Era ponerle un micrófono adelante y sentarse a esperar: algo impactante iba a pasar. Igual una sentencia histórica que un furcio memorable o una promesa terminante destinada a no durar. Pocos políticos pueden compararse con Carlos Saúl Menem en el arte de comunicar. Para bien y para mal. Llano, veloz para improvisar, capaz de moverse entre la solemnidad y la picaresca, de afirmar una cosa y lo contrario en la misma frase sin ruborizarse.

Repasar sus dichos es entender una época que lleva su sello y en la que se produjo una de las transformaciones sociales y económicas más profundas de la historia argentina. Lo que sigue es Menem contado por sí mismo, con sus idas y venidas, los latiguillos, los anuncios resonantes y los imaginarios (cómo olvidar los vuelos espaciales por la estratósfera), los enojos, los autoelogios. Textuales que retratan su estilo irrepetible y que, en muchos casos, permanecen firmes en la memoria colectiva.

 

"¡Síganme, no los voy a defraudar!". Era el latiguillo de cierre de sus discursos de campaña desde 1988. La promesa estrella era "revolución productiva y salariazo".

 

 

"Voy a gobernar por los niños pobres que tienen hambre y por los niños ricos que tienen tristeza". Así definía en la campaña presidencial el foco que tendrían sus políticas.

 

"No se sabe cuánto tiempo pasará, y cuánta sangre se derramará, pero nuestro territorio (Malvinas) volverá al pueblo". Lo dijo en su visita a Tierra del Fuego del 14 de febrero de 1989, durante la campaña. Un año después su gobierno retomó las relaciones con el Reino Unido, cortadas desde la guerra de 1982, y decidió impulsar la política del "paraguas de soberanía".

 

"Solo puedo ofrecerle a mi pueblo sacrificio, trabajo y esperanza (.). Solo puedo asegurarle que seré el primer argentino a la hora de la austeridad, de poner el hombro, de apretar los dientes, del esfuerzo". Solemne como pocas veces, ese fue uno de los momentos destacados de su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa, el 8 de julio de 1989.

 

"Declaro a la corrupción un delito de traición a la Patria". Otra de las sentencias aplaudidas de aquel discurso.

 

"El país necesita cirugía mayor sin anestesia". Con esa expresión, repetida hasta el infinito, definió su plan económico al llegar al gobierno, ya lejos del "salariazo" y la "revolución productiva".

 

"Usted y yo somos del mismo palo". Se lo dijo a George Bush (padre) tras su primera reunión en la Casa Blanca, el 27 de septiembre de aquel año. No se conocían. Terminaron amigos y compañeros de golf. Empezaban las "relaciones carnales".

 

"Ramal que para, ramal que cierra". Su amenaza a los gremios ferroviarios en noviembre de su primer año de gobierno resultó un símbolo del rumbo que tomó su gestión.

 

"Constitucionalmente la medida es irreprochable". Así defendió el indulto con el que benefició a los condenados en el Juicio a las Juntas en 1989, una medida de impacto mundial que marcó una primera ruptura entre sus seguidores.

 

"Estamos mal, pero vamos bien". Lo dijo por primera vez en 1990, cuando la economía se derrumbaba, en plena hiperinflación y después de la confiscación de ahorros del Plan Bonex.

 

"Mi obra de cabecera son las obras completas de Sócrates". El filósofo griego no dejó ninguna obra escrita, claro. Pero Menem no dudó en responder así durante una entrevista. Después, más de una vez lo repetiría en broma.

 

"La Ferrari es mía, mía, mía. ¿Por qué voy a donarla?". La frase se le atribuyó en plena polémica por el auto de lujo de 250.000 dólares que le habían regalado empresarios con negocios con el Estado.

 

"Hemos dispuesto una economía popular de mercado y la vamos a seguir hasta las últimas consecuencias". Así explicaba su modelo, una vez que quedó en claro que no tomaría el rumbo del peronismo clásico.

 

"No tengo aspiraciones de ser reelegido". Le dio ese título a la revista Newsweek en 1992, dos años antes de promover la reforma constitucional para habilitar la reelección presidencial.

 

"Los grandes negociados son como los peces en el agua, no dejan huella". Ese mismo año respondió así en una conferencia de prensa cuando ya las denuncias de corrupción agobiaban su día a día.

 

"Nadie muere en la víspera". Después de la operación de la carótida que tuvo en vilo al país, en octubre de 1993. Pocos días después firmó el Pacto de Olivos.

 

"Perdón, perdón. Me confundí de discurso". Célebre gaffe de 1994 en el aniversario de la Bolsa de Cereales, después de leer durante casi un minuto algo que no encajaba con el lugar y la ocasión. El auditorio estalló en carcajadas y aplausos.

 

 

"Hay semiplena prueba de la culpabilidad de Irán". Su sentencia pocos días después del atentado contra la AMIA. La sombra del encubrimiento lo acompañó hasta casi el final de su vida.

