La serie sobre la pulseada Gobierno-Moyano sigue ofreciendo nuevos capítulos, con el lanzamiento de filosos dardos de diversa intensidad entre ambas partes. Tras el discurso con el que el líder sindical Hugo Moyano anunció su distanciamiento de Cristina Fernández de Kirchner, fueron registrándose episodios que ratificaron el enfriamiento de la relación.

Un encuentro que se esperaba con expectación era el almuerzo anual de los empresarios del transporte de cargas, al que estaban invitados la Presidenta y el jefe de los choferes de camiones y de la CGT, Hugo Moyano. La mandataria no acudió y en nombre del Gobierno fue el secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, quien compartió mesa con el líder sindical, aunque -ambos- sin hacer buenas migas como hubiera ocurrido en otros tiempos. Allí el funcionario le pasó una fuerte factura a Moyano, al recordar los aportes oficiales a la actividad de los camioneros. El destinatario de las pullas se mantuvo en silencio y prefirió seguir la contienda al más alto nivel, o sea con la jefa de Estado. En esos momentos, la Presidenta estaba aludiendo al mandamás cegetista, cuando al recordar al malogrado Iván Heyn, durante un acto en Lomas de Zamora, advirtió que ‘alguien diría que era un niño bien‘, parafraseando irónicamente a Moyano, quien había calificado como ‘chicos bien‘ a los miembros de La Cámpora.

Reclamos
Apenas un puñado de horas después, el sindicalista contestó desde otro acto diciendo que los dirigentes gremiales ‘tenemos la obligación de reclamar permanentemente los derechos que tiene el trabajador‘. Esta seguidilla de réplicas estuvo condimentada con versiones diversas sobre el futuro de la relación, incluidas eventuales acciones de mediación para restablecer el diálogo.

Y en ese marco también trascendió lo que hubiera sido una reunión cumbre, con la participación de los principales referentes de los sectores en los que está dividido el sindicalismo peronista. La difusión de ese cónclave terminó por desactivarlo; quizás haya habido contactos, pero no de la envergadura prevista. De todas maneras las líneas están tendidas, con la intención de unificar al menos en la acción a la dirigencia que está en alerta ante la posibilidad de que el Gobierno amplíe su embestida.

Suspendido
‘El contacto (con el Gobierno de Cristina) no está roto, está suspendido por parte de ella‘, se apuró a aclarar Moyano ante corresponsales extranjeros el jefe de la CGT, lo que podría haber sido leído, además de un reproche, como un posible mensaje destinado a tender una mano a la reanudación del diálogo. Pero sobre el pucho se ocupó de echar algunos chorros de nafta al fuego, al momento de responder sobre posibles medidas de fuerza gremiales. Además dijo que hay ‘un Gobierno donde hay muchos peronistas; nosotros no tenemos peronómetro pero tenemos traicionómetro para aplicar a quien traicione las ideas de Perón‘.

Evidentemente Moyano está decidido a mantener la guardia lo suficientemente alta. Algunos de sus colegas están adhiriendo fervientemente a su convite, mientras otros son más prudentes y, por ejemplo, reconocen sus reclamos pero al mismo tiempo reivindican el sostenimiento del diálogo con el Gobierno. Sucede que Moyano se siente herido como pocas veces, y a esta altura cada día amanece con renovadas incógnitas acerca del límite de los decibeles de su enojo.