Baño de sangre. El entonces presidente Raúl Alfonsín observa a una guerrillera muerta en el ataque al cuartel del 23 de enero de 1989. Fueron 36 largas horas de un cruento enfrentamiento.

El Movimiento Todos por la Patria (MTP), liderado por Enrique Gorriarán Merlo, intentaba copar hace 30 años el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 del Ejército, ubicado en la localidad bonaerense de La Tablada. Fue un sorpresivo ataque que dejó un baño de sangre con 41 muertos y constituyó la última acción de envergadura emprendida por la guerrilla en la Argentina del siglo XX.

Aquella agobiante mañana del 23 de enero de 1989, el gobierno de Raúl Alfonsín se encontraba en su último año en un país que soportaba una crisis energética con cortes programados de electricidad y una economía que se encaminaba hacia la hiperinflación. Pasadas las 6, un camión de gaseosas, sustraído minutos antes por los atacantes en el Camino de Cintura, ingresaba por el portón de esa unidad militar con asiento en el partido de La Matanza, en el oeste del conurbano bonaerense.

Los guerrilleros lanzaron panfletos en la puerta del cuartel en los que se reivindicaba al coronel Mohamend Seineldín y al teniente coronel Aldo Rico, líderes de los levantamientos carapintadas que habían puesto en jaque a la administración radical en tres oportunidades (abril de 1987, febrero y diciembre de 1988, éste último apenas un mes antes de La Tablada). De esta forma, los 46 atacantes del MTP planeaban generar confusión entre el personal militar al entonar consignas y vivas para los dos oficiales rebeldes, llegar al sector en el cual se encontraban estacionados los tanques y salir del cuartel a bordo de estos vehículos hacia la Capital Federal.

El denominado operativo "Tapir" debía concluir a media mañana de ese lunes, y el objetivo de Gorriarán Merlo -un exjefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que supervisó las acciones desde las inmediaciones de la unidad militar- pasaba por denunciar la inminencia de un golpe de Estado por parte de los carapintadas.

Los integrantes del MTP creían que cuando la población tomara conocimiento que estaba en marcha una intentona militar contra la democracia se produciría una insurrección popular que reclamaría cambios políticos de fondo, una idea acuñada por los sandinistas, que a fines de los años setenta habían derrocado el régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua.

Pero en su avance por el cuartel, los atacantes encontraron una férrea resistencia en el casino de suboficiales de la base, lo que generó una rápida intervención policial y el despliegue de más de 2.000 efectivos del Ejército, que cortaron cualquier posibilidad de repliegue.

En las primeras horas, reinó la confusión en torno a la autoría del intento de copamiento del cuartel, y sectores del oficialismo abonaban la hipótesis de que una acción carapintada se gestaba en La Tablada. Pero, a las pocas horas, desde el oficialismo se admitió que se trataba de un operativo del MTP, del que participaban antiguos militantes del ERP, la guerrilla que había operado en la Argentina durante los años setenta.

El Ejército rodeó la unidad y tendió un cerco sobre los atacantes, contra los que libró un combate que se prolongó durante 36 horas, con fuego de morteros y proyectiles disparados desde tanques.

El saldo final del combate de La Tablada -que significó incluso el bautismo de fuego para la infantería mecanizada que no había sido empleada por el Ejército en la guerra de las Malvinas- fue de 32 militantes del MTP muertos, en tanto que los militares tuvieron siete bajas y la Policía bonaerense dos.

¿Cuáles fueron las verdaderas motivaciones que impulsaron al MTP a realizar una acción armada contra el Ejército cuando las instituciones democráticas aún intentaban consolidarse? Más allá de las hipótesis sobre un golpe cívico-militar que podía contar con el aval del candidato presidencial Carlos Menem, o las relaciones que tenía el entonces ministro de Interior, Enrique Nosiglia, con el dirigente del MTP Francisco Provenzano -capturado con vida en La Tablada, y luego desaparecido-, lo concreto es que se trató de una acción que debilitó a un gobierno constitucional en una etapa crítica.

Con epicentro en Nicaragua

Enrique Gorriarán Merlo y un grupo de exmilitantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que se sumaron en 1979 al proyecto de la Revolución Sandinista en Nicaragua, constituyeron en esa nación el núcleo de lo que luego sería el Movimiento Todos por la Patria (MTP), que una década más tarde atacaría en cuartel de La Tablada. Gorriarrán trabajó en tareas de contrainteligencia para los sandinistas, organizó la policía del régimen revolucionario y dirigió un comando que, en 1980, ejecutó al derrocado dictador nicaragüense Anastasio Somoza, que se encontraba exiliado en Asunción, Paraguay.

Con el retorno de la democracia en la Argentina, el líder guerrillero comenzó a delinear la posibilidad de integrarse a la vida política del país en la nueva etapa que iniciaba. Desde el exilio, Gorriarán promovió en 1986 la fundación del MTP, bajo la inspiración del modelo sandinista que proponía la creación de un movimiento amplio en el cual participaran sectores reformistas, cristianos y revolucionarios. Incluso presentó candidaturas en algunos distritos en las elecciones de 1987.


> Trece condenados
En el primer juicio por el ataque a La Tablada (ese mismo año) 13 militantes del MTP fueron sentenciados de forma sumaria y sin derecho a formular apelaciones, con penas que fueron desde la reclusión perpetua a los 11 años.

> Hubo indulto en 2003
Gorriarán Merlo y su esposa, Ana María Sívori, enfrentaron los tribunales en 1997 tras ser extraditados desde México. Los condenaron a cadena perpetua y a 19 años de prisión, respectivamente. Duhalde indultó a todos en 2003.