Buenos Aires.- “En los ensayos de laboratorio, los piojos argentinos están entre los más resistentes del mundo a los tratamientos”, dice el doctor en biología Ariel Toloza, investigador del CONICET. “El químico que se aplicó en el país durante años, hizo que mutaran y se volvieran más fuertes”, describe.
Toloza, miembro del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN), pone en contexto el tema: “En los dos últimos años hicimos un relevamiento con más de 2.000 chicos de escuelas primarias de Capital y GBA. El resultado: uno de cada cuatro tenía piojos, en promedio”. El valor, del 25 por ciento si se proyecta el número, es muy alto. En algunos países, como Estados Unidos, el parásito afecta a menos del 5% de la población escolar.
¿Por qué en Argentina crecieron los “superpiojos”? Pura Teoría de la Evolución. Explica Toloza: “A diferencia de lo que sucedió en otras partes del mundo, acá se usaron por décadas tratamientos en base a permetrina, una sustancia química que antes era muy efectiva. Pero el mercado no ofreció drogas alternativas”. Esta apuesta a lo más efectivo, generó que los parásitos empezaran a mutar su ADN y lograran desarrollar respuestas. Las concentraciones del fármaco fueron aumentando y, en pocos años, aparecieron fórmulas que elevaron del 1% al 5% la presencia de permetrina. Pero, en muchos casos, esas lociones dejaron de matar a los bichos. Y las dosis tienen un techo, por el riesgo de intoxicación.
“Cuanto más combatís a los piojos, más los fortalecés”, ironiza el biólogo. Los piojos se reproducen rápidamente. Por eso, siempre vuelven. Viven 30 días, en cualquier época del año. A partir del día 15, las hembras depositan huevos o liendres. Pueden dejar más de 200 huevos. “El uso de compuestos con permetrina aceleró la selección natural. De cada 100 piojos exterminados, sobrevivieron los dos o tres más fuertes. Y, a lo largo de los años, esos fueron los que generaron las nuevas generaciones más resistentes”, completa.
Aunque ahora son más fuertes, hay tratamientos recientes que erradican los bichitos. Al menos, hasta que vuelvan a mutar. Una de las terapias la desarrolló el CIPEIN y se comercializa en las farmacias. Se trata de compuestos creados mediante nanotecnología y que no contienen insecticidas que puedan resultar tóxicos. Aplican una suerte de film inmovilizante para el parásito. Los piojos quedan “envueltos”, como si se usara un spray, y se les bloquean las traqueas. Mueren por deshidratación. Otra opción, pero que requiere receta médica y la consulta al pediatra, tiene como base la droga ivermectina.
Fuente: Clarín.-