Con esta ‘Década Ganada’, quedaron atrás las concepciones que pregonaban la necesaria despolitización de la sociedad y la consecuente privatización del ámbito público. La realidad, estimo, fuerza y justifica una política innovadora, superadora de los viejos antagonismos y hostilidades capaz de proponer nuevos contenidos, formas y consensos dentro del más integrador espacio democrático. Lo que supone romper y en muchos casos abrir los espacios institucionales y sociales a los efectos de alcanzar una mayor y progresiva participación ciudadana.
Seguramente habrá que extender un certificado de defunción para determinadas formas de hacer política. Aunque con debilidades, la democracia ha permitido estar hoy acá, gozando de derechos que hasta hace una década solo quedaban circunscriptos en el imaginario de los sectores populares, o en los dolores acumulados de nuestras madres y abuelas. Pero debemos hacer las necesarias advertencias de lo que entendemos por democracia, calidad democrática y democratización. Y luego de responder a estos interrogantes comprender por qué ‘una Década Ganada‘.
Advierto que la preocupación histórica para analizar nuestra democracia transitaba por la problemática de la transición y consolidación del sistema. Sin embargo, esta interpretación reduccionista de la problemática de la democracia entraba necesariamente en una etapa de abandono mas preocupada por el juego electoral que por la atención de lo que el filósofo Ernesto Laclau llama ‘demandas diferenciadas‘. La superación de la democracia electoral era un imperativo impuesto a las sociedades latinoamericanas si se pretendía crecer democráticamente. Estamos refiriéndonos a la calidad de la democracia. Es decir, un fuerte y decisivo calificativo del objeto que se esta interpretando.
Ahora estoy convencido que desde hace una década se transita por un camino amplio de reivindicaciones sociales y políticas, que involucra nuevas demandas y aspiraciones que fueron incorporando aspiraciones reservadas en nuestra memoria histórica. El proceso de democratización iniciado en Argentina en 2003 ha permitido visibilizar lo invisible, ha permitido romper con el statu quo, interponiendo razones populares frente a lo institucionalizado y que no estaba dispuesto a cambiar. Estoy de acuerdo con Laclau cuando confronta pueblo versus institución. Pero no se debe malinterpretar al filósofo argentino, en el sentido de anarquizar el espacio político-social. Se está refiriendo a una nueva forma de institucionalización, que incorpore derechos amplios reservados hasta entonces como demandas no satisfechas. Es en este contexto que se inscribe el modelo popular redistribucionista de esta década en argentina.
La síntesis del proceso democratizador es su variabilidad y así lo comprendió el oficialismo gobernante con sus políticas públicas dirigidas a las cuestiones sociales: combatiendo la pobreza, las desigualdades y la exclusión con la democratización del estado y la Asignación Universal por Hijo. Con el retorno a la escuela, la recuperación económica, la recomposición de sueldos, la expansión del consumo, la recuperación de los puestos de trabajo y el fuerte aumento que tuvo la jubilación mínima. Eso sin dejar de mencionar la jubilación de amas de casa y empleadas domesticas. La Ley de Medios, el matrimonio igualitario, la política de derechos humanos, la estatización de las AFJP, Aerolíneas Argentinas, YPF, la moratoria previsional que permite acceder a la jubilación a mas de 2,5 millones de personas. Los juicios por delitos de lesa humanidad y la reforma de la justicia.
Por último, no podemos dejar de advertir la recuperación de la centralidad de la política. Hasta Néstor Kirchner, en lugar de solidaridad colectiva, había percepciones dominantes, tan efímeras como los intereses que las manipulan. Esta década ganada, de calidad democrática, necesariamente debía avanzar sobre estos grupos hegemónicos. El desafío es arduo cuando de construir un proceso de democratización se trata. ‘Es el único tipo de arreglo político que inherentemente implica un horizonte normativa e históricamente abierto. Esa proyección hacia un futuro interminable, indefinido, riesgoso y esperanzador es la razón de horizonte histórico abierto por la que debemos preferir la democracia’, (O’Donell). Por lo tanto, la ‘Década Ganada’ que, aunque insuficiente, permite interrogarnos sobre lo que aún resta perfeccionar, por encima de ese gran piso conquistado.