El ‘corralito‘ bancario, de cuya creación se cumplen hoy diez años, será recordado como un ‘invento argentino‘ que apareció en un contexto en el que las autoridades se quedaron sin opciones ante la debacle financiera.

Todo argentino aún recuerda el sábado 1 de diciembre de 2001, cuando el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo anunció que a partir del lunes 3 habría restricciones para retirar el dinero depositado en los bancos. Aquella medida, que desató una fortísima protesta social, venía a detener, de un modo legalmente cuestionable, la fuerte sangría de capitales que el sistema financiero padecía, con un retiro de 18.000 millones de dólares de depósitos bancarios en los primeros once meses de 2001, motivado en una fuerte desconfianza en la solidez de las entidades.

En realidad, la preocupación era por el conjunto de la economía argentina, sumida en una recesión desde 1998, con altas tasas de desempleo y pobreza, fuerte fuga de capitales, endeudamiento acelerado, agotamiento de las fuentes de financiación y caída en picada de las reservas monetarias.

Y un régimen cambiario rígido, el de la ‘convertibilidad‘ que desde 1991 sostenía una paridad de ‘uno a uno‘ entre el peso argentino y el dólar estadounidense, que dejaba escaso margen de maniobra.

Estallido
Para frenar una crisis bancaria en ciernes, Cavallo limitó la cantidad a retirar de las cuentas a 250 pesos (igual a dólares) en efectivo por semana, restricción que un mes después desembocó en la retención del grueso de los fondos depositados en el sistema financiero.

La entrada en vigor del ‘corralito‘ fue el preámbulo de un estallido social que se saldó con la renuncia del Gobierno de Fernando De la Rúa (1999-2001) el 20 de diciembre y con el mayor cese de pagos de deudas públicas de la historia financiera. El fin del ‘uno a uno‘ y la devaluación llegaron finalmente en enero de 2002 con Eduardo Duhalde, presidente provisional de Argentina tras otros tres mandatarios interinos que gobernaron unos pocos días luego de la renuncia de De la Rúa, en medio del caos social.

Corralón
Duhalde profundizó además las restricciones bancarias al crear el ‘corralón‘, transformando a devaluados pesos los depósitos bancarios en dólares y reprogramando la devolución de los fondos a plazo fijo, medida que agotó aún más la ya colmada paciencia de los ahorradores.

La conversión a pesos de los depósitos en divisa estadounidense abarcó 46.000 millones de dólares ahorrados y cerca de 70.000 clientes de entidades bancarias emprendieron acciones judiciales. ‘La mayoría de los afectados eran pequeños ahorradores, muchos de ellos jubilados, que tuvieron que conformarse con recuperar su dinero a razón de 1,4 pesos por dólar, como se les ofreció cuando el billete estadounidense se cotizaba entre tres y cuatro pesos‘, apuntó Juan Seliman, antiguo directivo de la disuelta agrupación Ahorristas Bancarios Argentinos Estafados. Las grandes sumas retenidas fueron devueltas una parte en efectivo y el resto en bonos que ya se han cancelado, indicó el antiguo ahorrador ‘estafado‘.

‘Cuando los organismos internacionales de crédito le soltaron la mano a Argentina, ya no había mucho más para hacer. La economía era recesiva, una fuerte pérdida de reservas, que terminó en una corrida bancaria y luego en restricciones y en la autoimplosión del sistema de convertibilidad‘, evaluó Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb.