El trabajo infantil se agudizó en Argentina con la llegada del covid-19, por el deterioro de la economía de los hogares, y se profundizó durante la segunda ola debido a las menores ayudas estatales a las familias, en un país donde ya antes de la pandemia la tendencia era creciente por la caída de la actividad económica y la mayor informalidad laboral.

Un 23% de los adolescentes entre 13 y 17 años trabaja para el mercado, según una encuesta de Unicef a 2.869 hogares del país terminada en mayo último, por encima del 16% de adolescentes que había relevado otra encuesta de octubre pasado, lo que muestra la "vulnerabilidad" de los hogares frente a la crisis.

Casi la mitad (47%) de esos adolescentes comenzó a trabajar durante la cuarentena y quienes ya trabajaban ahora lo hacen con mayor intensidad, al asumir el rol de un adulto en el hogar cuidando niños o personas mayores (43%), haciendo las compras (70%) y limpiando y cocinando (86 %).

"La situación ha desmejorado", reconoció Gustavo Ponce, asistente Superior de Programas de Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina.

Según analizó la OIT, la mitad de los niños relevados que trabajan para el mercado pertenecen a familias cuyos ingresos disminuyeron durante la cuarentena y siete de cada diez habitan hogares cuyos miembros perdieron el empleo o vieron reducidas sus horas de trabajo o fueron suspendidos temporalmente. En mayo último influyó además que ya no se paga la ayuda estatal "Ingreso Familiar de Emergencia" que "tuvo un impacto positivo y ahora no está", agregó Ponce.

Antes de la pandemia, el trabajo infantil ya estaba creciendo en Argentina: el 10% de los niños y el 30% de los adolescentes de entre 16 y 17 años trabajaban en 2017, según la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes, por encima del 6,5% de los niños entre 5 y 13 años y al 20,1% de los adolescentes entre 14 y 17 años que trabajaban en 2004. Se trata de un recurso al que se acude "dentro del mismo grupo familiar", dijo Ponce, para responder al deterioro económico y del mercado de trabajo -la economía argentina hace 10 años que está estancada y el desempleo trepó al 11% en 2020-.

En Argentina, los niños comienzan a trabajar a los 11 años en promedio, agregó, lo que compite con su trayectoria escolar, les quita horas de juego y muchas veces no se los remunera. Además, el trabajo infantil en las zonas rurales se duplica a 19,8% en los niños y escala al 43,5% en los adolescentes.

Ponce recalcó que existe "una tolerancia social en relación al trabajo infantil", porque "no es visto como un problema grave", sino que los prepara para el mundo del trabajo, cuando "lo único que prepara es la educación". Sumó en esa tolerancia que se lo percibe "como ayuda al hogar", que "aleja" a los niños del mundo de las drogas y del delito y que se reproduce en padres que han trabajado de niños.