Buenos Aires, 4 de febrero.- Se trata de la carpa "Nautilus", a 4.300 metros de altitud en el refugio Plaza de Mulas, donde los andinistas hacen su última parada antes de la escalada final hacia la cumbre más alta de América, a casi 7.000 metros sobre el nivel del mar, recibe a los andinistas con una nueva fachada con palmeras y césped, por supuesto artificiales.

Esta estructura parece un oasis en medio de la dureza y la monocromía de la nieve andina, ya que en la entrada resalta el verde de las palmeras y el pasto sintético, sobre el cual se ven varias reposeras y a veces a su dueño, Miguel Doura, tomando sol, como si se tratara de un "solarium" veraniego.

Este artista plástico porteño, formado en la escuela Prilidiano Pueyrredón, contó a Télam por teléfono que "hoy es un día excepcional, tenemos 10 grados, con 8 de sensación térmica y sin viento, cuando lo normal es cerca de los 2 grados y nieve; eso sí, hay muchísima radiación ultravioleta".

Sobre su certificado Guinness, confesó que muchos de quienes pasaban por el lugar le sugerían que se presentara a ese libro de records, ya que estaban seguro que era la más alta del mundo, pero "en primera instancia, me parecía medio `cholulo` hacer eso".

"Pero por otro lado -siguió- era un certificado internacional... entonces, me contacté via mail, les mandé material para que chequeasen lo dicho, y luego varios faxs y mails, cuando pensé que ya se habían olvidado recibí un mail para que confirme mis datos personales porque tenía aprobado en un 90% el record".

A mediados de noviembre último, "un par de semanas antes de subir, recibo un sobre con el certificado y una nota diciendo que me felicitaban por pasar a formar parte del `selecto` club de personas con records", agregó.

Sobre la decoración de la carpa comentó que "hace dos temporadas traje una palmera de plástico, que junto con un par de metros cuadrados de pasto que subí permiten a los ojos disfrutar de una imagen completamente exótica, rodeados de montañas nevadas y sin otro verde a varios kilómetros a la redonda".

"Aquí también tengo instalada una camara web que envía imagen del campamento en tiempo real cada tres minutos a mi sitio no comercial www.aconcaguanow.com, aquí se reciben mensajes de todo el mundo y también hay información meteorológica", agregó.

Dentro de la carpa, tiene colgadas obras propias relacionadas al Aconcagua, "mucho en color (pastel al oleo), oleo y grafito", precisó, realizadas en la montaña, en su taller del barrio porteño de San Telmo o en su segunda residencia de Mar de las Pampas, en la costa bonaerense.

Un planisferio, en el que la Patagonia está arriba y Groenlandia abajo, cuelga en una de las paredes, y sobre estó acotó divertido que "muchos se quedan mirándolo y yo les comento que en el espacio no hay `arriba` ni `abajo`, son sólo convenciones".

Por supuesto, también exhibe el certificado que le dio el Libro Guinnes, del que dice que "muchísma gente se asombra y le saca fotos, al igual que a la galería, lo ven como algo completamente exótico, fuera de la realidad que nos rodea".

Sobre los días que pasa en la altura desde hace ocho años entre principios de diciembre y fines de febrero, sostuvo que "estar aquí arriba te permite conocer y charlar con gente de muy diferentes partes del planeta, el lenguaje es el inglés, ya sea el de Cambridge o el de La Salada".

"Las noches -continuó- son muy estrelladas y con estrellas fugaces, pero con la luna llena, todo se ilumina casi como de día, con largas sombras".

En el refugio "los días transcurren en función de la meterología, casi núnca sabemos qué día de la semana es, pero sí sabemos cuándo viene una tormenta o si va a levantar viento, somos muchos los que venimos y nos reencontramos cada temporada y nos saludamos como si hiciera sólo un par de semanas que no nos viéramos".