De lejos es un enjambre reverdecido, apenas interrumpido por lunares de casas y los hilos azules de los dos canales y el río. De cerca, una expresión certera del mejor marketing de Natura: parrales por todos lados, flora y fauna autóctona, olor a campo, cantos de pájaros y el rasguido permanente del viento en los álamos y los frutales. Se trata de la Colonia Fernández, un paraje de fincas en el corazón de Dos Acequias, uno de los tres distritos del departamento San Martín.

Poco antes de llegar al Rancho Don Cosme, la brisa ya anticipa que por ahí hay membrillos. Hacen de cerco a la quinta de ciruelas del rancho, que se completa con puentes de palos de eucalipto. El lugar, ubicado sobre calle Florida (que tiene un canal a cada costado, lo que le da el nombre al distrito) y a muy pocos metros del acceso a la colonia, es uno de los íconos turísticos que los colonos están impulsando para figurar en los folletos oficiales de Turismo municipal y provincial.

Casi al lado del rancho, también con la fachada peinada de árboles, está la casa de Don Bustos, un hombre que aprovecha sus 4 hectáreas de parrales para hacer vino casero, arrope, chicha y mistela. Este tipo de productos es otro de los ejes que sostienen el proyecto de ofrecer la colonia al turismo. En la misma zona están las bodegas, de producción artesanal, de Roberto Más, Miguel Espín y Lucio Pérez Berenguer. Y más apartadas, linderas con la colonia pero adentro de Dos Acequias, están las bodegas industrializadas de Putruelle y de Cordero.

Lo artesanal se respira en el pequeño establecimiento de Más. El acceso se hace entre un ciruelo y algunos pomelos, y sobre la casa hay nidos de horneros que el hombre decoró con el mismo vidrio molido de la fachada de su propia vivienda. Adentro, las botellas y damajuanas con el Syrah, el Moscatel y el Torrontés: son los vinos "La Colonia", que entre Más y su esposa producen en un volumen que no supera los 8.000 litros anuales. Las máquinas están a la vista, como los parrales, y el visitante puede observar todo el proceso. Lo mismo sucede en la bodega de Pérez Berenguer: la línea de procesamiento está abierta y la gente que llega puede descansar en una galería techada, con vista a los parrales. En el interior de la casa, con su típica estructura rural de techos altísimos y ventanas pequeñas, hay dos lugares especiales: el de las botellas con Bonarda y Tannat (producen unas 4.000 por temporada) y el de las medallas por sus vinos.

Otros dos establecimientos le dan realce al circuito. El primero, el tambo artesanal "La Cristina SRL", de los hermanos Sánchez, de donde salen los productos "La Roxanita" (leche, leche chocolatada, quesos, dulce de leche, ricota, yogur y manteca). Todo está a la vista de los visitantes: la producción de 3.000 litros diarios, los corrales con las 80 vacas, el paisaje imponente recortado sobre la silueta azulada del cerro Pie de Palo. El segundo de estos lugares es el criadero de cerdos Rucal, de los hermanos Zárate. Allí, quien llega puede recorrer todos los rincones, ver los animales, comprar y faenar y sentarse mientras le preparan algún embutido.

El rancho, las bodegas, el tambo, el criadero porcino, una vecina que teje a telar, varios que producen artesanías. La Colonia Fernández tiene todo para recibir a los estresados que quieran oxigenarse. Ahora, sólo les falta un sí oficial para saltar a la fama con su pequeño paraíso.