El juez Claudio Bonadío se convirtió en la semana en el magistrado federal que más comprometió al Gobierno de Cristina Fernández: a dos días de indagar al secretario de Comercio Guillermo Moreno, el viernes pidió la detención del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, a quien investiga en varias causas penales. Es que Bonadío ya ha visto el nombre de Jaime en varios expedientes: lo investiga por enriquecimiento ilícito, lo procesó en dos causas por dádivas (por recibir regalos de empresarios a los que debía controlar) y lo incluyó en la nómina de presuntos responsables de la tragedia que se cobró 51 vidas en la estación de Once. Por eso no resulta extraño que Bonadío resolvió el mismo viernes rechazar un pedido de exención de prisión por parte de la defensa del ex funcionario, en un expediente en donde se lo investiga por obras ferroviarias supuestamente no hechas.

La decisión del juez llegó 48 horas después de haberle tomado indagatoria a Moreno por los delitos de abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público, a raíz de las sanciones impuestas a una consultora que midió una inflación diferente a la que publica el INDEC. Nadie se imaginaba que alguien se animara a sentar en el banquillo de los acusados al polémico secretario de Comercio Interior.

De sangre peronista, Bonadío (58) militó en la agrupación derechista Guardia de Hierro en los años 70 y en el inicio de la democracia se vinculó al Frente de Unidad Peronista, de donde surgió como intendente Carlos Grosso, y desde allí conoció a Carlos Corach, que sería ministro del Interior de Carlos Menem.

Apenas se abrieron los tribunales de Comodoro Py 2002, Bonadío quedó incluido en la nómina de jueces propuestos a ser designados, aunque no se le conocía una carrera judicial ni experiencia académica. El ex ministro de Economía Domingo Cavallo difundió la famosa ‘servilleta‘ en la que, según contó, Corach había anotado a los jueces que le eran fieles, entre los que incluyó a Bonadío. Durante el Gobierno de la Alianza, Bonadío tuvo en sus manos la causa por las irregularidades del atentado contra la AMIA, en donde precisamente Corach nunca había sido imputado, hasta que ahora una Cámara Federal ad hoc ordenó investigarlo.

En septiembre de 2001 Bonadío volvió a salir en los medios porque se enfrentó a tiros a dos hombres que habían querido robarle cuando llegaba a la casa de un amigo en Florida. Mató a uno de ellos con una arma Glock calibre 40 que portaba.
En 2003, con la llegada del kirchnerismo, Bonadío tuvo en su manos la causa Skanska, el primer expediente que salpicaba por corrupción a funcionarios del Gobierno y que, según la oposición, quedó paralizada. Además, Bonadío abrió una investigación sobre el camionero Hugo Moyano, un ex aliado del Gobierno, en una causa por supuestas irregularidades en la obra social. En febrero de 2012 cayó en sus manos la causa por la tragedia de Once donde, por un lado, aceptó al Estado como querellante y por otro avanzó sobre la responsabilidad de varios funcionarios, entre ellos Ricardo Jaime. Agencia (DyN)