A lo largo de dos cuadras, grupos de familias se preparan con carpas, mantas, mate y facturas para celebrar este lunes el día de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, en su santuario del barrio porteño de Liniers.

‘Vengo a agradecerle al santito porque todo lo que pido, me lo da. La fe te da fortaleza para seguir en esta vida. Pero no me quejo porque todos en mi familia tenemos trabajo y salud‘, contó a Télam la italiana María Gabriela Zingalo, de 77 años, que vive desde chica en la localidad bonaerense de Ituzaingó y hace 54 años que viene a pedir por San Cayetano. Con cuatro rosarios colgando del cuello y tres pulseras con diferentes santos, Zingalo explicó cómo se organiza la espera hasta que en la medianoche del domingo se abra la puerta de la parroquia: cada uno de los ‘acampantes‘ debe avisar de antemano con un cartel cuántas serán las personas que finalmente ingresarán a la celebración. ‘Solidaridad‘, ‘equidad‘, ‘respeto‘, ‘educación‘ y ‘esperanza‘, son algunas de las palabras que adornan los carteles colgados.

En la espera, vecinos del barrio y los visitantes que hacen fila coinciden en que ‘si no tenés fe, no pasa nada‘. Pero este año, lo que más se comentó fue su asombro por la baja concurrencia de creyentes en días previos a la celebración, ya que las filas en años anteriores llenaban casi siete cuadras con carpas que llegaban hasta el estadio del club Atlético Vélez Sarsfield sobre la Avenida Juan B. Justo. De todos modos, se espera que la mayor cantidad de personas arribe esta noche. ‘El año pasado estaba lleno de gente hasta cinco cuadras, seguro que esta noche y mañana vienen todos‘, coincidió Olga Fleitas de 55 años, quien desde hace diez años viene a la celebración del santo junto a su marido, desde la localidad de bonaerense de Rafael Castillo.

Pocas carpas y muchas reposeras cubiertas por frazadas protegían del frío a las familias que se refugiaban con braseros y una gran olla, donde cocinaban un locro para compartir el almuerzo del mediodía y amainar la espera para el festejo del lunes.

‘Estar acá no es un sacrificio, esto es una fiesta, hace diez años que venimos a agradecer por todo lo que recibimos de él, pero hay mucha gente que cambia de religión. Ya no vienen más, ya nadie cree en nadie‘, comentó Carlos de 47 años, de Lomas de Zamora. El hombre recuerda que hace 24 años que concurre a la celebración y que la primera vez llegó caminando desde su casa. ‘Venía con un sándwich en la mano‘, contó, y hoy tiene su propio auto y una familia con trabajo.

Mientras una docente de catequesis de una escuela del barrio de Mataderos caminaba junto a sus alumnos para ofrecer café a quienes esperaban en las filas, Mariana, de 31 años y su pareja, también de Rafael Castillo, comentaron que llegaron para ‘compartir charlas y conocer a personas de otros lugares‘.

Los cuatro puestos de venta de ‘accesorios‘ de la fe frente a la Parroquia San Cayetano, en la calle Cuzco al 100, permanecían sin visitantes agolpándose para comprar espigas de trigo y botellas de agua bendita. Sin embargo, los puesteros no dudaban que muchos llegarían pronto. ‘Esto se llena, van a llegar todos esta noche; y acá lo que más se vende son los imanes con la imagen del santo por 10 pesos y las espigas a 10‘, contó el puestero Luis, mientras un cartel a su lado aclaraba que ‘se aceptan todas las tarjetas de crédito, hasta una cuota sin interés‘.