Hace exactamente diez años, Argentina transitaba días difíciles, con un gran déficit fiscal financiado mediante endeudamiento, sin inversiones y sin crédito internacional. Días antes del corralito, versiones y rumores de todo tipo. Corridas bancarias mediante, el país perdía en 2001 unos 15.000 millones de dólares que se elevaron a unos 60.000 millones de dólares durante toda la Convertibilidad, según un estudio de una comisión legislativa.

A pesar de ello, había deflación y la economía se encaminaba a una debacle. Hoy, a diez años de aquella tragedia económica, la Argentina se encuentra transitando horas difíciles, con un gran déficit fiscal, financiado con emisión monetaria, sin inversiones y sin crédito internacional, con deudas y juicios multimillonarios aún pendientes.

Los controles y las trabas en el mercado cambiario llevaron al país a perder en 2011 más de 20.000 millones de dólares, unos 70.000 millones de dólares durante la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, según datos del Banco Central. Además de todo esto, en los últimos cuatro años se duplicó la inflación.

Endeble

La diferencia entre uno y otro escenario es que hace diez años, el poder político estaba diluido. Hoy, el poder político está sólido tras las elecciones de octubre. Sin embargo, la economía actual es mucho más endeble que en 2001. En 2001, las reservas netas eran de apenas unos 8.000 millones de dólares. En 2011, las reservas netas son aún menores.

El desempleo en 2001 mostraba su cara más cruel, hoy está maquillado por trabajadores informales. La pobreza acompañaba al desempleo y se colaba en la mayoría de los hogares. Hoy, las cifras desfiguradas del INDEC impiden calcular la pobreza.

Sin embargo, la inflación hace estragos más allá de las estadísticas y se ensaña con cada hogar pobre. En 2001, los intentos por bajar el gasto público habían fracasado y se financiaron con endeudamiento hasta que el mundo dijo basta...

Hoy, el gasto público que crece a un ritmo de casi el 40 por ciento está resultando imposible de financiar. Las retenciones, los impuestos extraordinarios, las reservas del Central y los recursos de la seguridad social ya no alcanzan.

Subsidios

El recorte de subsidios a los servicios esenciales tiene como trasfondo una crisis fiscal de envergadura. Después de haber subsidiado a casinos, hipódromos, al amparo de las autoridades, la administración Kirchner emprende un camino de regreso y traza con lápiz rojo una línea que no contempla situaciones especiales.

La supresión de subsidios dispara dos consecuencias negativas. Por un lado, sube los costos y genera un efecto cascada en las distintas etapas de producción, aumentando los precios de manera exponencial.

Por otro lado, la carga fiscal que pesa sobre las tarifas se potencia y termina aumentando el costo total de la factura. A esta altura, cabe preguntarse, ¿por qué razón el gobierno decide bajar los subsidios a servicios esenciales y mantiene subsidios sobre áreas absolutamente prescindibles como el conglomerado de medios estatales, el aparato de propaganda, el fútbol para todos o bien Aerolíneas Argentinas?

De todos modos, el ajuste no termina con los subsidios. Es apenas el comienzo. Hay luces de alerta que se encienden sobre el comando de la Casa Rosada. Mientras el drenaje de divisas no cesa, el Gobierno deberá afrontar en los primeros días de diciembre el pago de unos 2.200 millones de dólares correspondientes a vencimientos de deuda. Al mismo tiempo, los precios de los bienes de exportación han caído afectando los ingresos fiscales vía retenciones. Para poder financiar el gasto, el Gobierno deberá buscar nuevas fuentes de financiamiento porque las actuales están agotadas. El viaje imaginario nos llevó diez años atrás. El ajuste está en marcha y avanza por etapas.