Tucumán, 13 de junio.- El cuadro de la Ultima Cena del Oratorio Corazón Eucarístico de Jesús, emplazado en avenida Aconquija esquina Andrés Villá de Yerba Buena, sigue generando conmoción entre los tucumanos y convocando gente. Niños y adultos quedan impactados cuando comprueban que el perfil izquierdo del rostro de Cristo está surcado por un líquido rojo que parece sangre.
El fenómeno fue registrado el viernes último, cerca de las 14.30, en el sobrerrelieve de bronce que muestra a Jesús bendiciendo la Eucaristía para ofrendarla a sus discípulos. Jorge Iramain, Mercedes Macome y Luciana Müller estaban adorando al Santísimo cuando advirtieron que Jesús "tenía como lágrimas de sangre".
Desde aquella tarde miles de personas de todas las edades pasaron por el templo para constatar el hecho con sus propios ojos, sacar fotografías y filmar el rostro de Cristo.
Los asistentes, especialmente los fieles católicos, no tardaron en calificar el fenómeno de "sobrenatural" y hasta "milagroso", a pesar de que el padre Jorge Gandur, párroco de Nuestra Señora de La Caridad con jurisdicción en el Oratorio, pidió tratar este tema con mesura y prudencia hasta que se realicen las investigaciones científicas pertinentes.
Pero ¿cómo detener la marea humana frente a un suceso de esta naturaleza? "Es casi imposible cuando todo el mundo sabe que fuentes confiables de la Policía Científica aseguraron que se trata de sangre humana", reflexionó Juan Carlos Maldonado, un vecino de Villa Mariano Moreno que había llegado al Oratorio, tras escuchar en su barrio que los primeros resultados de los bioquímicos -incluido el de los forenses- habían confirmado que "el líquido rojo es sangre humana", segpun precisó el hombre de 47 años, que ayer a la tarde llegó con su esposa Elba y sus hijos Juan José y Susana María.
LA GACETA permaneció en el Oratorio desde la 0.30 del sábado hasta cerca de las 4 de la mañana. A pesar del intenso frío, del barro que había formado la lluvia en la calle Andrés Villá, fue impresionante la cantidad de público que acudió a la capilla. Familias completas con hijos en brazos y en cochecitos, abuelos, niños, adultos y jóvenes engrosaban la cola que comenzaba en calle Pringles, seguía por Andrés Villá y remataba en el templo. Nuestro diario volvió ayer a la tarde al lugar y comprobó que la situación no había variado.
En todo momento primó el orden, el respeto y el silencio para los que rezaban el rosario. Algunos prendieron velas en el cordón de la vereda. Mientras tanto, los adoradores, con termos bajo el brazo, ofrecían mate caliente para amortiguar el frío riguroso de la madrugada y privilegiaban el ingreso al templo de las embarazadas, de los enfermos y de las personas mayores.