‘Es patético‘, dijo Néstor Kirchner ante la TV, cuando Carlos Menem renunciaba al balotaje, el 14 de mayo de 2003. Ese 22,3% de los votos obtenidos en primera vuelta lo convertía en Presidente. Nacía el kirchnerismo, con un líder desconocido que se opuso a todas las recetas tradicionales para salir de la crisis. Kirchner logró transformar la cultura política de ‘los ’70‘ y el recuerdo de la represión en dos columnas ideológicas que le dieron un gran rédito político y el puntapié para iniciar una senda de fuerte transformaciones, que se afianzaron en el tiempo, a pesar de su muerte en octubre de 2010, con la llegada a la Casa Rosada de la presidenta, Cristina Fernández. Las estatizaciones de las (AFJP), Aerolíneas, el Correo e YPF; la cancelación de la deuda con el FMI, o logros más recientes, como la Ley de Matrimonio Igualitario, la creación de la Asignación Universal por Hijo, que alcanza a más de 3,5 millones de niños y adolescentes.
De igual manera, la Ley de Medios, o el programa ’Fútbol para Todos’, o el voto a los 16 años, son el reflejo más representativo de un modelo que arrancó sin pausas.
A horas de haber jurado, Kirchner se trasladó sin aviso previo- a Entre Ríos para solucionar un largo paro docente. Esa fue la primera muestra de lo que luego se llamó ’el estilo K’.
También en poco tiempo el santacruceño encaró una purga en las Fuerzas Armadas, renovó la Corte Suprema de Justicia cuestionada por su ’mayoría automática’ durante el menemismo e incorporó en ese Tribunal por primera vez en la historia- a las mujeres.
En junio del 2005, la nueva Corte declaró inconstitucionales las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y habilitó así que se reactivaran los juicios por los crímenes cometidos durante la última dictadura. Desde entonces, 370 represores fueron condenados por delitos de lesa humanidad, entre ellos el exdictador Jorge Videla, que murió preso hace una semana.
Pero a la construcción de liderazgo le faltaba un paso: deshacerse de su mentor, Eduardo Duhalde. Las elecciones legislativas del 2005 fueron el escenario elegido. Cristina derrotó a ’Chiche’ Duhalde y así se comenzó a gestar su relato de la historia, apelando a la ’transversalidad’ para acabar con el poder de fuego del PJ y la UCR.
La cancelación de la deuda con el FMI, tras el pago del 9.500 millones de dólares, permitió a Kirchner avanzar en la intervención del INDEC, aunque los guarismos dejaron de ser creíbles. Cuatro años y medio después y ayudada por una oposición atomizada, Cristina llegó a la presidencia en 2007 con mayoría en ambas cámaras del Congreso, junto a su flamante compañero de fórmula, el radical Julio Cobos. Sin embargo, el experimento de la transversalidad terminó de la peor manera. El ’no positivo’ de Cobos en el Senado, en julio de 2008, derribó el proyecto de retenciones móviles para las exportaciones agrícolas. Cristina perdía así una dura batalla contra el campo que le había significado uno de los momentos más críticos de su primer gobierno, con protestas, cacerolazos y cortes de rutas en todo el país.
Una de las banderas más reivindicadas por el kirchnerismo a lo largo de esta década es haber logrado que Argentina sostuviera y acrecentara el alza de la economía que había iniciado Duhalde tras la debacle 2001-2002.
Argentina creció en los últimos diez años a una tasa promedio del 7,2% anual de la mano de medidas para incentivar el consumo y reactivar la industria y la actividad agropecuaria.
Sin reservas monetarias, deudas por 180.000 millones de dólares, un tejido productivo destruido, una tasa de desempleo del 24% y un nivel de pobreza que llegó al 57%, Kirchner tomó las riendas, según sus propias palabras, de un país descendido al ’infierno’ para, al menos, devolverle al ’purgatorio’.
Así y todo, el PBI registró un crecimiento superior al 100% al pasar de $230.000 millones de fines de 2002 hasta los 484.200 millones de 2012.
Otra clave del milagro fue la aparición de China detrás de la estrella de la década K: la soja y sus derivados, que entre 2003 y 2012 proporcionaron divisas de exportación por 170.560 millones de dólares. Ese combustible fue el impulso principal para que las reservas subieran en cuatro años de 11 mil millones a 52.654 millones de dólares.
Igual, en 2012, Argentina acusó el impacto de las turbulencias por la crisis de la zona euro, aunque logró mantenerse a flote.