Desde lo alto del camino se comprende por qué se llama Los Bretes: es que el pintoresco pueblo está encerrado en un pequeño valle encantado de las serranías vallistas. Pero lejos de estar cercados, desde siempre su gente tuvo claro cómo generar ingresos con lo que les da su tierra. Y así fue que generacionalmente le apostaron a la minería y al turismo.
La minería del lugar históricamente estuvo ligada a la mica, que era explotada a fuerza de pico y transportada para su comercialización a lomo de mula. Hoy, ese mineral ya no resulta rentable para trabajar, pero ahora varios de los hombres se ocupan en una cantera de mármol. Paralelamente, el turismo es atraído por las artesanías: los hombres trabajan el cuero y las mujeres el tejido con la lana de oveja y el uso de la vegetación autóctona para teñir colores.
Incluso ahora están abriendo otra puerta turística: en la escuela del lugar, la Franklin Rawson, los maestros les están enseñando a los chicos de Primaria cómo recibir a un turista, cómo contarles la historia del pueblo, quiénes son sus personajes, cómo es la vida en un puesto de cabras. También están organizándose con los padres de los chicos para poner un lugar donde exhibir las artesanías y los visitantes puedan disfrutar de comidas autóctonas.
Y a estas dos actividades ahora se le sumó un motorcito extra: el Club Deportivo Los Bretes. Gracias a los partidos de fútbol que hacen entre los hombres de los pueblos de las sierras, encontraron una nueva veta, la venta de bebidas y comidas, con lo que juntan dinero para hacer obras comunales. Así lograron, por ejemplo, levantar el puesto sanitario.
Este lugar, junto a la capilla de Nuestra Señora de Andacollo y la escuela, son las únicas construcciones sólidas que tiene este pueblo que concentra cinco viviendas. Las otras 7 son puestos que están en los alrededores. Todas son de barro, piedra y palos como vigas. Las más antiguas no tienen puertas y todos los ambientes se conectan entre sí. Y así pasaron más de medio siglo.

