"Eso es un pecado". Esa fue la respuesta que un sacerdote le dio a Soledad Castillo cuando fue a la parroquia de su pueblo a pedir un turno para bautizar a su hijo, Pedro, y tuvo que contarle que fue gestado a través de un tratamiento de inseminación artificial. Ella y su marido habían buscado a su hijo durante 11 años, y querían celebrar el nacimiento del pequeño Pedro con un bautismo. No pudo ser. 

Soledad (32) y Cristian Gariglio (43) están juntos desde hace una década y viven en Ingeniero Huergo -Río Negro-. Estuvieron casi cinco años buscando un hijo hasta que decidieron hacerse estudios médicos. Ahí descubieron que Sole tenía las trompas de falopio adheridas y aunque se operó para seguir buscando un bebé, no pudo lograrlo. En ese momento la inseminación asistida fue la única salida. 

El primer tratamiento no funcionó. El segundo, el año pasado, sí. Soledad, por fin, quedó embarazada. Fue un embarazo difícil porque ella tiene un solo riñón y problemas de presión. Pedro -que ya tiene tres meses- nació prematuro. 

Hace 10 días, Soledad fue con su hermana a la iglesia San Francisco Javier, la única Iglesia católica del pueblo, para pedir fecha de bautismo. "Ahí el padre Adam Michal Rudnicki empezó el interrogatorio. Primero me preguntó si íbamos a misa y le dije que no. Ahí ya se molestó. Después me preguntó si habíamos tomado la comunión y la confirmación y nos mandó a hacer el curso para adultos. Después, me preguntó el nombre del bebé y un poco se calmó. Dijo que Pedro estaba bien porque es un nombre bíblico".

Pero cuando le dijo que tenía 32 años, el padre Adam le preguntó si tenía hijos más grandes. "Le conté todo lo que había atravesado para ser madre. Cuando llegué a la palabra 'inseminación' me frenó: 'Bueno, estamos en problemas. Eso es pecado'. Me quedé nublada. Y me preguntó: '¿Con embriones?'. Yo le dije que no, que había sido con una muestra de mi marido, no una fertilización in vitro. Y me contestó: 'Bueno, es pecado pero no es tan grave como si hubiera sido con embriones. Porque para implantar un embrión se mata a los otros y esas también son personas", recordó.

Soledad no le dijo nada. Recién cuando llegó a su casa, lloró: "Me enojé por no haberle contestado. Qué milagro más grande pudo haberme dado Dios que poder tener un hijo después de buscarlo durante 11 años, ¿quién es él para decirme que mi hijo es un pecado?", sentenció dolida.