A pocos días del regreso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al Tedeum por el 25 de Mayo en la Catedral de Buenos Aires, el Gobierno nacional buscó denodadamente suavizar la polémica por el documento, más criticado que leído, en que la Iglesia advirtió sobre ‘una Argentina enferma de violencia‘.

Nada debe empañar el festejo por los 11 años de la llegada a la Presidencia de Néstor Kirchner en 2003. La jefa de Estado dio señales inequívocas de querer distender la situación al invitar a los obispos a la residencia de Olivos para analizar ese texto interpelativo sobre la realidad social del país, después de conocer que el titular del Episcopado, monseñor José María Arancedo, expresó su disposición a dialogar con la primera mandataria.

Con la mira puesta en la fecha patria y la intención de no fallar al compromiso asumido en febrero pasado de regresar al templo porteño tras ocho años de ausencia con diversidad de excusas para esquivar una homilía crítica del hoy papa Francisco, la Casa Rosada se ocupó por mostrar que la tensión con la Iglesia no era tal y que había sido amplificada por los medios.

La reunión se concretó el jueves pasado y apenas terminó, la Presidencia se encargó de reflejar, mediante fotos e imágenes de video propias, que el encuentro transcurrió en un clima ‘distendido y cordial‘, tal como lo definió el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. No fue la cúpula episcopal, pero sí Arancedo y el secretario general, monseñor Enrique Eguía Seguí. En el grupo también estaba monseñor Joaquín Sucunza, vicario general de Buenos Aires y estrecho colaborador tanto de Jorge Bergoglio como del cardenal Mario Poli.

La presencia de Sucunza no es un dato menor y demostró que la Presidenta no quiere descuidar ningún detalle para llegar al oficio religioso patrio sin pasar ningún sobresalto y con la tranquilidad de que Poli no la pondrá en la incómoda posición de tener que responderle. Desde la Iglesia desestimaron esa posibilidad, al afirmar que el primado argentino no pretende confrontar sino que prepara una homilía conciliadora: ‘Se rezará por la paz, la concordia y la unidad de los argentinos‘, adelantaron a DyN desde el entorno del arzobispo.

Pese a que el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se esforzó esta semana en negar que haya ‘diferencias‘ entre el Gobierno y la Iglesia, el malestar eclesiástico existió. Y no sólo por las réplicas gubernamentales, sino también porque tanto el kirchnerismo como la oposición hicieron una lectura parcial, sesgada e interesada de la declaración ‘Felices los que trabajan por la paz‘. ‘El objetivo era invitar a construir la paz entre todos…, pero lamentablemente, la sana intención del mensaje, que ofrece una propuesta educativa y autoeducativa, no fue acogida simplemente porque no se lo leyó completo‘, cuestionó el rector de la Universidad Católica Argentina, monseñor Víctor Manuel Fernández. En ese contexto de polémica discursiva, a los obispos también les molestó que la primera mandataria y otros funcionarios utilizaran documentos eclesiásticos y apelaciones religiosas para replicar el pronunciamiento. Es lógico, habitual, que los sacerdotes y obispo citen al Papa en sus reflexiones, homilías y mensajes, y no sólo de Francisco, si no también que subrayen el magisterio de sus antecesores. Menos lógico y habitual que sea la Presidenta quien cite a un pontífice, aunque éste sea argentino. Y más aún si la referencia es para refutar una advertencia eclesial sobre la violencia social en el país o para internacional la afirmación de que la corrupción es ‘un verdadero cáncer social‘.

‘Francisco habla de muchos países‘, insistió en precisar hace una semana la mandataria al leer en forma íntegra un párrafo en ese sentido de la exhortación apostólica ‘Evangelii Gaudium‘ en el marco del homenaje al padre Carlos Mugica, el sacerdote asesinado hace 40 años por su compromiso con la opción por los pobres. No es la primera vez que la jefa de Estado apela a citas del Papa o a referencias religiosas en sus discursos para defender el ‘modelo‘ kirchnerista, y se han hecho más frecuentes desde que Bergoglio llegó a la Cátedra de Pedro.