A pesar de que por momentos la sonrisa se le borra de su rostro, sobre todo al recordar los momentos en que más sufrió, las lágrimas no se le escapan.

Mantiene la tranquilidad al contar cómo fue su vida y dice que lo que más valora de su historia es la paz que adquirió con el paso del tiempo. Mayra Castro tiene 30 años, es mamá de 2 chicos y hace unos años fue víctima de violencia de género: la golpearon, la humillaron, la ahorcaron y prácticamente la esclavizaron.

Pero logró superar ese calvario, hoy vive feliz junto a sus hijos y disfruta de cada momento. ‘Yo estaba muy bien económicamente, pero no cambio la tranquilidad y la paz que siento por todo lo material que tenía cuando estaba en pareja con el papá de mi hija.

Gracias a mi historia ahora me siento un ser útil‘, dijo y contó que forma parte de un grupo que ayuda a mujeres que, como ella, fueron víctimas de violencia de género.

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y Mayra contó su historia de vida y en todo momento resaltó que las mujeres deben atreverse a denunciar la violencia. ‘Siempre se puede salir. No hay que tener miedo, al final los hijos son los que más agradecen los cambios. Yo no le temo a nada‘, dijo. 

No le gusta que la hagan sentir como una víctima, pero siente que contar su historia sirve para que otras se atrevan a denunciar. ‘No estoy orgullosa de lo que me pasó, pero siento que sirvió para que yo pueda ayudar a otras personas. Mi hija me dice siempre que está orgullosa de mí y eso da un placer enorme‘, dijo.

El calvario de Mayra comenzó cuando tenía 20 años. Ella se quedó embarazada y decidió mudarse a un departamento con su expareja, que en ese momento se había recibido de médico.

‘Deposité todo mi amor en esa familia. Pero cualquier razón era suficiente para que me tratara mal. Yo trabajaba desde chica y cuando me fui a vivir con él pasé a ser ama de casa, porque él no quería que trabajara.

Hasta abandoné la facultad‘, dijo y contó que recuerda cada golpiza como si fuera ayer que sucedieron. 

Con el paso de los meses la violencia comenzó a incrementarse y pasó de un cachetón a golpes más duros.

‘Todos los golpes duelen, pero más duele que te los dé una persona que vos amás. Me daba mucha vergüenza salir a la calle con anteojos grandes para taparme los moretones o en pleno enero usar remeras con cuello alto, porque la noche anterior me había ahorcado.

Yo tengo hasta el tabique desplazado por los ataques‘, dijo y contó que un día, cuando su hija tenía 5 meses se escapó de una dura golpiza, tras haberle mandado un mensaje a su mamá pidiéndole que la ayudara.

Esa noche, cerca de las 12, su madre la encontró en la calle, descalza, con la ropa rota y la bebé casi desnuda. ‘Me fui sin nada, pero fue como volver a nacer. Volví a ser yo, antes era un fantasma que cuidaba que la casa estuviera limpia, que la nena no llorara, que estuviera la mesa servida y rogaba que no hubiera tenido más pacientes de lo habitual para que no llegara de mal humor, pero todo era en vano, siempre había una razón para una pelea‘, relató.

Ahora la vida de Mayra es otra. Desde su departamento, el que no tiene grandes lujos, pero en el que los gritos de los chicos no molestan, Mayra contó que vive sola con sus hijos. Afronta cada día gracias a la valentía que adquirió y hasta se hace tiempo para tender manos cada vez que alguna mujer lo requiere.

Después de que Mayra dejó el departamento en el que vivía con su ex, se fue a vivir con su mamá, hasta que consiguió trabajo.

‘Después hice todo tipo de cursos de maquillaje, masajes y todo lo relacionado a la estética y ahora trabajo de eso. Y no me quedo, sigo estudiando. Estoy haciendo el cursillo para enfermería‘, agregó y contó que a los 6 años de haberse separado, volvió a formar pareja y tuvo otro hijo, que hoy tiene 3 años, sin embargo al tiempo la relación no avanzó.

‘Mi historia me hizo madurar rápidamente. Aprendí a valorar todo, es que yo no quería que mi hija creciera sin su mamá y si bien todo lo que hice fue por ella, yo calculo que un 70% fue por mí.

Porque necesitaba ver a mi familia cuando quisiera, porque quería manejar mis tiempos como siempre lo hice y porque no quería que un día me encontraran muerta. Yo sentía que si no dejaba esa vida, ese iba a ser mi futuro‘, contó y dijo que su madurez llegó a tal punto que hoy mantiene un vínculo sano con su ex, que lo ve cada vez que él busca a su hija y que hasta le contó a su nena cómo fue su historia. 

‘Un día nos sentamos con ella y le contamos la verdad. Él le dijo que se equivocó mucho y yo le conté todo lo que crecí después de eso. Es más, hasta me atreví a contar mi historia en la escuela donde ella asiste. Yo hablo de mi vida sin llorar y eso me llevó mucho tiempo, pero se puede. Yo siento que mi objetivo es brindar una mano para que cuando mi hija crezca este problema no exista‘, concluyó.