El trabajo infantil ha tenido “una importante disminución” entre 2004 y 2012, período durante el cual retrocedió un 66% la cantidad de niños y niñas de entre 5 y 13 años que trabajan, y un 24% el número de adolescentes de entre 14 y 17 años con prematura presencia en el mercado laboral.

Así, en 2004 trabajaba el 6,4% de los niños de entre 5 y 13 años y el 19,1% de los adolescentes de entre 14 y 17 años. Actualmente, el 2,2% de los chicos de entre 4 y 13 años trabajan y el 14,6% de los menores de entre 14 y 17 años. Los datos de la caída de este flagelo en el país, en aproximadamente dos tercios en apenas ocho años, fueron suministrados por el Ministerio de Trabajo de la Nación al conmemorarse hoy el Día Mundial contra el Trabajo Infantil y surgen de la comparación entre la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) realizada en 2004 y la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) del tercer trimestre de 2012.

“Es una reducción sumamente importante; lo que marca es el éxito de las políticas públicas que se están llevando adelante, pero nos obliga a redoblar esfuerzos porque todavía hay chicos trabajando”, dijo la titular de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI), Pilar Rey Méndez.

“La reducción del trabajo infantil siempre se debe a una combinación de factores y sin poder establecer una relación directa, podemos enumerar una serie de acciones que tuvieron lugar que, en mayor o menor medida, deberían haber contribuido a este descenso”, aseguró Gustavo Ponce, Punto Focal de Trabajo Infantil de la Oficina de País de la OIT para Argentina. Entre ellos, citó las nuevas leyes contra el trabajo infantil, la adopción de estándares mínimos en la inspección, la creación de centros de cuidado infantil en el sector agrícola, la Asignación Universal por Hijo y la articulación público-privada.

En cuando a las causas del trabajo infantil, se destacan los factores económicos (desempleo, pauperización salarial, distribución inequitativa del ingreso), y la vigencia de patrones culturales que legitiman prácticas tradicionales. Pero, en realidad, el trabajo infantil implica una vulneración de los derechos del niño y un atentado contra su normal desarrollo. Las consecuencias más nocivas deben rastrearse en la escolaridad y en la salud.

Así, la EANNA 2004 demostró que la repitencia y las inasistencias frecuentes prácticamente se duplican en los niños que trabajan en comparación con los que no lo hacen. En cuanto a los daños de salud, se mencionan las lesiones en la piel, en el sistema respiratorio y óseo. Atento a esta situación, el gobierno implementó una serie de políticas para la erradicación definitiva del trabajo infantil, como la ley 26847 que incorporó esta problemática como delito en el Código Penal y la ley 26.390 que subió de 14 a 16 la edad mínima para la admisibilidad laboral.