Pese a la pandemia y la incertidumbre por la comercialización de la producción agrícola, la venta de sandía amarilla se incrementó y fue la novedad de los últimos meses. Un productor hace dos años las cultiva y prevé aumentar las parcelas por la gran aceptación y la aún vigente demanda de la fruta. Si bien resulta una novedad, recordó que solía producirse en la década de los 70 y que se había perdido en Jujuy, aunque recobró el interés como otra de las frutas exóticas.

"El año pasado, aún como prueba, comencé con mil plantas y saqué cerca de 400 unidades y las vendí a todas. Y el 2020 puse un poco más, una hectárea, y saqué casi 4 mil sandías y se vendió bien, a la gente le llamó la atención, pero siempre con publicidad", afirmó Luis Perales, productor de Palma Sola, quien hizo la apuesta junto a su hermano y su entorno cuando le ofrecieron la posibilidad, ya que su fuerte venía siendo la diversidad de frutos.

La sandía amarilla es muy similar a la roja, pero a diferencia de ésta, que por lo general pesa entre 8 y 10 kilos, aquella es más pequeña de entre dos y tres kilos, más jugosa y dulce. El color es el que más llama la atención, y se conoce en otros lugares por su uso en coctelería, se consume tanto en Europa como en América y de hecho México es exportadora.

La semana pasada, Perales concretó las primeras plantaciones de las variantes de pulpa anaranjada y la de cáscara negra: "De salir todo bien, en noviembre tendríamos la cosecha", estimó Peralta.

Las variedades de sandía se suman a otras apuestas por parte de pequeños productores de la región de Yungas, al Este provincial, vinculadas a frutas exóticas como la pitaya y la carambola, y de origen nativo como el chilto.

Los distintos cultivos están siendo difundidos desde el Ministerio de Producción local con el objetivo de fomentar nuevas iniciativas de desarrollo, el asociativismo entre productores y salidas sostenibles al mercado.