José J. García / especialista en bioética
“No es bueno tener un hijo fabricado”
Nosotros no entramos en la discusión sobre si prepagas y obras sociales deben o no reconocer tratamientos de reproducción asistida. Pronuncio una palabra en torno a la moralidad o no de la técnica en sí.
Aunque estas técnicas de alguna manera tengan una intención sana -ya que se tiende a dar una respuesta a un tema tan doloroso como la esterilidad-, para la Iglesia Católica el hijo ha de ser el fruto natural y espontáneo de la unión entre marido y mujer, y no el encargado por una técnica. No debe ser un hijo fabricado. Debe ser un hijo hecho en la intimidad del amor.
La Iglesia enseña que las técnicas de reproducción artificial no son lícitas para los fieles católicos. Primero, porque se desechan fácilmente embriones sobrantes entre tantos intentos que deben practicarse en estos métodos de reproducción, cuyo nivel de éxito no llega al 50 por ciento.
Al embrión hay que conferirle el respeto propio de la dignidad de la persona. Ese es el problema que tenemos con la reproducción artificial. En estos procesos, un alto índice de embriones humanos son despojados, desalojados o sometidos a crioconservación, que es inmoral.
Además, estas técnicas establecen la discontinuidad entre la unión sexual y la procreación. Esto provoca una disociación entre la dimensión unitiva y procreativa. Un hijo es el resultado de la intimidad del amor.
Hay que salir de la idea del hijo como objeto de propiedad. El derecho al hijo propio a toda costa es una expresión que hay que relativizarla. Hay que calmar los deseos. Una alternativa es el recurso tan noble de la adopción.
Además de la fertilización asistida, hay técnicas que establecen una disociación entre maternidad biológica y gestacional. Es el caso de la gestacional subrogada (alquiler de vientres). Parece indigno que la madre gestacional, que lleva nueve meses de embarazo, tenga que olvidar por dinero un vínculo que es único.
Carlos Coria / ginecólogo
“Es una ayuda para los discriminados”
Me parece muy positivo (un proyecto sobre fertilización asistida) por la necesidad de esa gente que espera acceder a estas técnicas. Si no (se brindan estos beneficios) de alguna manera esa gente está discriminada y además termina estableciéndose una diferencia muy grande entre los que tienen y los que no tienen recursos. Eso no está bien en un país democrático.
Hay que sancionar una norma. Ya hay lugares donde se reconocen (estos tratamientos). Como es el caso de la provincia de Buenos Aires. Pero se trata de casos aislados dentro del país. Es mucho mejor si se hace a nivel nacional (una ley para que obras sociales y firmas de medicina prepaga reconozcan estos tratamientos).
Será una ayuda para las parejas que necesitan estas técnicas. Estas parejas tienen una gran dosis de amor que quieren transmitir a su descendencia. Acuden a estos tratamientos, manteniendo todo con bastante reserva. Cuando hace veinte años se dio a conocer el primer bebe in vitro en Cuyo, nunca se supo sobre su identidad porque esta familia no quería que se supiera. Nada más porque no se sabía bien qué iba a pasar con esos bebés, si iban a ser normales o si iban a tener algunas falencias en su desarrollo.
Para aplicar estos tratamientos hay que pensar en mujeres que produzcan óvulos. La producción de óvulos que sirven para ser fecundados baja mucho en calidad después de los 35 años de edad. O sea que tiene como límite máximo los 40 años. Después, la calidad del óvulo es muy baja y las posibilidades de embarazo son muy pobres.
Son tratamientos muy costosos que valen como mínimo 2.000 pesos cuando son de baja complejidad (como una estimulación de ovulación, por ejemplo) y entre 15 y 20 mil pesos cuando son de alta complejidad. Hace dos décadas asistí al Senado como parte de un grupo que estaba opinando en favor de estos tratamientos. Desde ese entonces ha habido unos cuantos proyectos, pero falta una ley. La pareja que quiere tener un bebé hace cualquier cosa por ello y si se los puede ayudar es algo muy positivo.

