MARÍA VARGAS  Hermana :“Mi hijo está en el Ejército. Mi hermano le decía que eligió mal, que la Marina es lo mejor”

 

El dolor y la impotencia han cubierto el entorno familiar de Cayetano Hipólito Vargas, uno de los 3 sanjuaninos que integran la tripulación del submarino ARA San Juan. Su esposa, Carina Funes, y una de sus hermanas, María Belén, aceptaron charlar un momento para describir al suboficial segundo de la Marina, que el próximo miércoles cumpliría 46 años, de espíritu inquieto. Y ambas reconocieron que si bien esperan un llamado que anuncie que Cayetano y los otros tripulantes están vivos, en este momento solamente están buscando resignación. Todo ocurren en Mar del Plata, el lugar desde donde los Vargas y el resto de los familiares de los tripulantes del ARA, están apostados esperando un milagro.

En la segunda mitad de la década del “90 Cayetano ya estaba instalado en Mar del Plata por su vocación militar y conoció en una de sus visitas a su familia en San Juan, a través de otro integrante de la Marina, a Carina, quien se recibió de fonoaudióloga y en enero del año 2000 estaba también en la ciudad costera. Agustín, hoy de 16 años, y Ramiro, de 9, llevaron a la pareja a la experiencia de ser también padres.

“A mi hermano siempre le gustó la Marina y estaba como referente un primo, que luego se bajó por su familia. Hoy mi hijo mayor está en el Ejército y él le decía que eligió mal, que la Marina es lo mejor”, recordó María Belén, la hermana menor de Cayetano, quien el miércoles llegó a Mar del Plata junto a la hermana mayor, Mariela, y sus padres, Hipólito y María.

“Es una persona de un corazón enorme, que se brinda entero. Hace lo imposible para dar lo que alguien necesita. Inquieto, muy cariñoso, por momentos solitario. Pero si estaba de guardia, podían ser hasta dieciocho llamados en esas veinticuatro horas para preguntar desde qué comiste hasta qué están haciendo los chicos. Y, cuando podía, estaba siempre presente en los actos de los chicos. No tenía problemas en lavar los platos, el baño y limpiar el fondo, pero si no tenía nada que hacer no quería estar en la casa. Le encantaba salir a pasear, al punto que me regañaba los fines de semana si yo tenía que preparar algún informe. Me decía que no traía su trabajo a la casa y yo no lograba que entendiera que nuestros trabajos eran distintos”, resumió Carina, quien hoy también está acompañada por sus padres, que viajaron desde San Juan.

Carina aceptó solamente una breve conversación para no transmitir más angustia a su hijo menor, quien asiste a una psicóloga por decisión particular. “Mi hijo Ramiro todavía no sabe nada de la explosión, sigue preguntando si ya lo encontraron. Cada vez que ve a alguien uniformado, pregunta. Por momentos dice que está muerto, que se ahogó. Todavía, en su cabeza, no lo termina de entender”, relató Carina, quien respecto al mayor, agregó: “Al principio repetía “ya va a aparecer mi viejo”, pero luego de la noticia del miércoles (cuando informaron que ocurrió una explosión), ahora está en la postura de papá con su hermano y de adulto conmigo. Me dice que esté tranquila, que le llame para lo que yo necesite cuando sea. Es un adolescente y va a crecer de golpe lamentablemente”.

Un sueño, una señal

Carina confesó que desde que recibió la primera noticia de la desaparición del submarino supuso lo peor, que incluso se potenció más por un sueño: “El día que me avisaron, yo dije que no volvía. Yo lo soñé. Jamás en los 21 años que él ha navegado lo soñé en un viaje. Y esta vez lo soñé antes que llegara a Usuhaia. En ese momento no le di importancia, pero luego sucedieron otras cosas. Con las cadenas…”.

 

Familiares

40

Fueron los familiares, aproximadamente, que se acercaron a la marcha que se produjo ayer al mediodía. Habían en total, según fuerzas de seguridad, 500 personas.