La vía del ferrocarril que ya no funciona se convirtió para Marayes en la línea que divide a los pobladores que pueden gozar del privilegio de ver el agua clara saliendo por el surtidor, de los que todavía tienen que caminar con tachos a cuestas para conseguirla. Sólo basta cruzar algunas palabras con los lugareños de esta localidad caucetera, que está a 144 kilómetros de la ciudad, por la ruta 510, que va a Valle Fértil, para darse cuenta de que siguen con la misma desesperanza que hace décadas.

"Las cosas no son como se dice y nadie viene hasta acá para ver cómo estamos. Hubo una inauguración con bombos y platillos, pero de este lado de la vía el agua casi no llega", dice Ariel González. Es que la obra del acueducto no está terminada, es por eso que los surtidores públicos que tienen buena presión de agua son aquellos que están más cerca de donde está la planta que inauguraron en septiembre del 2004.

Más allá de los testimonios, el paisaje es contundente. De la vía hacia el Norte, el agua sale sin dificultad. De hecho, la escuela y la planta están rodeadas de pasto que se riega por aspersión. Inclusive, ya se puso en funcionamiento el proyecto de la huerta escolar. Pero hacia el Sur, el paisaje sigue siendo desolador. "La vida no nos cambió. Con suerte sale un hilo de agua por los surtidores públicos, pero siempre de noche. Hace un tiempo tuvimos que pasar una semana con el agua cortada y nadie nos dio una explicación. Somos un sector olvidado", cuenta Anita Ferrerino.

El Sur de Marayes sigue totalmente seco, no crece ni una planta y todavía se puede ver la cisterna abandonada, de donde los pobladores sacaban agua antes de que inauguraran el acueducto. Inclusive, no es raro ver a los animales tendidos en el piso por el calor y la falta de agua, cada vez más flacos porque la gente no tiene cómo alimentarlos.

Una buena parte de Marayes se transformó en un pueblo fantasma. Abundan las casas abandonadas y los lugareños dicen que la "fuga" de la gente no se acabó con la inauguración del acueducto.