La visita a la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en setiembre de 1979 significó "un bálsamo" que "abrió una esperanza" entre miles de argentinos que ignoraban el destino de sus seres queridos desaparecidos durante la última dictadura militar.

Ese sentimiento se manifestó en los testimonios que registró Télam de quienes tuvieron participación activa durante la visita de tres días de la CIDH, como familiares directos de las víctimas o acompañando a quienes se acercaban a denunciar la desaparición de un ser querido.

La titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, recordó que la visita generó "grandes expectativas por la importancia que tenía que en el mundo se conociera lo que estaba ocurriendo", a pesar de que "las cárceles fueron tapiadas y a los presos se los seguía torturando".

Igual que Marta Vásquez, titular de Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, recordó el momento en que Elida Galetti leyó a la delegación un documento en nombre de todas las madres, en ese entonces unidas en un solo organismo.

"Después de leerlo, lloramos todos, madres y miembros de la Comisión", resumió Vásquez, quien señaló que la llegada de la CIDH "fue como tocar el cielo con las manos" por la expectativa que generaba "que una organización nos pudiera ayudar".

Recordó que mientras hacían la fila en Avenida de Mayo al 700, una caravana de autos pasaba por la sede de la OEA, donde la CIDH recibía las denuncias, "tocando bocina y arrojando volantes con la leyenda ‘los argentinos somos derechos y humanos’".

Según Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, la visita provocó "esperanzas entre las que buscábamos a dos generaciones en soledad".

Con su esposo, Carlotto formó la larga fila sobre la Av. De Mayo al 700 y entregó el escaso material con el que contaba sobre el secuestro y desaparición de su hija Laura, embarazada de dos meses y medio.

Taty Almeida, de la Línea Fundadora, aseguró que esperaba la visita de la CIDH con "esperanzas, emoción y a la vez angustia ante el desamparo" por no tener a quién recurrir.

"Sirvió para que el mundo se enterara aunque no pudimos averiguar sobre nuestros seres queridos", señaló al recordar las horas en la fila que pasó acompañada por un primo.

El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, aseguró que durante la visita "el país se dividía entre el drama de un pueblo y el éxito deportivo", en referencia al triunfo del seleccionado juvenil de fútbol en Japón.

Destacó la importancia de que "por primera vez una organización internacional enviara a una delegación que desnudaría la situación que atravesaba el país".

El informe que la CIDH presentó a la junta militar no se hubiera conocido de no ser por la audacia de Emilio Fermín Mignone y de Etchegoyen que viajaron a los EEUU y trajeron 500 ejemplares que se distribuyeron entre líderes políticos, sindicales y organismos de derechos humanos.

Rodolfo Mattarollo, hoy asesor de la Secretaría de Derechos Humanos y que desde 1976 al fin de la dictadura estuvo exiliado en Francia, trabajó desde París con las Naciones Unidas y hacía llegar las denuncias de los exiliados a la CIDH.

Según Mattarollo, la visita de la Comisión significó "un antes y un después" porque dio legitimidad a las denuncias internacionales, que ya no eran de grupos, sino del órgano internacional por excelencia en derechos humanos".

Durante la estadía de la CIDH en nuestro país, recibió 5.580 denuncias de desapariciones forzadas que fueron la materia prima del informe que presentó al dictador Jorge Rafael Videla el 20 de septiembre de 1979 condenando el estado de los derechos humanos.

La CIDH es un órgano de la Organización de los Estados Americanos (OEA) creado en 1959 mediante la Declaración de Santiago de Chile, adoptada en la V Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de las Américas.