Tras lidiar con la plaga de castores canadienses durante décadas, científicos argentinos han diseñado un plan para convertir a estos roedores en tentadores platos "gourmet", aunque esta estrategia se enfrenta a trabas administrativas que, de momento, han salvado a estos animales de la cacerola.
Los castores fueron introducidos en Tierra del Fuego en 1946, cuando la Marina argentina importó 25 parejas de Canadá con el fin de expandir la industria peletera, pero el proyecto fracasó y los animales comenzaron a multiplicarse sin control porque en Argentina sus depredadores naturales, como es el caso de los grandes osos, están ausentes. Este tipo de "enemigos" de los roedores son naturales de EEUU, Canadá y en menor medida en México, ya que estos lugares son también el hábitat natural de esta especie de castores.
Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) apuestan ahora por convertir los castores en protagonistas de los menús de los restaurantes de Ushuaia, capital de la provincia de Tierra del Fuego, en el extremo Sur de la Patagonia, donde esos animales han hecho estragos en el entorno natural.
De hecho, varios chefs de la zona han echado a volar la imaginación y han creado pastas rellenas, empanadas y hasta paté de castor, explicó ayer a la agencia de noticias Efe Ezequiel Rodríguez, organizador del Festival Gastronómico Ushuaia a Fuego Lento, que se realiza cada año en la ciudad "del fin del mundo".
"Los estudios sostienen que es una carne apta para consumo humano y que tiene una serie de cualidades importantes, con buen nivel de ácidos grasos. Tiene potencialidad", señaló la investigadora Marta Lizarralde, quien dirigió el Proyecto Federal de Innovación Productiva sobre el Aprovechamiento de la Carne de Castor.
Los cocineros de Ushuaia, uno de los centros turísticos de invierno de Argentina, "aceptaron trabajar con este producto", contó Rodríguez, para quien "existe un mercado" y "se puede construir la demanda" para los platos de castor.
Sin embargo, Lizarralde explicó que la iniciativa debe enfrentar "trámites burocráticos" necesarios para que los productos de la caza acaben en el sector gastronómico. Hasta ahora la estrategia convenida entre los gobiernos de Argentina y del vecino Chile es la de erradicar a estos animales por métodos más radicales, y esto ha detenido los esfuerzos por llevarlos a los hornos y cacerolas.
"El aprovechamiento de la carne de castor es una alternativa para el control de la plaga y su aplicación en un plano privado está perfecto. Pero los gobiernos optaron por una política de erradicación que requiere muchos años", explicó a Nicolás Lucas, secretario de Ambiente de Tierra del Fuego, en la frontera con Chile, donde luchan contra esta plaga desde hace décadas.
Lucas se quejó de que mientras los gobiernos estudian una solución, los castores, que ya suman más de 100.000, disfrutan del hábitat que construyeron a costa de arrasar con árboles nativos sin la amenaza de los depredadores que tenían en su país de origen.
Fuentes del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, cuyos investigadores también participaron en el proyecto de convertir el castor en un plato de gusto, explicaron que este animal ocasiona daños enormes en los bosques fueguinos porque sus diques inundan terrenos y, en consecuencia, mueren los árboles.
De esta manera, la invasión de castores se ha convertido en un problema que preocupa desde hace años a las autoridades, que también recurrieron al pago de una pequeña suma por cada cola de castor atrapado que los lugareños presentaran.

