvisaciones a tres voces, cosa que no ocurre en ningún otro lado. Lamentablemente la cultura de la guitarra cuyana no tiene el lugar que se merece, no está donde debe estar por todo lo que representa. Soy de la idea que Cosquín debería tener una noche dedicada a la cultura cuyana, a la tonada, la cueca y a tantos otros ritmos. Tenemos mucho por mostrarle al mundo esta cultura.

– ¿Es por falta de autoestima, por no darle valor a lo propio o por intereses comerciales?
– Para mí es político. Los que manejan las cosas del país no son muy nacionalistas que digamos. Cuando se viaja a España, se busca conocer la cultura andaluza, el flamenco. Si vamos a Nueva York, el blues y el jazz, pero ¿por qué nosotros no logramos que nuestros artistas y nuestra cultura no sea también reconocida en el mundo como se merece? Me parece que hace falta más decisión política y cultural, que ya son cosas que me exceden porque sólo sé tocar la guitarra. Espero un día que una nueva generación de jóvenes artistas pueda mostrar todo nuestro potencial al mundo. Somos un país muy rico en lo cultural y en lo artístico, en todas sus expresiones, con sus modos de tocar y cantar cientos de ritmos.

 

> DATO
Luis Salinas. Concierto en Auditorio Juan Victoria (25 de Mayo y Urquiza). Viernes 26 de abril, 21.30 hs. Entradas: $8.000, $10.000 y $12.000 por boletería y por www.accessgo.com.ar