Con pequeños viñedos y bodegas, vinos de calidad sorprendente y consumidores aficionados a descubrir tesoros escondidos en botellas, la provincia de Buenos Aires avanza con paso silencioso pero firme como una región vitivinícola alternativa en Argentina.

La provincia de Buenos Aires, en el este, fue pionera en la producción de vinos en Argentina, pero en el siglo pasado el país suramericano privilegió el desarrollo de esta actividad en la región de Cuyo (oeste) y en el norte cordillerano, obligando casi a arrancar las viñas de los terruños bonaerenses.

Eso cambió con la llegada del siglo XXI. Lentamente la provincia más poblada de Argentina va recuperando la producción vitivinícola, de la mano de nuevos productores, consumidores ávidos de nuevos sabores en boca y el impulso del enoturismo.

"Simplemente lo que está sucediendo es que hay un montón de gente que quiere hacer vino en la provincia, que el vino sale bien y que hay clientes para eso", resume Manuela Parra, propietaria de Bodegas Saldungaray, proyecto vitivinícola iniciado en 2000 en la zona de Sierra de la Ventana, en el sur de la provincia de Buenos Aires.

  • Diversidad y calidad

Con tan sólo dos décadas de desarrollo, hay cerca de 40 productores de vino en Buenos Aires, cuyo peso es aún marginal dentro del mapa vitivinícola de Argentina, país que se ubicó el año pasado como décimo exportador mundial de vinos.

Según datos oficiales, la provincia tiene 162 hectáreas con vides, apenas el 0,08% del total del país, pero esta superficie se triplicó en los últimos diez años, mientras que la elaboración de vinos -1.971 hectolitros en 2021- casi se duplicó en igual período, dando señales de un fuerte crecimiento.

Dado que aún hay mucho de experimentación y que la provincia es tan diversa en su geografía, en tierras bonaerenses se cultivan desde Chardonnay, Sauvignon Blanc y Albariño, entre las blancas, variedades tintas como Malbec, Pinot Negro, Tannat y Cabernet Sauvignon, y hasta Pinot Gris entre las rosadas.

"Cada zona de producción dentro de la provincia otorga una característica muy particular al vino. Pero en términos generales son vinos muy frutados y jóvenes", señala Eduardo Tuite, propietario de Gamboa Viñas & Bodega, que, ubicada en la localidad de Campana, es la bodega más cercana a la capital argentina (65 km).

Con vinos que se crían cerca del mar, en zonas de humedales y hasta en serranías, los productores bonaerenses están comenzando a dar de qué hablar en concursos y catas a ciegas por una calidad no esperada para una región aún "fuera del radar".

Destacan que tener radiación solar alta hace que se pueda trabajar con cepas de ciclo corto y con las cepas de ciclo largo que en otras regiones no llegan a madurar.

"Realmente son vinos que han tenido muchísimo éxito. Es un mérito significativo para bodegas muy nuevas y zonas alternativas de producción", resalta Parra.

Con sello propio

La mayoría de las bodegas bonaerenses son pequeñas y están, de un modo u otro, ligadas al turismo, sea porque están emplazadas cerca de destinos populares para los viajeros o porque abren sus puertas a visitantes. Eso en buena parte explica por qué su producción se vende prácticamente en su totalidad en la misma bodega o en vinotecas de cercanías o a clientes que, habiendo tenido una experiencia "en terreno", los contactan luego para comprar más botellas.

"Mucha de nuestra demanda es de quienes vienen a hacer la experiencia de conocer un viñedo. Pero luego están los consumidores más sofisticados que quieren probar distintas cepas de distintas zonas. Es un público más joven, que está buscando encontrar algo distinto", señala Tuite.

Aunque el sector va en ascenso, los productores no ocultan las dificultades económicas para desarrollar su actividad; por eso esperan con ansiedad la pronta aprobación por parte de la Legislatura bonaerense de una ley de fomento que, entre otras cosas, prevé dar incentivos fiscales y acceso al crédito público para los productores y hasta la creación del sello "vino Buenos Aires".