Trece días después de la desaparición en el Atlántico Sur del submarino ARA San Juan, que aún sigue sin ser localizado, una nueva pieza del rompecabezas se conoció ayer. El vocero de la Armada, Enrique Balbi, consideró que la explosión que se cree sufrió la nave, el día que perdió todo contacto con la fuerza, habría sido causada “por una acumulación de hidrógeno tras un cortocircuito en sus baterías de proa”.

El ARA San Juan y sus 44 tripulantes enviaron su última señal el miércoles 15 de noviembre a 430 kilómetros de la costa patagónica, apenas horas antes de que se detectara en esa zona una supuesta explosión submarina que fue identificada la semana pasada por distintos organismos internacionales.

 

“Interpretamos que esa explosión se debió a una concentración de hidrógeno”, dijo Balbi al explicar que las baterías eléctricas del submarino generan constantemente ese elemento químico, el cual debe ser expelido de la nave porque es potencialmente explosivo.

El lunes, el portavoz había dicho que en sus últimos contactos el ARA San Juan -que es intensamente buscado por un amplio operativo internacional- había sufrido una filtración de agua a través de su “snorkel” que alcanzó a las baterías, lo que generó un principio de incendio, sin fuego, que fue controlado, según lo comunicado por el propio comandante del ARA San Juan en su último reporte.

Por otra parte, el vocero de la Armada negó que la filtración de una comunicación del comandante indicando averías en la nave haya provenido de la Armada, y que se inició una investigación al respecto.

El lunes, se difundió en el canal A24 un documento oficial firmado por el comandante de la Fuerza de Submarinos, capitán de Navío Claudio Javier Villamide, en el que se daba cuenta del último mensaje enviado desde el ARA San Juan. Este mensaje indicaba que la embarcación había sufrido el “ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías”, lo que ocasionó un “cortocircuito y principio de incendio”, lo que provocó que las baterías de proa quedaran fuera de servicio y que la embarcación continuara su viaje a Mar del Plata con las baterías de popa. Al respecto, Balbi afirmó que la Armada “no filtró” ese documento interno, ya que implicaría “vulnerar una ley que hace a la confidencialidad”, e informó que se iniciaron las “actuaciones administrativas correspondientes” para investigar cómo se filtró el mensaje, al tiempo que destacó que su contenido “confirma lo que venimos comentando hace una semana”.

La búsqueda de la nave de la que aún no se tienen indicios -pese al megaoperativo de rastreo con la mayor tecnología disponible- se concentran en un área circular de cerca de 4.070 kilómetros cuadrados en el Atlántico Sur, siguiendo la pista de la explosión detectada, en un masivo esfuerzo en el que participan decenas de buques y aviones de varios países, entre ellos EEUU, Reino Unido y Brasil.

“Es la zona de mayor probabilidad de ocurrencia donde puede estar el submarino si está asentado en el fondo”, dijo Balbi, y agregó que malas condiciones climáticas en esa región del océano estaban dificultando el avance de la operación. Expertos consideran que el submarino podría estar hundido a 3.000 metros de profundidad si alcanzó la zona del talud continental.

 

Siguen esperando al Sophie Siem

 

Pese a que algunos medios de prensa nacionales aseguraron el lunes por la noche que el buque noruegoShopie Siem había llegado a la zona de rescate del submarino ARA San Juan, ayer el vocero de la Armada desmintió esa información. Enrique Balbi confirmó ayer en su parte diario que todavía está demorado el arribo del Sophie Siem con el minisubmarino de Estados Unidos. Se estimaba que recién “anoche o en la mañana de hoy

estará arribando el buque”, precisó Balbi. El encargado de los partes oficiales sobre el paradero del ARA San Juan añadió que “el Yantar (el buque ruso que transporta equipamiento para la búsqueda subacuática hasta 6.000 metros de profundidad) mantiene su arribo para el 5 de diciembre” y además señaló que esta madrugada “zarpó la Corbeta Robinson, con un sumergible ruso que tiene una profundidad de operación de 200 metros”. “Hasta que no se localice (el submarino), no pueden sumergirse estos vehículos”, aclaró Balbi, quien advirtió que, con los medios hasta ahora disponibles, la máxima profundidad en la que se puede realizar un rescate es 600 metros.