La construcción de ladrillo sobresale entre las 13 casitas de barro y caña. Los imponentes paneles solares instalados en los techos de chapa contrastan con los pocos algarrobos que se animan a crecer en medio del desierto. El edificio tiene un aula, una biblioteca y un salón que funciona como comedor infantil. Se trata de una escuela a la que van menos de cinco alumnos y está en Laguna Seca, un paraje caucetero, ubicado al costado de la ruta 141, a 114 kilómetros de la ciudad de San Juan. Estos chicos son los únicos del pueblo que están en edad escolar. El resto de los habitantes son adultos, la mayoría ancianos.

La escuela resume lo que es este pueblo, cuyos habitantes aseguran que con el tiempo va a desaparecer.

"Si cierran la escuela tengo que irme del pueblo", dice Genaro Arce, padre de 2 de los alumnos. De todos modos, sabe que, tarde o temprano, tendrá que hacerlo. Es que la escuela tiene hasta EGB3 y para seguir estudiando hay que ir hasta Bermejo. "Antes se podía hacer dedo para estudiar afuera. Ahora eso es imposible. A eso se le suma que el pasaje del colectivo es muy caro", cuenta el hombre.

Los pobladores dicen que se quedan en Laguna Seca porque hay una escuela. "Acá no hay nada más que hacer. Estoy segura de que con el tiempo esto va a desaparecer", cuenta Susana Arce, portera de la escuela. La mujer tiene 8 hijos y sólo 1 vive en ese paraje.

Que Laguna Seca no tenga electricidad es otro símbolo de olvido. La gente se alumbra con los restos de velas que les dan en la Difunta Correa o San Expedito. Los que tienen más recursos económicos recurren a los mecheros a kerosene. En verano no comen carne porque no tienen cómo conservarla. El único medio de comunicación es la radio que está en la escuela. Pero muchas veces no funciona porque no tienen dinero para comprar la batería que la hace andar.

El sol pega fuerte en Laguna Seca. Los pocos algarrobos no dan suficiente sombra para aplacar el calor. Visto desde la ruta, parece un pueblo fantasma. Nadie sale de las casas. Están afuera lo justo y necesario para dar de comer a los animales o trasladarse hasta la escuela. Inclusive, los chicos pasan el recreo adentro del establecimiento.

La falta de agua es otro de los factores que ayuda a vaciar el pueblo. Las constantes sequías matan a cada vez más animales y las pasturas no crecen como antes. La municipalidad lleva agua potable cada 15 días, sólo para consumo humano. Para dar de beber a cabras y chivos tienen que recurrir a una represa que está a un kilómetro de la ruta. Esta se alimenta con agua de lluvia. También se está secando. Y esa es una historia que la gente del paraje ya conoce de memoria: el lugar se llama Laguna Seca porque hace unas décadas se secó una enorme laguna que, a principios del siglo XX, hizo que mucha gente llegara hasta el lugar para criar cabras. Fue así como se formó el paraje, donde la mayoría de sus habitantes son parientes.

Los laguneros dicen que perdieron la esperanza hace tiempo. Pero no saben explicar por qué siguen apostando al lugar, mientras observan con nostalgia una cincuentena de ranchos abandonados.