 

"En 1995 vamos a ir allí a pasear en barco, a tomar mate, a bañarnos y a pescar” (sobre la promesa de limpiar el Riachuelo)

 

"Los pueblos que olvidan su historia repiten la historia. Como nos olvidamos de los acontecimientos de 1955, estuvimos repitiendo esa misma historia al poco tiempo, tumbando al gobierno del doctor Alfonsín… eh, Frondizi (risas). Son radicales los dos". Uno de sus grandes fallidos, en atención a cómo se dio la transición con su antecesor. Ocurrió en un discurso de 1995.

 

"Los abrazo sobre mi corazón". Otra frase característica de los actos de campaña para la reelección, que aquel año usó a más no poder. Los discursos los cerraba con otro clásico: "¡A triunfar!".

 

"Se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual, desde una plataforma que quizá se instale en Córdoba, esas naves espaciales se van a remontar a la estratósfera y desde ahí elegir el lugar adonde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podamos estar desde Argentina en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo". Inolvidable momento durante la inauguración del ciclo escolar en una escuela rural de Tartagal, el 5 de marzo de 1996. ¡Las caras de los chicos que lo escuchaban en vivo!

 

"La convertibilidad se mantendrá por los siglos de los siglos". Tras la renuncia de Domingo Cavallo, autor de su plan estrella, quiso que no quedaran dudas. "El padre del modelo soy yo", añadió.

 

"No creo que haya habido en la Argentina, salvo Perón, un presidente más calumniado e injuriado que este presidente. Es que no saben de la madera que está hecho este riojano: quebracho y algarrobo". Ante un Congreso del PJ, en épocas de baja en la popularidad. Empezaba a gobernar a la defensiva.

 

"Yo vuelo como las águilas; ellos se arrastran como las víboras". Un clásico ataque a sus opositores, expresado en 1997.

 

"Yo no soy Julio César, por supuesto, pero en casos así me gusta usar una frase que usaba el emperador romano cuando tenía un percance parecido: ‘Tranquilos, no temáis, estáis con César y su estrella’". Se lo dijo a su comitiva durante un vuelo del Tango 01 rumbo a Nueva Zelanda que atravesaba una violenta turbulencia, en 1998.

 

"Soy el único argentino proscripto. Le tienen miedo a este humilde hombre del interior". Un clásico de 1999, en los días en que soñaba con la re-reelección, prohibida por la Constitución.

 

"Lo que no me mata me agranda. Pese a todas las calumnias y las difamaciones a mi persona y a mi moral, voy a volver a ser presidente en 2003". En La Rioja, el 21 de noviembre de 2001, después de salir de la prisión domiciliaria por el caso Armas.

 

"Esto es como la zamba, primera y adentro". En una entrevista con LA NACION en 2003, cuando decía que ganaría las elecciones presidenciales en primera vuelta, contra todo pronóstico.

 

"Kirchner es el Chirolita de Duhalde. Si ganara la presidencia, no termina su mandato porque no tiene poder". En otra entrevista previa a las elecciones generales.

 

"Solo un borracho puede pensar eso". Después de la primera vuelta de 2003, fue tajante cuando le preguntaron si pensaba renunciar al ballottage.

 

"¡Que Kirchner se quede con su 22 por ciento; yo me quedo con mi pueblo! Gané la primera vuelta y me voy". Lo dijo en La Rioja, después de anunciar por televisión que no competiría en la segunda vuelta.

 

"El país está gobernado por montoneros". En 2004, durante una entrevista con LA NACION, expuso críticas feroces al primer gobierno kirchnerista que le valieron una dura réplica oficial.

 

"Si por mí fuera, mi ministro de Economía sería Carlos Arslanian (lo interrumpen: "¿No será Melconian?"). ¡Melconian! Claro, Melconian. Bueno, los dos son armenios". En una entrevista con Mauro Viale, en 2010, cuando soñaba como candidatearse a la presidencia en 2011.

 

"Sí, voy a ir a votar al recinto y voy a apoyar la estatización de YPF. Los tiempos cambian". En una entrevista con Crónica de 2012, cuando empezaba a moderar su rechazo al kirchnerismo.

 

"Mi hijo murió en un atentado criminal. Sé quiénes, cómo y por qué lo asesinaron, pero no lo puedo revelar porque es un secreto de Estado". Lo declaró sorprendentemente en la Justicia en 2016, 21 años después de la muerte de Carlitos Jr. Siempre había sostenido la tesis del accidente.

 

"La muerte de Néstor quedó en duda a punto tal de que se está por hacer una autopsia para saber de qué murió. Muchos ahora, en este gobierno (el de Macri), sostienen que a Néstor lo habría matado la mujer. Porque Néstor, de acuerdo con lo que uno escuchó y se informó, la castigaba muy feo". La insólita teoría la soltó en una entrevista con la radio La Once Diez en 2016.

 

"En todos los gobiernos hubo corrupción, salvo en el mío". Durante una entrevista con CNN en Español, en 2018.